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La batalla de las enfermeras por ganar competencias no se queda en prescribir ibuprofeno y paracetamol

El Ministerio de Sanidad ha publicado seis guías para que puedan indicar medicamentos en varios procesos, pero la aplicación es muy desigual por comunidades y el colectivo pide más autonomía

Enfermeras
La enfermera y adjunta de dirección del centro de Atención Primaria de Barcelona pasa consulta con una paciente.Albert Garcia
Pablo Linde

Las enfermeras han dado este año un pequeño paso en una reivindicación histórica: ampliar sus competencias y conseguir el reconocimiento legal de algunas de las tareas que ya hacen. El Ministerio de Sanidad ha publicado una guía para que puedan indicar ibuprofeno y paracetamol en procesos gripales. La noticia fue bien recibida por la profesión, aunque, en general, la consideran más simbólica que práctica, dado que un ciudadano ya puede comprar estos medicamentos sin prescripción alguna (con menos principio activo por pastilla, eso sí). Es parte del camino que quieren completar para poder prescribir sin limitaciones todo fármaco que entre dentro de los procesos que ellas tratan (el colectivo se suele autodenominar en femenino por una abrumadora mayoría de mujeres) y que se suma a otra demanda en marcha: subir su nivel en la administración de A2 a A1, del que gozan la mayoría de los titulados con un grado (como es su caso) y que, además de mejor sueldo, da acceso a puestos directivos y de gestión.

La guía, publicada por Sanidad a principios de enero, se suma a otras cinco, que se refieren al tratamiento de heridas, quemaduras, ostomías, la anticoagulación oral, diabetes e hipertensión. Pero ese paso tiene que ser completado por las comunidades autónomas, que han de validarlas o adaptarlas para que estén en vigor. Según la información proporcionada a EL PAÍS por la Federación de Asociaciones de Enfermería Familiar y Comunitaria (FAEFC), la mayoría no están todavía en marcha, pese a que el proceso comenzó en 2015 y a que la primera guía (la de las heridas) data de 2020.

La FAEFC constata que comunidades como Madrid y Andalucía han hecho grandes avances, pero, en palabras de su presidenta, Esther Nieto, en términos generales, “falta empuje político”. “Hay muchos lobbys médicos que se mueven para retrasar estas líneas de trabajo”, señala. En el caso de la guía para indicar medicamentos para la diabetes y la hipertensión, ha sido recurrida por la Organización Médica Colegial (OMC), que considera que, tal y como están redactadas, se puede entender que son las enfermeras las que tienen capacidad de iniciar y parar tratamientos, algo que consideran competencia exclusiva de los facultativos.

Tanto la FAEFC como los grandes colectivos del sector, como el sindicato mayoritario (Satse) o el Consejo General de Enfermería (CGE), reclaman un cambio más radical, que supondría modificar la ley del medicamento, que solo permite prescribir fármacos a médicos, podólogos y odontólogos. Por eso, todas estas guías hablan de “indicación” de fármacos, algo que según Nieto es solo una trampa semántica para evitar la palabra prescripción.

El Ministerio de Sanidad, por su parte, explica a este periódico que está estudiando la forma para reformular ley del medicamento para que las enfermeras puedan prescribir dentro de sus competencias.

En el día a día de muchos centros de salud, las enfermeras ya tienen esta responsabilidad, independientemente de que haya aprobada guía o no. José Luis Cobos, vicepresidente tercero del CGE, pone el ejemplo de los anticoagulantes orales (el más conocido es el sintrom): “El médico diagnostica, nosotros no decimos que la enfermera inicie el tratamiento. Pero después somos las que hacemos el seguimiento, vamos viendo los resultados de las pruebas, si la sangre está bien coagulada y cambiado en función de eso las dosis. Lo que hacen en este caso las guías es más bien dar una seguridad jurídica a lo que ya venimos haciendo”.

Otro ejemplo sería el tratamiento de una herida, un proceso claramente enmarcado en las labores de la enfermería. “Igual que aplico betadine, a veces necesito una pomada con un antibiótico o un corticoide que está sujeto a prescripción. Lo que reclamamos es que la enfermera pueda prescribirlo sin necesidad de un protocolo o una guía”, dice Cobos.

Mientras todo esté sujeto a guías, lo que pide la enfermería es aplicarlas y no retrasar su puesta en marcha, algo “poco operativo”, en palabras de Nieto. La guía que está recurrida por la OCM, de hipertensión y diabetes, versa sobre dos problemas que se enmarcan “en el campo de la enfermería”, porque son cuidados crónicos. “Si hay que realizar pequeñas modificaciones, eso se puede hacer muy bien desde consultas de enfermería, pero debemos tener todo el amparo legal. No queremos prescribir nada que esté fuera de nuestro ámbito competencial, no queremos prescribir un antibiótico para una amigdalitis, pero en una herida que sí es mi ámbito, sí debo decidir con mis conocimientos y práctica qué tipo de cura se va a realizar”, añade.

Es algo que ya sucede en otros países europeos, donde las enfermeras gozan de más competencias. El ejemplo más citado es el de Irlanda y Reino Unido, que llevan casi dos décadas de ventaja. “Hay multitud de investigaciones que demuestran que beneficia a todos: al paciente, porque le evitamos dobles visitas al centro de salud, ya que si la enfermera puede ser finalista, con capacidad para resolver todo el proceso, evitamos que tenga que ir a la consulta del médico. A este se le quita carga, y también al sistema. En los países donde lo hacen están encantados porque tienen tiempo para otras cosas”, señala el vicepresidente del CGE.

En un sistema al que le faltan médicos de primaria, que tienen agendas a rebosar, las enfermeras plantean esto como una contribución a mejorar la atención sanitaria y optimizar recursos. No fue casualidad que la guía para indicar antitérmicos y antipiréticos, que responde a una resolución de octubre de 2023, se aprobase en enero, en pleno pico de virus respiratorios.

La OMC cree que es positivo que las enfermeras ganen competencias. Pero, en palabras de su presidente, Tomás Cobo, debe tener unos límites: “El médico tiene que hacer el diagnóstico, como no puede ser de otra manera, y pautar tratamiento, que, con guías y en determinadas circunstancias, puede ser supervisado por enfermería, siempre y cuando no se interrumpa o suspenda sin consultar al médico”.

Cobo apuesta por la atención multidisciplinar al paciente, con implicación de médicos, enfermeras, fisios, farmacia... “Pero el que no entienda que esto tiene que ser liderado por un médico, no ha entendido nada. Y no responde a una ventaja corporativista, sino al tiempo que nos lleva adquirir conocimientos y competencias, por eso hacemos seis años de carrera y cuatro o cinco de especialidad”, puntualiza.

Ascenso de categoría

Otra de las batallas que libra la enfermería es subir de categoría. Antes del plan Bolonia, la carrera era una diplomatura, por lo que su techo en la administración era un nivel A2, mientras que las licenciaturas podían optar a ser A1. Desde que se aplicó el nuevo plan de estudios, hace 15 años, se trata de un grado de cuatro años, que tiene posibilidad de máster de especialización. Pero los contratos en la administración todavía registran esta “discriminación”, que afecta a unos pocos graduados, como son también los arquitectos técnicos o los ingenieros técnicos, por la herencia de las diplomaturas.

Lo lógico, en este contexto, sería hacer una sola categoría A que englobase a todos, en opinión de Paloma Repila, del sindicato Satse. Esto debería suponer una subida de sueldo para las aproximadamente 200.000 enfermeras que hay contratadas en el Sistema Nacional de Salud, algo poco viable a corto plazo, pero que se podría hacer poco a poco, según el sector. “No quiere decir que no pueda haber algunos complementos a aquellas carreras que tienen más créditos [medicina o farmacia son estudios con dos años más que la mayoría de los grados], pero el 90%, incluido enfermería, tiene 240 créditos y no tiene sentido que haya distintas escalas”, protesta Repila.

La menor retribución no es la única desventaja por pertenecer a una categoría inferior. Ciertos puestos de responsabilidad están reservados para los A1, como son los de dirección, gerencia, o determinadas tareas de investigación. José Luis Cobos, del CGE, pone el ejemplo de que un periodista que trabaje en el departamento de comunicación puede llegar a ser gerente del hospital, mientras que una enfermera, con la ley en la mano, no.

Aunque a efectos prácticos sí hay algunas enfermeras que ocupan direcciones de centros de salud, puede ser considerado irregular. Una sentencia de diciembre de 2023 del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura vetaba estos cargos para las enfermerías por la cuestión de la categoría profesional.

Sanidad asegura que dentro de la hoja de ruta para el desarrollo completo de las competencias de las enfermeras, está poner sobre la mesa, junto con el Ministerio de Función Pública, la recalificación de las categorías profesionales, algo que no solo afectaría a esta profesión.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.
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