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El sobrino que destapó el diario del cura pederasta: “El silencio de la Iglesia es lamentable, conocía desde hace décadas los abusos”

El joven que entregó las memorias secretas de su tío a EL PAÍS defiende su decisión: “O se está con las víctimas o se está con el pederasta”

Postal que el padre Pica, jesuita, envió a uno de sus sobrinos en 1978.
Postal que el padre Pica, jesuita, envió a uno de sus sobrinos en 1978.
Julio Núñez

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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Lo que parecía una caja vulgar de cartón cambió la vida de Fernando Pedrajas. Todo ocurrió en mitad de la pandemia, a comienzos de 2021, durante los días previos a la gran nevada que teñiría de blanco Madrid. Meses antes, la madre de Fernando había muerto y este había ido a la casa familiar que había quedado vacía para ordenar todo y ponerla en alquiler. Bajó al trastero y, escondida entre otros bártulos, encontró una caja cubierta de polvo y con la palabra “PICA” escrita en una de sus caras. Eran las cosas de su tío, el cura Alfonso Pedrajas, conocido por todos como Pica, jesuita y misionero en Bolivia que murió por cáncer en 2009. Dentro, se encontraban las pocas cosas del religioso que habían llegado desde el país andino: el pasaporte, algunos libros, un puñado de fotografías y un archivador de color verde que parecía contener el diario de su tío. El título del legajo, mecanografiado en la primera página, era Historia.

Este es el comienzo de la intrahistoria del caso de abusos que esta semana ha sacudido a Bolivia. En ese documento, Pica admitía que había abusado de decenas de menores mientras era profesor en varios colegios de la orden en Bolivia, donde vivió entre 1960 y 2009. También cuenta cómo lo confesó a sus superiores y la orden lo encubrió. EL PAÍS recibió el diario de manos de Fernando y publicó su historia el pasado domingo, con el relato de víctimas y allegados. 48 horas después, el procurador general del país andino ha abierto una investigación, los jesuitas han apartado a ocho ex altos cargos de la orden y la Iglesia de Bolivia ha pedido perdón. En España, país en el que nació Pica y al que viajó con frecuencia, la Conferencia Episcopal ha respondido con una frase a las preguntas de EL PAÍS: “Nos unimos al sentimiento manifestado por la Compañía de Jesús ante este doloroso caso en su comunicado y a las iniciativas que han dado a conocer”.

El sobrino del cura pederasta accede a una entrevista para contar cómo sucedió todo.

Pregunta. ¿Qué sintió cuando leyó el diario?

Respuesta. Tardé en hacerlo. Cuando lo encontré vi que era algo que merecía la pena ser leído, pero ahí se quedó. Meses después, cuando vacié la casa para alquilarla, comencé a leerlo. Al principio disfrutaba, porque en las primeras páginas mi tío narra cómo recorre cientos de kilómetros por Bolivia para dar misa y ayudar a los pobres. Me parecía bonito. Pero cuando me adentré más, descubrí que Pica fue un pederasta y que la orden lo protegió. Sentí miedo, asco. Me llevé un chasco, un desencuentro absoluto.

P. ¿Qué relación tenía con él?

R. Siempre sentí que teníamos cierta conexión. Tenía unas dotes artísticas con las que en cierto modo me identificaba. Creo que él lo vivía de igual manera. Empecé a tocar la guitarra cuando tenía 10 años. Pica fue uno de mis primeros maestros.

P. ¿Qué sucedió cuando contó todo al resto de familiares?

R. Tardé también. Tuve que digerir toda esa información. Tardé en asimilarlo. En febrero de 2022, envié un correo a toda mi familia y les hice llegar el diario. Recibí pocas respuestas. El apoyo que he tenido, desafortunadamente, lo puedo contar con los dedos de una mano. Pienso que prefieren mirar hacia otro lado.

P. ¿Qué hizo después?

R. Tenía muy claro que debía hacer dos cosas: una, ponerlo todo en manos de las autoridades; y dos, acudir a la prensa. Escribí un mismo email en el que esbozaba la historia y lo envié, por igual, al actual director del colegio Juan XXIII [centro donde han aparecido más víctimas de Pica], Luis Carrasco; al directorio de J23, la asociación de antiguos alumnos de este colegio; a todas las organizaciones dedicadas a la protección de víctimas de abusos a menores que conseguí encontrar en Google y a los principales medios de comunicación.

P. ¿Cuáles fueron las respuestas?

R. Respecto a los medios, fueron muchas, pero yo quería que lo investigara EL PAÍS. Estaban investigando el tema a fondo y además era un periódico con presencia en Latinoamérica. La primera persona que contactó conmigo desde Bolivia fue Luis Carrasco, director actual del colegio. Me dijo que él no conocía nada de esta historia y que, por tanto, él no estaba en disposición de poder ayudar. A través de este señor, los jesuitas se pusieron en contacto conmigo, en concreto, un sacerdote jesuita que se llama Osvaldo Chirveches, exprovincial y director de la delegación de ambientes seguros de la orden.

P. ¿Cómo fue esa comunicación?

R. Me pidió que tuviéramos una reunión y accedí. Pero le respondí en un correo electrónico que me gustaría que asistiese también Carrasco, en copia en el mismo mensaje. Y este me contestó que, como no tenía internet, no podía. Me lo contestó por email. Esa fue la última comunicación del director del colegio donde mi tío abusó de una cantidad de niños incontable. En este punto yo decidí divulgar todo esto.

P. ¿Pero no siguió en comunicación con los jesuitas?

R. Sí, Chirveches insistió mucho en que le enviara el diario. Pero yo no confiaba.

P. ¿Y las autoridades eclesiásticas españolas?

R. Decidí llevar la denuncia a la archidiócesis de Madrid, donde vivo. Pero, a día de hoy, no he conseguido darles el documento. He ido como en cinco ocasiones y no he conseguido identificar siquiera a la persona que me tenía que atender para recoger el documento. Después de dejarle mis datos, teléfono, email y que nadie me llamase, he dado por perdida esa vía. Impresentable.

P. ¿Qué sucedió con los antiguos alumnos?

R. A la asociación de antiguos alumnos le ofrecí el diario por si lo querían utilizar para poner una denuncia en Bolivia, pero que, si lo quería para divulgarlo, prefería que lo hiciera primero la prensa. Para mí, era imprescindible que toda la información que se publicase hubiese sido previamente contrastada. En ese momento no aceptaron y decidieron no denunciar. Seguí hablando con ellos de manera muy cordial y siempre se mostraron muy colaborativos. Y, por supuesto, tendrán el diario inmediatamente. Les pertenece y deben leerlo.

P. ¿Le ayudaron a localizar a víctimas?

R. Sí. Las víctimas han sido clave para que todo saliera adelante. A ellas, y a las que no he conocido, me gustaría decirles que siento mucho que tuvieran que pasar por una situación tan espantosa, que no puedo ni imaginar. Pero también que no están solas.

P. Llevó el caso a la Fiscalía

R. Sí, pero fue archivado. Mi tío está muerto y es evidente que está prescrito. Una víctima declaró desde Bolivia, aunque la asociación de antiguos alumnos, como entidad, decidió no apoyarla. Pero voy a intentar reabrir la denuncia para que las personas que conocieron los abusos que cometió Pica y lo encubrieron sean juzgadas. Ahora, mi intención es crear una agrupación de víctimas que apoyen una denuncia general para presentarla aquí, en España. Aunque sean anónimamente. Conozco la identidad de muchas de las víctimas que todavía no se han pronunciado. A ellos les digo: muchas ocupáis puestos importantes dentro de la Administración pública en Bolivia. Vuestra colaboración es importante. Les animo a que me manden un email a la siguiente dirección: asociacionvictimasj23@gmail.com. Es el momento de actuar.

P. El diario también es una historia sobre el encubrimiento.

R. Es lo más alarmante de todo. No sé ni cómo llamarlo de lo repugnante que es. No se pueden escudar en el secreto de confesión. Marco Recolons [único encubridor que habló con EL PAÍS] tiene que ser juzgado. Y si se demuestra que tenía conocimiento [de los abusos], tiene que asumir las consecuencias. El silencio de la Iglesia es lamentable. Conocía desde hace décadas los abusos cometidos por Pica y de otros jesuitas. Lo ocultó con mentiras y continúa mintiendo sobre el caso.

P. ¿Siguen mintiendo?

R. Sí. Recibieron más denuncias de abusos, de Pica y de otros curas.

P. ¿Qué opina sobre las reacciones tras la publicación del reportaje?

R. Hay una cosa que me parece totalmente significativa. Los jesuitas han apartado a ocho personas de su cargo en 48 horas, cosa que nunca había sucedido con tanta diligencia. Es una evidencia más de que conocían la situación. Esta medida ha ocurrido debido a la publicación, que también afortunadamente ha tenido un impacto sorprendente en los medios de Bolivia y en las instituciones.

P. ¿Qué espera ahora?

R. Nos asomamos a la punta del iceberg. Esperemos que, como mínimo, los implicados que encubrieron todo esto y siguen vivos sean debidamente juzgados y condenados. Y que por parte de la Iglesia católica haya una compensación hacia las víctimas.

P. Muchos ven el paso que usted ha dado como un acto anómalo y valiente, al manchar deliberadamente el nombre de un familiar suyo.

R. Para mí no es un acto de valentía. Creo que los familiares de los agresores deben dar un paso adelante. Denunciar sin lugar a duda. En este camino no cabe la equidistancia. Se está con las víctimas o se está con el pederasta, o se denuncia su comportamiento o se le encubre. No hay matices.

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