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Otras cuatro exgimnastas acusan al entrenador Pedro Mir de maltrato: “Me daban tales ataques de ansiedad entrenando, que me desmayaba”

Las deportistas, que elevan a 20 los testimonios contra el técnico, relatan haber sufrido abusos psicológicos y de poder. Tres tuvieron que recurrir a tratamiento y una ha sufrido trastornos alimentarios

Pedro Mir
El entrenador Pedro Mir durante la presentación de la Liga Iberdrola de Gimnasia femenina, el pasado 7 de febrero, en una imagen cedida por el Ayuntamiento de Palma (Mallorca).Ayuntamiento de Palma
Eleonora Giovio

Cuatro exgimnastas del equipo de gimnasia Xelska de Mallorca, uno de los más prestigiosos de España, se han sumado a las acusaciones de 16 profesionales del ámbito deportivo, publicadas por EL PAÍS, contra Pedro Mir Homar, director técnico del club y también entrenador del centro de preparación de élite de Palma, el Centre de Tecnificació Esportiva de les Illes Balears (CTEIB). Relatan haber sufrido y visto situaciones de abuso de poder y maltrato en sus años como deportistas en el CTEIB, cómo era habitual competir con lesiones y la presión para adelgazar. Afirman haber sido víctimas y testigos de menosprecio con el peso a diario: “Voy a coger un aparato con los que antes medían el pan para medirte el culo que te estás poniendo”. “Veo cómo te saltan las lorzas desde la otra punta del gimnasio”. “Te cansas porque estás gorda”. “¡Vaya michelines te están saliendo!”. También relatan haber visto situaciones en las que tenían que competir o entrenar llorando del dolor, y la dificultad para comunicarlo a Mir o a los otros técnicos porque, “eso también era motivo de regañina o castigos como ignorarte y hacerte sentir que no servías”. Aseguran, además, haber visto a Mir dar bofetadas a varias gimnastas menores y comparten la idea de otros exgimnastas consultados por este periódico de que el CTEIB era una “secta” de la que era complicado salir.

Tres de estas cuatro exgimnastas pidieron ayuda psicológica al dejar el centro en el que estuvieron en diferentes épocas entre 1998 y 2020. Al leer el reportaje publicado el sábado por este periódico, con acusaciones contra Mir de abuso de poder, maltrato, y atentar contra la salud del menor, decidieron contar su historia: “Todo lo que se relata en el artículo es real, hemos sido víctimas y testigos de ello. Los que dicen que no, lo hacen por miedo. Esperemos que nuestro testimonio sirva para abrir los ojos, porque Mir sigue entrenando a niñas de nuestra edad cuando empezamos. Ojalá el fiscal de menores nos hubiera citado a declarar”.

Por su parte, Pedro Mir Homar, que sigue en su puesto, ha negado las acusaciones a este periódico: “Ninguna gimnasta ni menor ni mayor de edad me ha denunciado. Tampoco ningún padre. Siempre he respetado muchísimo a mis gimnastas, nunca he usado palabras malsonantes ni las he llamado gordas ni culo gordo. Ni he dado collejas, como dicen algunos, ni tortazos”, asegura. También afirma que ninguna de sus gimnastas ha competido o entrenado lesionada: “Nunca he obligado a una gimnasta a competir si tenía un daño, lesionada o de baja”. Ni el Gobierno Balear, ni la Federación territorial de gimnasia han querido pronunciarse ni estudian ninguna medida. El Consejo Superior de Deportes (CSD), por su parte, reitera que aplica los protocolos cuando los casos se dan en Centros de Alto Rendimiento de los que tiene titularidad, pero que no tiene jurisdicción alguna fuera de ellos.

Los otros cuatro testimonios recabados por este diario insisten afirmar lo contrario de lo que sostiene Mir. Paula Rubí Gelabert tiene ahora 23 años y fue gimnasta del Xeslka y del programa de tecnificación desde los 10 hasta los 16 años. Era una de las deportistas con más proyección de su grupo. Abandonó el CTEIB en 2016. Su relato es contundente: “A los 12 quise dejar la gimnasia. Me costó decírselo a mi madre: al escucharlo, me dijo que fuéramos a hablarlo con Pedro [Mir]. No me dejaron dejarlo. Mi madre estaba a mi lado y era tal la manipulación que ejercían con nosotras y nuestros familiares que ella se posicionó con los técnicos. Las frases que escuché eran: ‘Si ir al colegio es una obligación, venir a gimnasia también’, o ‘piensa que si está aquí con nosotros no se está drogando en cualquier parque”. Y añade: “Fui obligada durante tres años a entrenar hasta que a los 15 mi cabeza no aguantó. Me daban tales ataques de ansiedad entrenando, que me desmayaba. El médico no encontró nada físico; por lo que los entrenadores decidieron que era puro cuento para no entrenar. La segunda vez que me desmayé, Pedro [Mir] dijo: ‘No le hagáis caso, lo hace para llamar la atención y no entrenar, hay que acostumbrarnos a esto hasta que se le pase’. Llegué incluso a estar a un paso de perder el conocimiento antes de un ejercicio de paralelas: avisé a una técnica y la respuesta fue: ‘Deja el cuento, sube y haz el ejercicio’. Al bajar, me desmayé”.

Y prosigue: “Cuando estaba ahí dentro sabía que no estaba bien, pero al final me lo llegué a creer. Yo no tenía herramientas para saber que lo que me estaba pasando eran ataques de ansiedad. Con lo cual me convencí de que, como no había nada médico, estaba todo en mi cabeza. Y me decía: ‘Vale, es cosa mía, me estoy imaginando cosas y me estoy volviendo loca’. Yo no tenía fuerza ni edad para imponerme, estaba a su merced. Tu baza son tus padres. Mi madre ahora me lo reconoce y me ha pedido disculpas: ‘No sé cómo lo pude hacer, si volviera atrás ahora no te lo haría de nuevo, te sacaría de allí la primera vez que me lo verbalizaras”. Rubí reconoce que pidió ayuda a la psicóloga cuando, en sus palabras, petó; dice también que desconocía que lo que había sufrido era abuso de poder y maltrato. Asegura que durante sus años en el CTEIB escuchaba a diario lo de “gorda” y que eso le generó luego un trastorno de alimentación. “Nos pesaban cada jueves antes del entrenamiento. Recuerdo que nos quitábamos hasta las horquillas o los coleteros para pesar menos. Escupíamos en el váter a ver si con menos saliva bajábamos un par de gramos. Pesando yo 50 kilos, me repetía: ‘No quiero ser una vaca’. Con mi mentalidad de ahora me parece una aberración lo que hacen, pero si desde los 10 años escuchas a diario palabras como gorda y lorzas, lo interiorizas. No quiero que vuelva a pasar esto con niñas tan pequeñas”.

Mir aseguró a este periódico que nunca llamó “gorda” a ninguna gimnasta, que siempre fue muy respetuoso porque su mujer, que también era entrenadora del centro, le “insistía en que tuviera cuidado con el lenguaje al trabajar con mujeres y menores”. Otra de las cuatro exgimnastas que ahora acusan a Mir, que dejó el CTEIB en 2017 y pide no ser identificada por miedo a represalias, subraya que “Mir no solo abusaba de su poder con las deportistas”. Así lo describe: “No sé hasta qué punto los otros técnicos están coaccionados por él, porque todos, salvo la profesora de ballet, acataban sus órdenes sin objeciones y seguían su ejemplo de criticar a gritos el cuerpo y el peso de las gimnastas”. Relata también haberse visto en esta situación: “Perseguí a una compañera hasta el vestuario para que no se metiera los dedos para vomitar. Cuando se lo comuniqué a una entrenadora, me contestó que la dejara, que lo hacía para llamar la atención”. Y asegura: “Hasta que no he sido mayor y he ido a la psicóloga, no me he dado cuenta de todo lo que estaba sucediendo. Y si nosotras, que estábamos allí cada día, no nos enterábamos [de que esas situaciones eran maltrato], los padres que solo tenían información por parte de Pedro, ¿cómo iban a saber lo que pasaba en los entrenamientos?”.

Una tercera gimnasta, que tampoco desea ser identificada, ingresó en el CTEIB con siete años y lo dejó en 2007. Corrobora el relato de las demás: “A mí me pegó y yo no era la que más recibía. Lo vi arrancarle el pendiente a una compañera del tortazo que le dio. Lo vi darle palizas a otras compañeras y [recuerdo] estar llorando, viéndolas sin poder hacer nada. Una vez me empujó contra un trampolín delante de la gente. Otra, me estampó contra una pared. Nadie se atreve a decir nada, porque lo llegas a normalizar. Su forma de abusar es ir tan pasito a pasito que no te das cuenta. Yo lo hice cuando conseguí salir de allí y empecé a ir a terapia”. Esta exgimnasta, que hoy tiene 32 años, relata que contactó con un abogado hace siete años porque se planteó denunciar a Mir. “Me contestó que si lo hacía sola y no había una denuncia colectiva que me olvidara, por si estaba prescrito y porque sin pruebas era complicado demostrar eso”. También afirma que se vio forzada a entrenar lesionada. “Yo tenía los codos machacados y le daba igual. Entrenaba habitualmente con dolor. Mir y los técnicos elegían a qué médicos o psicólogo ibas. No recuerdo el nombre del psicólogo externo al que fui, pero sé que en la primera sesión le contó a Pedro y a su mujer todo lo que le había verbalizado”.

Otro testimonio es el de Aida Coll, que fue gimnasta en el Xelska y en el programa de tecnificación desde los 10 años hasta los 19 (desde 2011 hasta 2020), y tiene ahora 23. “He sido testigo de la mayoría de esos abusos, tanto físicos, como una bofetada que vi en una ocasión, como psicológicos y de poder. He tenido que ver cómo amigas y compañeras se pasaban los entrenamientos llorando de dolor por alguna lesión”. También confirma que escupían saliva antes del pesaje: “Apenas comíamos ese día y tenías que enfrentarte a un entrenamiento de cuatro horas y media en un deporte tan exigente habiendo ingerido solo un yogur. Éramos niñas de 13 años”. Igual que sus compañeras, no se dio cuenta de que todo lo que vivió allí no era normal hasta que dejó el centro. “Entras con 10 años, te pasas el día allí, horas y horas. No te relacionas con nadie y piensas que eso es lo normal y te dices: ‘Habrá que apechugar’”.

Relata también lo que se le hacía si se planteaba dejarlo, lo que define como chantaje emocional. “Te decían: ‘Esto es un compromiso, hemos hecho tanto por ti. Estás en un equipo, no puedes dejar tiradas a tus compañeras. Así como vas al cole tienes que venir a entrenar. Acaba al menos la ESO, luego acaba el bachiller’. Y ahí sigues”. Coll está estudiando un curso de enfermería y dice que hace cuatro años que no entrena. “Me paro a pensar ahora y digo: ¿cómo podía ser tan tonta? ¿Y mis padres? Pero ya sé que la culpa no fue mía ni de ellos”. Recalca esto: “Pedro intenta defenderse diciendo que nunca recibió ninguna denuncia por parte de una gimnasta o de unos padres, pero se debe a que todos estábamos sometidos a la misma manipulación continua y creo que eso tendría que haberse tenido en cuenta antes de archivar la causa”.

Mir fue acusado en bloque en 2022 por cuatro médicos y cinco fisioterapeutas de la entidad, que denunciaron a la Consejería de Asuntos Sociales y Deportes del Gobierno balear su comportamiento con las gimnastas ―menores de edad, en su mayoría, cuando estaban en el centro― durante años, al menos desde 2013. La consejería llevó el caso a la Fiscalía, que finalmente lo archivó ese mismo año porque las conductas señaladas de Mir no entraban en ninguna tipificación de delito, aunque recomendó estudiar sanciones administrativas, que el Gobierno balear desestimó.

Además, en 2021 ya había habido otro informe de otras tres profesionales del ámbito socioeducativo que habían entrevistado a 371 personas, entre deportistas, familias y personal del centro, dentro de un plan de detección de abusos, y también notificaron a la dirección del CTEIB situaciones de abuso de poder y maltrato verbal psicológico. Comunicaron de forma verbal su preocupación por la “violencia estructural y sistémica”. Notificaron también al IMAS, el servicio de protección del menor de Baleares, lo que habían detectado el centro. Además, cuatro exgimnastas que hablaron con este periódico relataron “abuso de poder”, “machaque normalizado”, “maltrato físico y psicológico constante” y “tiempos de baja de seis meses después de cirugías importantes que se convertían en dos y medio”. Una quinta, que se tuvo que retirar por las lesiones, confesó que con 12 años se sintió forzada a competir.

Fuentes de la consejería de turismo, cultura y deporte del Gobierno balear, del que depende el CTEIB, aseguran a este periódico que en principio no van a hacer valoraciones: “Estamos mirándolo, tenemos que seguir estudiándolo a ver de qué se trata. Si es algo nuevo, posterior a 2022, no tenemos constancia. Si es antiguo, ya pasó por Fiscalía de Menores y fue archivado”. La Federación territorial de Gimnasia dice, en cambio, que el Centro no depende de ellos y ni tiene nada que ver con ellos, que la Federación “se limita a dar la licencia a un club [Xelska, en este caso] porque para poder competir tiene que estar adscrito a ella”.

Si conoce algún caso de abusos en el deporte español que no haya visto la luz, puede escribir a: abusos@elpais.es

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Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.
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