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‘Todo, a todas horas, en todas partes’, contra los libertarios a la violeta

El libro de Stuart Jeffries, brillante y agotador, es muy útil para tener una visión abreviada y fragmentada de la filosofía del neoliberalismo: la posmodernidad

Todo, a todas horas, en todas partes
Jean-Paul Sartre (en el centro) junto a Michel Foucault (con un megáfono), en una protesta en París en 1969.GERARD-AIME (Gamma-Rapho / Getty Images)
Juan Luis Cebrián

La posmodernidad es la cultura del neoliberalismo. Esta es a la vez la conclusión y el prejuicio que ilustran el sugerente libro de Stuart Jeffries Todo, a todas horas, en todas partes, título que sin duda inspiró el de la pelícu­la premiada este año con el Oscar (Todo a la vez en todas partes). Esta se estrenó en marzo de 2022 en el festival de Austin (Texas) y el libro en cuestión apareció en el Reino Unido en noviembre de 2021. Otra cosa más tienen ambas obras en común, y es que son dignas representantes de la cultura posmoderna, a la que además ataca virulentamente Jeffries.

Biógrafo a su manera de los más dignos representantes de la Escuela de Fráncfort, el autor, que fue director adjunto del diario The Guardian, intenta ahora explicar el nacimiento y desarrollo de una posmodernidad que hoy día parece abarcarlo todo. Al igual que el neoliberalismo, ese movimiento cultural “se expresaba en términos de liberación”, pero a su juicio ha terminado por ser cómplice de la nueva tiranía del mercado.

Lo más paradójico y excitante es que esta obra anti posmoderna es una muestra ejemplar del posmodernismo mismo

El posmodernismo es una corriente artística y de pensamiento impulsada mayormente por intelectuales franceses e italianos que criticaron la existencia de una razón o verdad objetiva y universal. Hasta el punto de poner en cuestión la noción científica del saber. Como dijo Michel Foucault, uno de los parteros más reconocidos del posmodernismo, “cada sociedad tiene su régimen de verdad”, su “política general de la verdad” y también “sus encargados de decir lo que es verdadero”. De modo que verdad y saber son compañeros indispensables del poder, económico o político. Jeffries señala que ese pensamiento inicialmente liberador que pudo echar sus raíces en Mayo del 68 (prohibido prohibir) ha terminado por ser el mejor cómplice de la dictadura del mercado. “Apenas somos capaces”, dice, “de imaginar la política como una actividad comunitaria, porque nos hemos acostumbrado a ser consumidores en vez de ciudadanos. Los políticos nos tratan como consumidores a los que deben satisfacer”. Así que ya hemos visto a Pedro Sánchez anunciar que los mayores de 65 años podremos ir al cine por solo dos euros. Rebajas de primavera del proyecto socialista, convertido en una tienda del todo a cien.

Lo más paradójico y excitante es que esta obra anti posmoderna, tal y como está escrita, es una muestra ejemplar del posmodernismo mismo. Como en él, todo está a la vez y en todas partes. Trata de construir la verdad objetiva de la dominación neoliberal utilizando de manera subjetiva los destrozos del libertarismo cultural. Dividida en 10 capítulos, cada uno de ellos es un juego de inestables tríos en los que se enlazan relatos, entre muchos otros, sobre el patrón oro, los Sex Pistols, Madonna, Lyotard, Margaret Thatcher, la teoría queer, Quentin Tarantino, la guerra del Golfo, Steve Jobs, Diana de Gales, las políticas de género, los atentados del 11-S, Silicon Valley o la impagable deuda de nuestras economías. Son fragmentos desperdigados de esa única realidad neoliberal que nos esclaviza. Y lo hace hasta tal punto que ya no es precisa la existencia de ningún Gran Hermano que vigile nuestras vidas: gracias a los teléfonos inteligentes nos encargamos de hacerlo nosotros mismos.

Trump puede ser un posmoderno de catálogo, pero es excesivo definir a Thatcher como punk por ser destructiva

El libro resulta tan entretenido y brillante como en ocasiones confuso y agotador. Pero es muy recomendable para todo aquel que quiera tener una visión posmoderna, y por lo mismo abreviada, fragmentada y líquida, de en qué consiste la posmodernidad. En los albores del movimiento, Toni Negri percibió al hilo del “pensamiento débil” de Gianni Vattimo como un reverdecer del romanticismo. Entre nosotros, Alfonso Sastre apodó a los posmodernos de libertarios a la violeta. Yo mismo sentí a veces la tentación de comparar sus connotaciones estéticas y artísticas con los prolegómenos del nazismo. No extraña por eso que Jeffries describa a Donald Trump como un posmoderno de catálogo. Pero parece excesivo definir a Margaret Thatcher como representante de la cultura punk, basándose únicamente en su capacidad de destruir lo establecido.

Aunque la posmodernidad es, como su nombre indica, lo posterior a la modernidad, Matei Călinescu, filósofo rumano que ejerció su magisterio en Estados Unidos, la consideraba una fase de la modernidad misma. Antes ya había experimentado otras etapas y adoptado otras facetas, como la de las vanguardias, la decadencia o el kitsch. Si esto fuera cierto, habría que concluir que el posmodernismo no es nada más que la modernidad de nuestros días. “Es una paradoja”, dice ­Jeffries. Funciona tanto como coartada del orden neoliberal que como acusación contra él. Reconozco por eso haber disfrutado durante algunas horas de la lectura de su libro, que padece un exceso de citas y un defecto en su concepción: el intento de describir un proceso temporal, una historia de la cultura posmoderna que, en sí misma, no puede tener historia alguna, pues no incorpora ninguna noción de desarrollo. Por lo demás, participo de muchas de las matizadas críticas que hace respecto a los desvaríos de la cultura queer, o los aportes de la tecnología digital y las redes sociales a la potenciación de las peores formas de la actual cultura. Pero esos fenómenos no pueden confundirnos hasta el punto de suponer que la solución al nuevo desorden mundial, tan amenazante en lo universal como en lo cotidiano, es emprender el regreso al pasado. En opinión de Umberto Eco, bastará con “volver a visitarlo, con ironía y sin ingenuidad”. Para que el simulacro actual de nuestras vidas, tan posmodernas, no triunfe sobre la realidad.

Portada de ‘Todo, a todas horas, en todas partes’, de Stuart Jeffries.

Todo, a todas horas, en todas partes

Stuart Jeffries
Traducción de María Serrano Giménez
Taurus, 2023
472 páginas. 21,75 euros

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