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China redobla su estrategia de “cero covid” y se resiste a convivir con el virus

El país mantiene cerradas sus fronteras, aplica confinamientos estrictos en ciudades enteras y hace rastreos masivos

Un hombre se somete a una prueba de coronavirus en una calle de Pekín, el jueves.
Un hombre se somete a una prueba de coronavirus en una calle de Pekín, el jueves.GREG BAKER (AFP)
Macarena Vidal Liy

Bares cerrados durante 15 días. Puestos para hacer pruebas de covid a la entrada de parques de atracciones. Vuelos y trayectos de tren suspendidos. Confinamientos en dos escuelas. En la nueva ola de brotes de la variante delta de covid por toda China, la ciudad de Pekín ha detectado hasta ahora poco más de un puñado, cerca de 40 casos entre 22 millones de residentes, pero redobla sus medidas de precaución. En un país que ha apostado por mantener la tolerancia cero contra la pandemia, las autoridades no quieren correr riesgos, cueste lo que cueste. Y menos a una semana de una reunión política fundamental para su Partido Comunista y el presidente Xi Jinping, el pleno del Comité Central.

Este viernes la Comisión Nacional de Sanidad anunciaba 78 nuevas infecciones locales en China. Eso eleva a 1.129 el número de contagiados con síntomas en esta nueva ola de brotes, que afecta ya a 19 provincias chinas y por extensión geográfica es la mayor desde el primer brote detectado en Wuhan al comienzo de la pandemia. A esas cifras hay que añadir otros 426 casos asintomáticos, que las autoridades chinas contabilizan por separado.

El resto del mundo, incluidos países como Australia o Singapur que inicialmente apostaron por la erradicación absoluta del virus, se ha resignado a convivir con la covid, en mayor o menor grado, y volver poco a poco a la normalidad. China ha decidido resistir, mantener sus fronteras cerradas casi herméticamente y continuar una política de tolerancia cero frente al virus que ha dejado hasta el momento una incidencia de menos de 100.000 casos oficiales entre su inmensa población. El propio presidente chino, Xi Jinping, no ha viajado al exterior desde hace 21 meses, cuando estalló la pandemia, y no ha asistido a cumbres como la actual COP26 en Glasgow sobre el cambio climático, o la del G-20 el fin de semana pasado en Roma. Pekín considera que, a la larga, esa intolerancia le acarreará beneficios económicos. Y políticos.

En la capital, las precauciones contra la covid son patentes. Desde que comenzó la nueva ola de infecciones, inmediatamente después de las vacaciones por la fiesta nacional a primeros de octubre, las autoridades de Pekín recomiendan a sus habitantes que no salgan fuera del territorio municipal a menos que sea estrictamente necesario. Si se viaja, y los residentes se desplazan a lugares donde se ha confirmado algún caso, corren el riesgo de no poder volver hasta haber completado una cuarentena de 21 días. En respuesta a la petición de las autoridades de extremar el cuidado, las calles aparecen más desiertas; el metro, menos transitado. Han regresado a las puertas de los complejos residenciales los vigilantes que toman la temperatura y los datos a quienes entren, y algunas de las atracciones turísticas más populares han cerrado sus puertas. Esta semana, los aeropuertos pekineses cancelaron la mitad de sus vuelos debido a los nuevos brotes, y las estaciones de tren han hecho lo propio con las rutas desde 23 ciudades con casos confirmados.

En otras ciudades también se adoptan medidas radicales. Lanzhou, la capital de Gansu ―en el noroeste, y una de las provincias más afectadas por el nuevo brote―, ha confinado a sus cuatro millones de habitantes. En Chongqing, de 23 millones de habitantes, se llevan a cabo pruebas masivas; la ciudad de Changzhou, en el este, ha suspendido las clases escolares presenciales y ha pasado a impartirlas en línea. El parque temático de Disneylandia en Shanghái cerraba con 30.000 personas dentro para efectuarles pruebas tras una alerta de contagio; dos trenes en ruta a Pekín se detenían en mitad del trayecto la semana pasada, después de que un miembro de su tripulación quedara identificado como contacto de un positivo, y los 211 pasajeros quedaban en cuarentena en ciudades cercanas.

“Cada localidad debe cumplir firmemente la política de defensa externa contra la importación [del virus], defensa interna contra los rebrotes”, ha declarado en rueda de prensa el portavoz de la Comisión Nacional de Sanidad, Mi Feng. “No se pueden relajar las medidas actuales de control”.

La inflexibilidad se ha extremado ante la cercanía del pleno del Comité Central del Partido Comunista de China. El encuentro reunirá a lo más alto de la jerarquía china durante cuatro días la próxima semana en un hotel de Pekín, donde se espera una resolución sobre la historia del partido ―la tercera en un siglo― que refuerce aún más la figura de su secretario general y jefe del Estado, Xi Jinping.

A la dureza también contribuye la proximidad de los Juegos Olímpicos de invierno de 2022, de los que Pekín será anfitriona, y para cuya inauguración quedan menos de 100 días. Esa competición se desarrollará en una burbuja tan estricta o más que la de Tokio, sin público de otros países.

Pero la aplicación de unas duras medidas de contención contra el virus forma parte de la estrategia del Gobierno de Xi desde los primeros tiempos de la pandemia. Una estrategia que le ha reportado importantes beneficios: China ha sido la primera gran economía en iniciar la recuperación tras la crisis, y sus exportaciones se han disparado. El éxito de unas directrices difíciles o imposibles de aplicar en otros sistemas políticos ha catapultado el orgullo nacional, y ha dado pie a Pekín a alardear sobre la superioridad de su modelo.

Una tolerancia cero contra el coronavirus se ha convertido en uno de los elementos de la legitimidad del Partido, cuando a todas luces Xi se prepara a romper con la tradición política reciente de China y comenzar un tercer mandato de al menos cinco años en 2022.

“Bajo el firme liderazgo del Comité Central del Partido, con el camarada Xi Jinping como núcleo, nuestro país ha superado el impacto de la pandemia, coordinado medidas contra la enfermedad, mientras que el desarrollo socioeconómico ha logrado resultados significativos”, publicaba este martes el Diario del Pueblo, el periódico del PCCh.

Apoyo total de la población

El mensaje cala. “En China, en la lucha contra el coronavirus las personas son lo más importante. En Occidente, el dinero es lo más importante”, sostiene Wang, un trabajador en el sector de la restauración, mientras guarda cola para hacerse una prueba de covid en un puesto callejero del centro de Pekín. Salvo la comunidad extranjera, menguante debido a la dureza de las restricciones a la entrada en el país, y círculos acomodados acostumbrados a viajar al exterior, el apoyo a la estrategia oficial es mayoritario.

No hay señales de que la política de covid cero vaya, por tanto, a relajarse en un futuro cercano, pese a que el porcentaje de población vacunada en China ya supera el 76% y se han inoculado cerca de 2.300 millones de dosis, según las cifras de la Comisión Nacional de Sanidad. Dada la baja incidencia de covid dentro de las fronteras del país, se desconoce con exactitud hasta qué punto las fórmulas chinas son efectivas, especialmente contra la variante delta. La inmunidad de rebaño se alcanzará quizá, según los expertos chinos, cuando se alcance el 80% de vacunados.

Aunque algunos científicos han hablado de la necesidad de convivir con el virus y relajar las medidas, esas voces se han acallado con rapidez. Por contra, el principal experto chino en la lucha contra la pandemia, Zhong Nanshan, ha defendido la conveniencia de continuar la estrategia actual.

“Algunos países han decidido abrirse por completo, aunque aún tengan algunas infecciones”, declaraba el especialista en enfermedades respiratorias a la cadena de televisión estatal CCTV. “Eso ha llevado a un aumento de las infecciones en los últimos dos meses, y por tanto han decidido volver a imponer restricciones. Estos cambios de postura al final acaban siendo más costosos. El impacto psicológico en los ciudadanos y la sociedad es mayor”.

Según Zhong, la estrategia china actual de cierre al exterior y mano dura interna contra el virus se va a mantener aún “durante un plazo considerablemente largo”. “De momento, la estrategia de transmisión cero no es demasiado cara; de hecho, es un método relativamente más barato”, considera.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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