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‘Sun & Sea’: estar en el teatro como en la playa

La ‘performance’ lituana que ganó el León de Oro en la Bienal de Arte de Venecia de 2019 desembarca en el Lliure de Barcelona

Imagen de la performance 'Sun & Sea'.
Imagen de la performance 'Sun & Sea'.Evgenia Levin
Raquel Vidales

El argumento de esta obra puede resumirse en una frase: una veintena de personas toman el sol en una playa y algunas de ellas cantan. Fin. Parece poca cosa, pero es que no se trata de una obra al uso. Es Sun & Sea, la instalación por la que Lituania ganó el León de Oro al mejor pabellón nacional en la Bienal de Arte de Venecia de 2019. Desde entonces se ha montado tanto en teatros como en museos y galerías de muchos países, lo que da idea de lo difícil que resulta clasificarla. Ahora está en el teatro Lliure de Barcelona, que ha quitado las butacas de su gran sala Fabià Puigserver para llenarla de arena, nada menos 30 toneladas llevadas desde la costa de Tarragona. Sus creadoras (la escritora Vaiva Grainytė, la directora escénica Rugilė Barzdžiukaitė y la compositora Lina Lapelytė) definen la propuesta como una “ópera-performance”. Pero ¿qué más da cómo la llamemos? Porque aunque parezca poca cosa mirar lo que hace habitualmente la gente en la playa, solo el hecho de sacar esa situación de contexto y meterla en un teatro provoca una sensación rarísima. Un extrañamiento que de pronto te hace verlo todo ridículo o maravilloso. Contribuye a ello la colocación del público de pie en unas pasarelas en lo alto. “Como si fuéramos pájaros observando las costumbres de la especie humana”, explica Barzdžiukaitė. Es un hallazgo esa estructura, que además rompe con la convención de poner al público en posición pasiva de abajo arriba.

Hay quien se echa una siesta mientras toma el sol, quien lee, quien teje, quien hace crucigramas, ejercicios de yoga, niños jugando a la pelota… Parece todo improvisado, pero se trata de un bucle de acciones prefijadas que dura 50 minutos y se repite durante varias horas mientras los espectadores van pasando por grupos cada media hora. Es tiempo suficiente para que se desate el extrañamiento. La potente luz blanca que ilumina a los bañistas lo potencia y nos sumerge en una especie de ensueño revelador. También lo fomentan las canciones que algunos ejecutan en directo ―en el grupo se mezclan intérpretes profesionales con voluntarios― y que conducen sutilmente hacia la reflexión sobre el cambio climático que quiere suscitar la performance. Aunque más que reflexión, lo que se genera en la sala es un estado de ánimo. Mucho mejor. Un dolce far niente que acaba resultando amargo, pues aunque no ocurre nada fuera de lo corriente, siempre parece que está a punto de desencadenarse algo gordo. Algo que crece silencioso por debajo de la cotidianidad y con la misma cadencia con la que avanza el cambio climático. Con ese fantasma pegado salimos del teatro.

No es esta una obra que provoque emociones fuertes, sino una suma de sensaciones. No solo invita a mirar y escuchar, sino también a “estar”. De la misma forma en la que se “está” en la playa. Disfrutando de la vida y la naturaleza, pero con la inquietud de que en algún momento puede subir la marea y mojarte la toalla.

Sun & Sea’. Texto: Vaiva Grainytė. Dirección: Rugilė Barzdžiukaitė. Dirección musical: Lina Lapelytė. Teatre Lliure. Barcelona. Hasta el 23 de octubre.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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