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Más de la mitad de las dosis de nuevos fármacos contra la diabetes se salen de la financiación pública: “Los piden a gritos para adelgazar”

La efectividad de Ozempic para la pérdida de peso está llevando a muchas personas a usarlo pese a que no padecen la enfermedad

Inyecciones falsas Ozempic
Ozempic, indicado para pacientes diabéticos con obesidad, es uno de los medicamentos con más desabastecimiento en las farmacias.Mònica Torres
Pablo Linde

No es ningún secreto: los nuevos y revolucionarios fármacos análogos de la GLP-1 (el más conocido es Ozempic), que en España están indicados sobre todo para tratar a pacientes diabéticos, son ampliamente consumidos por personas que no tienen esta enfermedad y quieren perder peso. Es difícil saber hasta qué punto se dispensan fuera del uso para el que fueron aprobados, pero hay un dato que puede servir de aproximación: seis de cada diez envases vendidos en farmacias están fuera de la financiación del Sistema Nacional de Salud (SNS), según datos recabados por EL PAÍS procedentes de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) y la consultora HMR. Fueron más de dos millones de cajas de las 3,6 millones que se vendieron en 2022.

La alta demanda y la escasez de estos fármacos (están entre los que sufre mayor desabastecimiento en las boticas, según el Consejo de Farmacéuticos) ha llevado a la AEMPS a hacer varios llamamientos a los médicos ―el último en septiembre― para que se limiten a recetarlos exclusivamente a pacientes para los que están indicados. Solo hay una molécula de ese grupo aprobada para tratar la obesidad sin diabetes, la liraglutida, con unos resultados de pérdida de peso menores que los de la semaglutida, como el Ozempic el más vendido de esta familia de fármacos, que está aprobado en España solamente para personas con diabetes tipo II que no han sido controlados adecuadamente. En este caso (y solo en este), siempre que se haga desde la sanidad pública o las tres mutuas para funcionarios, están financiados por el SNS. La caja con cuatro inyecciones (que cubre un mes) pasa de valer 128,15 euros (1.537 al año) a 4,24 (un gasto de poco más de 50 euros anuales).

Este considerable ahorro hace suponer que la gran mayoría de los que se salen de la financiación pública se usan fuera de indicación. Un médico privado podría recetarlo a un paciente con diabetes y obesidad, pero tendría que pagar el precio completo, así que lo normal es que estas personas recurran a su centro de salud. Quienes buscan otras vías normalmente no cumplen con los requisitos para la prescripción subvencionada.

La receta fuera de indicación no es ilegal, y se puede hacer también en la pública. Pero debería restringirse a casos muy tasados. Francisco Camelles, vicepresidente del Programa de actividades preventivas y de promoción de la salud de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), pone un ejemplo: “Si tienes un paciente con una obesidad mórbida que le impide casi moverse y una artrosis de rodilla, lo primero que tiene que hacer es perder peso, aunque no tenga diabetes”. Porque en lo que coincide la media docena de médicos consultados para este reportaje es en que Ozempic es tremendamente eficaz para adelgazar. En los ensayos clínicos mostró en torno a un 15% de pérdida en 18 meses de tratamiento unido a cambios en el estilo de vida (sobre todo, más ejercicio y comida sana). En una persona obesa de 120 kilos esto supone quedarse en poco más de 100. Eso sí, se lo tendrá que pagar de su bolsillo si no padece diabetes.

Los datos recabados por este periódico, sin embargo, sugieren que no es para nada excepcional recetarlos fuera de indicación. Se basa en cifras proporcionadas por la AEMPS de todos los envases de medicamentos análogos de la GLP-1 dispensados en oficinas de farmacias con cargo al Sistema Nacional de Salud, que se nutre a partir de los datos suministrados por las comunidades autónomas, incluido el consumo a cargo de las mutualidades MUFACE, ISFASM y MUGEJU. Sumaron más de 1,5 millones en 2022 (últimos datos disponibles). Estos se restan a los que proporciona la consultora HMR sobre envases vendidos en farmacias de estos mismos medicamentos: 3,6 millones en el mismo periodo (ya sea con o sin subvención). Es decir, el 57% se sale de la financiación.

No obstante, en el repunte de ventas de esta familia de medicamentos también tienen que ver los que sí están financiados. Desde que comenzaron a dispensarse en 2019 (125.647 envases), su venta bajo indicación se ha multiplicado por 12,5. Y no crecen más porque los fabricantes no dan abasto para atender las peticiones que les llegan de todo el mundo. Novo Nordisk, farmacéutica que comercializa el Ozempic, se ha convertido en la empresa europea con mayor valor bursátil.

La fama del Ozempic

El Ozempic ha ganado una tremenda popularidad en los últimos años, después de que famosos influencers los usasen con éxito para perder peso. Cristóbal Morales, vocal de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) y endocrinólogo en Vithas Sevilla y Hospital Universitario Virgen Macarena, reconoce que en 21 años de profesión nunca había visto algo así en la consulta. Asegura que los pacientes que quieren perder peso “lo piden a gritos”. Eso no quiere decir que se lo recete a todo el que lo pide: “Tiene que ser alguien que quiera cambiar hábitos de vida, que quiera cuidarse. Si no, no es candidato”.

La decisión de restringir o no su uso va en la ética de cada profesional. Existe un mercado negro donde se vende por encima de su precio en farmacia. E incluso la Agencia Europea del Medicamento ha alertado de falsificaciones en algunos países de la UE. “A pesar de que son caros, la gente los está empleando para perder peso. Hay una demanda para esto, se están ofreciendo en clínicas estéticas”, asegura Carlos Miranda. SEMG. En las consultas de primaria algunos pacientes preguntan por el fármaco, según los médicos consultados, pero no es tan generalizado como en otros ámbitos. Y ahí las recetas están mucho más restringidas.

Rodrigo (nombre inventado de un caso real) tiene 45 años y estaba “rozando la obesidad”. De formación científica, sus antecedentes familiares de enfermedades metabólicas le preocupaban y por más que intentaba dietas y ejercicio, no conseguía bajar de peso. Después de mucho leer sobre el fármaco, se decidió a probarlo por su cuenta y riesgo gracias a un amigo farmacéutico que se lo podía proporcionar fuera de indicación (y, en este caso, sin prescripción siquiera, algo que sí se sale de la legalidad).

El cambio ha sido radical. “He pasado de comerme una pizza entera y querer coger de la siguiente, a estar saciado con un triangulito”, dice. Lleva siete meses tomándolo y ha perdido 12 kilos de los 91 que pesaba (un 13%). Ahora está estancado. Como sucede con frecuencia con este tratamiento, ha tenido problemas digestivos y su relación con la comida ha cambiado por completo. “Básicamente, te quita el hambre, no tienes ganas de cosas que antes sí, incluso sientes una cierta calma mental con esto. Tampoco te apetece beber. Yo solo lo hacía ocasionalmente, pero estuve en una boda, me tomé una copa y no podía con nada más”, relata.

Pero tiene un dilema: cómo dejarlo. Los ensayos clínicos mostraron que quienes lo dejaron recuperaron una media de un 50% del peso perdido en los siguientes 18 meses. Es el problema casi irresoluble de la obesidad, contra el que la medicina y la nutrición lleva décadas estrellándose. Ana de Hollanda, coordinadora del Área de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), recuerda que las inyecciones tienen que ser parte de un tratamiento global supervisado por un médico, que no vale con ponérselas y seguir el mismo estilo de vida.

Pero ni siquiera los propios médicos tienen claro cuánto debe durar el tratamiento. Y puede que explique parte del motivo de la prosperidad de Novo Nordisk: muy probablemente se convierta en un tratamiento crónico para millones de personas (un 16% de la población mayor de 18 años en España tiene obesidad y, casi la mitad, sobrepeso). Ya lo están pidiendo cardiólogos y hepatólogos por los beneficios que ha mostrado en hipertensión, reducción de daño al hígado y al corazón. Aunque los efectos secundarios más comunes a corto plazo son asumibles (los mayoritarios son indigestiones), hay otros que no resultan tanto: se han registrado ideaciones suicidas y problemas de nutrición, por ejemplo. Muy infrecuentes, pero que podrían ser preocupantes a nivel poblacional si se generaliza su uso. Y no se sabe todavía si puede ocasionar daños a más largo plazo.

Ozempic es solo el comienzo. Otro medicamento de la misma farmacéutica ya está aprobado en España para luchar contra la obesidad. Se llama Wegovy y es, en esencia, lo mismo que Ozempic con distinta cantidad de principio activo. Todavía no se comercializa porque Novo Nordisk no tiene capacidad para fabricar tanto como le demandan, así que restringe su venta por ahora a Estados Unidos, Reino Unido, Dinamarca y Alemania. Y, a las puertas, están otros medicamentos de esta misma familia de nueva generación todavía más efectivos, que pueden hacer perder más de un 20% del peso, el equivalente al método más eficaz hasta ahora: la cirugía bariátrica. “Estamos viviendo una revolución en el mundo de la obesidad, y los fármacos que vienen son otro nivel”, resume Morales.


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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.
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