_
_
_
_
_

Una fractura de unos 25 kilómetros de largo provocó el terremoto del Atlas en un área de fallas conocidas

El riesgo de seísmos cerca de Marraquech se ha minimizado por la falta de registros recientes en una región en la que la energía de las placas se acumula lentamente

Terremoto en Marruecos
Una mujer pasa junto a casas destruidas después del terremoto en el pueblo de montaña de Tafeghaghte, al suroeste de la ciudad de Marrakech, el 9 de septiembre de 2023.FADEL SENNA (AFP)
Javier Salas

El sur de la España peninsular y el norte de Marruecos se miran a través de una frontera geológica, la que separa la placa tectónica euroasiática y la africana. Allí, esos dos continentes chocan lentamente, provocando la fricción asociada a los temblores de tierra. Sin embargo, en los mapas de riesgo, las regiones al norte de esa grieta están mucho más oscuras que al sur, en Marruecos. Porque se dibujan en función de los datos de sismicidad recientes y la información es peor por debajo del estrecho de Gibraltar. Y aun así, la región golpeada por el terremoto de 6,8 al suroeste de Marraquech descansaba sobre una falla conocida, en una cordillera, la del Atlas, que se levanta precisamente como fruto del empuje entre las placas. Allí, la energía acumulada en esa falla ha generado una fractura de unos 25 kilómetros de largo por 20 kilómetros de ancho, en un deslizamiento del suelo de hasta 1,5 metros, según ha calculado el Servicio Geológico de EE UU (USGS).

“El mapa [de riesgo] se calcula probabilísticamente en función de los terremotos que ha habido. En el sur de la península Ibérica, conocemos varios de magnitud importante en los últimos 200, 300 años, y también otros importantes recientes, como el de Lorca”, explica el sismólogo Itahiza Domínguez, del Instituto Geográfico Nacional (IGN). Es decir, se cuenta con toda una serie de seísmos que se han podido usar para hacer ese cálculo y, por eso, regiones como Murcia o Granada aparecen más coloreadas.

“En el norte de Marruecos también hay unos niveles de peligrosidad mayores, el problema es que en esa zona [donde ha ocurrido el terremoto] apenas hay valores altos, quitando Agadir, que es donde hubo otro gran terremoto de magnitud 5,8, pero cuyos efectos se ciñen solo a una zona muy concreta”, desarrolla el experto. “La peligrosidad se calcula usando los datos que tenemos, y si no tenemos datos, no podemos saber que hay una peligrosidad”, resume.

El terremoto que sacudió el Atlas el viernes por la noche ha sido de magnitud 6,8 —30 veces mayor que el de Agadir, que mató a más de 12.000 personas— y ha afectado a 100 kilómetros a la redonda. Desde entonces, el IGN ha registrado unas 40 réplicas mayores de magnitud 3, y dos de magnitud superior a 4 (el último, de 4,2 a las 9.00 horas (hora local), este domingo en Marruecos).

Los datos con los que contaban los sismólogos sobre esta región (hasta esta semana) es que allí está el Atlas, unas montañas que crecen debido al choque continental, y hay reconocidas fallas geológicas en la zona, pero con una sismicidad escasa, porque no es continua en términos geológicos. “Eso despista un poco, puede hacer pensar que no parece una zona donde se acumule energía. Y en este caso es un error, evidentemente, ahora nos hemos dado cuenta. Es algo que ha pasado otras veces en otras zonas del mundo, donde a lo mejor no se esperaba un gran terremoto, y al final ha ocurrido”, añade Domínguez.

Placas que chocan lentamente

Las placas tectónicas africana y euroasiática no se mueven una contra otra a gran velocidad: por eso los tiempos de recurrencia son muy largos en esta región, es decir, el periodo que discurre hasta que una falla acumula la suficiente energía para que se pueda generar un gran terremoto. Cerca de Marruecos, la placa euroasiática se mueve hacia el sur y el este en relación con la placa Nubia (la africana), a un ritmo de tan solo 4 milímetros al año. “No es como en Japón o en Chile, que cada 50 años o 100 años van a tener un gran terremoto seguro, aquí tarda más tiempo”, aclara Domínguez. Quizá el mayor terremoto sufrido en Marruecos se produjo en 1624 cerca de Fez, en el noreste de Marruecos, pero no hay registros directos.

“En esta región, el límite [de las placas] es muy complejo, con múltiples zonas de deformación activa en lugar de una única falla bien definida”, explica en un artículo la experta en placas tectónicas Judith Hubbard. “Debido a que los movimientos relativos son lentos, es difícil utilizar herramientas como la geodesia para definir qué fallas están activas y cómo de rápido se mueven realmente. Como resultado, todavía tenemos mucho que aprender sobre el peligro que representan las fallas en esta área”, resume esta geóloga de la Universidad de Cornell.

Este seísmo ocurrió en las montañas a medio camino entre Agadir y Marraquech, a unos 500 kilómetros al sur del límite entre la placa tectónica africana y la placa euroasiática, donde no ha habido ningún temblor mayor de magnitud 6,0 en un radio de 500 kilómetros en torno al epicentro actual al menos desde 1900, cuando comienza a contarse con registros sísmicos científicos.

Eso explicaría que ni la ciudadanía, ni las construcciones, ni las autoridades hayan estado bien preparadas para una sacudida de estas dimensiones. Los edificios no eran sismorresistentes porque no se esperaba que tuvieran que serlo.

Brian Baptie, jefe de Sismología del Servicio Geológico Británico, coincide en el diagnóstico del experto del IGN: “Los terremotos son relativamente poco comunes en esta región de Marruecos, con la mayor actividad sísmica hacia el noreste, más cerca del límite de placas entre África y Europa”. “Sin embargo, en el pasado se han producido terremotos en las cercanías y los terremotos siguen siendo un peligro importante en esta región de Marruecos”, explica Baptie en declaraciones al servicio de información científica SMC.

“En el pasado se han producido terremotos en ese entorno y los terremotos siguen siendo un peligro importante en esta región de Marruecos. En 1960 uno de magnitud 5,8 sacudió la ciudad de Agadir, causando entre 12.000 y 15.000 muertes, lo que lo convierte en el seísmo más mortífero de la historia de Marruecos”, continúa Baptie.

Colin Taylor, profesor emérito de ingeniería sísmica de la Universidad de Bristol, explica: “Sabemos cómo abordar este problema, pero aplicar el conocimiento supone una enorme demanda económica y política a largo plazo. Marruecos no sufre grandes terremotos con tanta frecuencia, tal vez uno por cada generación, por lo que la conciencia pública disminuye y otros desafíos de la vida, más inmediatos, captan su atención e impulsan las agendas políticas”.

Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter e Instagram, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_