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50 veces más potente que la heroína: el uso del fentanilo se multiplica por cuatro en España bajo estricta seguridad

El opioide necesita un visado especial en algunas de sus presentaciones para evitar una grave epidemia como la que ha provocado en Estados Unidos

Un hombre fumaba fentanilo en diciembre de 2021 de Albuquerque (Nuevo México, Estados Unidos).
Un hombre fumaba fentanilo en diciembre de 2021 de Albuquerque (Nuevo México, Estados Unidos).Europa Press/Contacto/Roberto E. Rosales
Pablo Linde

El fentanilo, un opioide 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina, tiene presentaciones ultrarrápidas que pueden aliviar un dolor fortísimo en pocos segundos y dejar a quien lo toma en un agradable estado de euforia y bienestar durante un par de horas. Estas características lo convierten en un fármaco útil en determinadas situaciones, pero con un peligroso potencial adictivo. La sustancia, en distintas presentaciones, se va abriendo paso en España, pero los estrictos controles a los que está sometido están evitando por el momento que genere un problema de salud pública como el que han sufrido países como Estados Unidos y México, que suman miles de muertes anuales por su mala utilización.

Aunque no es el opioide más usado (el tramadol es mucho más frecuente), sí es el que más crece en términos relativos. Según la última Encuesta sobre alcohol y otras drogas en España (EDADES), se multiplicó por cuatro en solo dos años: en 2020 lo habían consumido el 3,6% de las personas que habían usado opioides alguna vez en su vida, porcentaje que llegó al 14% en 2022.

Justo en ese periodo (en 2021), el Ministerio de Sanidad impuso un visado especial para recetar el fentanilo de acción ultrarrápida. Se trata de un control especial para restringir su uso a una situación muy concreta: un dolor oncológico disruptivo. Es decir, solo se debería administrar a personas con cáncer que sufran picos muy fuertes, no para los dolores crónicos de estos u otros pacientes. Miguel Vázquez, de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), explica que el visado es un procedimiento habitual, sobre todo en medicamentos muy caros, de forma que se controla que su financiación se limita solo a quienes está indicado. “En el fentanilo el problema no es el precio, sino la seguridad”, matiza.

Todos los fármacos tienen unas indicaciones concretas: están aprobados para tratar determinadas enfermedades o dolencias. Pero en la mayoría de ellos queda a juicio del médico, de acuerdo también con el criterio del paciente, usarlos para aplicaciones que no son para las que están específicamente aprobados. Esta premisa permite una mayor flexibilidad y autonomía a los facultativos cuando se encuentran con problemas de salud que no se solucionan con los medicamentos de primera línea, o para los que han dejado de hacer efecto.

Pero este margen también se puede convertir en un peligroso agujero cuando se trata de estupefacientes con capacidad de adicción. Las autoridades sanitarias mundiales veían con mucha preocupación cómo una epidemia de opioides ha arrasado Estados Unidos, donde la mala prescripción de estos medicamentos y el mercado negro han generado cientos de miles de adictos y unas 200 muertes diarias. “Los pacientes sienten cómo se calma el dolor, pero también tienen una sensación euforizante a la que se pueden acostumbrar”, señala Alicia Alonso Cardaño, coordinadora del grupo de trabajo de opioides de la Sociedad Española del Dolor. Lo que empezaba siendo un tratamiento acababa convirtiéndose en una verdadera adicción. En otros casos, directamente llegaba al mercado negro para un uso recreativo similar al que se hace con la heroína. Se han encontrado restos de esta sustancia incluso en muestras de cocaína.

Esto es justo lo que las autoridades tratan de evitar en España. Así lo resumía Joan Ramón Villalbí, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, en una comparecencia en el Congreso a finales del año pasado: “El consumo de analgésicos opioides, tanto prescritos como sin prescribir, tiene una leve tendencia a incrementarse. Esto en parte está bien, porque seguramente años atrás habría personas que tenían dolor, que no se trataba suficientemente bien, y su calidad de vida empeoraba mucho, pero el potencial adictivo de estos medicamentos hace que tengamos que estar muy alerta. Por eso, el ministerio ha puesto en marcha, junto con las comunidades autónomas, un plan de opioides, con el que se intenta supervisar la prescripción y restringir la prescripción de aquellas formas farmacológicas más propicias al mal uso o al desarrollo de adicción”.

Según Alonso Cardaño, los aumentos de consumo que se han producido en el uso en los últimos años en España no se producen en los de acción ultrarrápida, sino en los de acción lenta, que permiten una toma cada 12 o 24 horas del fármaco —“una administración muy cómoda para los pacientes”— o rápida, medicamentos con un efecto de entre seis y ocho horas. “Para los ultrarrápidos hay que hacer un informe personalizado. Justificar por qué ese fármaco es el adecuado para ese tipo de paciente y se tiene que estudiar cada caso. Pero conviene aclarar que el fentanilo es buena molécula, con buen perfil y una larga experiencia que se utiliza bastante”, añade.

Los expertos consultados aseguran que el uso inadecuado o fuera del circuito médico no es significativo y que, salvo algunas excepciones, no se están produciendo problemas como los de otros países. “Creo que fue más alarma que realidad, fruto de lo que se veía en Estados Unidos, pero lo que sucede aquí no tiene nada que ver. En España está bastante controlado y vigilado. Se han producido casos de tolerancias, pero de forma muy rara y esporádica”, dice Juana Sánchez, experta en dolor de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Esta doctora era en principio reacia al visado. “Limitaba un poco la acción del médico, que en cualquier caso no puede dejar prescrito de forma crónica un estupefaciente, lo tiene que revisar cada tres meses porque desaparece de la tarjeta sanitaria. Creo que el mejor mecanismo es la información, tanto al paciente como al profesional. Pero [el visado] sí ha servido para dar una señal a los médicos y que sean más cuidadosos con estas prescripciones”, señala Sánchez.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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