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COLUMNA
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El Mundial del 82 fue de Gentile y otras historias del fútbol de pillos

‘La hora de la verdad’ recuerda momentos épicos de todas las Copas del Mundo. La nostalgia tiende trampas cuando añoramos el juego de otros tiempos

Gentile marcando a Maradona durante el Italia-Argentina (2-1) jugado en Sarrià el 29 de junio de 1982.
Gentile marcando a Maradona durante el Italia-Argentina (2-1) jugado en Sarrià el 29 de junio de 1982.RAÚL CANCIO
Ricardo de Querol

Un anciano Sandro Pertini saltando en pie en el palco, un jeque kuwaití bajando a protestar al árbitro y logrando anular un gol, El Molinón cantando “que se besen” durante un empate amañado, la enésima decepción de La Roja, el Naranjito, los fascículos de Forges. Los que éramos adolescentes cuando se celebró el Mundial de España de 1982 no volveremos a sentir lo mismo con el que vuelve en 2030. No ya porque la FIFA rompa la magia del acontecimiento con ese reparto en seis países y tres continentes, con esos más de cien partidos entre 48 equipos, que necesariamente bajarán el nivel. Sino, sobre todo, porque no somos los mismos, ese problema es nuestro.

El fútbol forma parte de la memoria sentimental de buena parte de la humanidad. La serie británica La hora de la verdad, en Movistar+, trata de refrescar en nuestras cabezas, o darnos a conocer, las historias más épicas de todas las Copas del Mundo, con apoyo de la FIFA. En sus 10 capítulos no hay tantas imágenes de partidos, se agradecería alguna más, pero sí entrevistas con los protagonistas y con testigos de esas gestas. El foco es amplio, desde Yashin o Garrincha hasta Messi o Mbappé, pasando por Beckenbauer, Cruyff, Zidane o Iniesta. Con alguna mirada a los perdedores, como aquel Zaire que encajó un 9-0 o aquel El Salvador que se llevó un 10-1; también a los momentos feos, como la llamada batalla de Santiago en un Chile-Italia de 1962. Y con historias de los mundiales femeninos que recordaríamos si los hubiéramos seguido (no, el primero no fue el de Sídney): las de la asombrosa Marta, de Brasil, o la portera Christiane Endler, de Chile.

Es un sesgo de la serie dar muchos minutos a Inglaterra, cuyos duelos con Argentina se presentan como la mayor rivalidad en la historia del torneo. Es un poco exagerado mostrar como una historia de redención que David Beckham marcara de penalti a Argentina, desquitándose de una expulsión absurda anterior por la que fue vapuleado, sin llegar mucho más lejos tampoco esta vez. Eso sí, los ingleses tienen que rendirse a Maradona, que en el Mundial de México de 1986, en solo cuatro minutos, les hizo dos goles para la historia, uno con la mano y otro regateando a todo el que se le cruzaba. Eso sí que lo recordábamos.

De 1982 se repasa el triunfo contra pronóstico de Italia, que no contaba entre los favoritos. Empezó con tres empates, y su delantero Paolo Rossi llegaba en mala forma tras dos años sancionado (por amañar partidos). En la segunda fase la Azzurra cayó en el grupo de la muerte, con la Argentina de un joven Maradona y el fabuloso Brasil de Sócrates, Falcao y Zico. Al Pelusa lo secó el central Claudio Gentile cosiéndolo a patadas, alguna de las cuales duelen con verlas en televisión; ante Brasil, Gentile se las vio con Zico, a quien desgarró la camiseta, y se desató Rossi con sus goles, que siguió marcando hasta la final que puso en pie a su presidente. Gentile presume así de su gesta, muy celebrada en el país del catenaccio: “Ser astuto es hacer una falta sin que te pillen, porque es fácil hacer una falta flagrante. Digamos que yo era bueno en eso”. Cuenta también que Maradona le dijo de todo para sacarlo de sus casillas, lo que no logró; ambos se quedaron en la tarjeta amarilla, uno por dar duro y otro por protestar que le daban duro.

La nostalgia nos tiende trampas. ¿Acaso hay que añorar aquel fútbol? Hoy Gentile habría sido expulsado y el gol de la mano de Dios lo habría anulado el VAR del que tanto nos quejamos. Pero en nuestras jóvenes memorias quedaron grabadas esas pillerías, que eran también lecciones para la vida.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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