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Las olas de calor y la covid (sobre todo) causaron 34.000 muertes más de las previstas en 2022 en España

El exceso de mortalidad casi triplicó la media de los años previos a la pandemia, pero tiene precedentes peores, como 2015, cuando llegó a 39.000

Sanitarios atienden a una persona aquejada de un golpe de calor en Barcelona, el pasado 18 de julio.
Sanitarios atienden a una persona aquejada de un golpe de calor en Barcelona, el pasado 18 de julio.ángel garcía (Bloomberg)
Pablo Linde

En España murieron en 2022 casi 34.000 personas más de lo previsto. A falta de consolidar las últimas semanas de diciembre, ese es el cálculo del MoMo, el sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas del Instituto de Salud Carlos III. La cifra casi triplica la media de los cinco años previos a la pandemia (13.751), pero no es del todo extraordinaria: en 2015 el exceso fue mayor y superó los 39.000 decesos adicionales.

El exceso de mortalidad comenzó a subir de forma anómala al final de la primavera. En un verano anormalmente cálido, los cálculos del MoMo, que son un mero algoritmo basado en los años precedentes, atribuían a las temperaturas solo 5.876 decesos, una cifra que parece haberse quedado muy corta. El misterio era saber cuáles eran las razones reales que había detrás del incremento de la mortalidad, ya que las estadísticas oficiales de decesos por la pandemia tampoco eran suficientes para explicarlo.

Los expertos consultados por EL PAÍS aseguran que tras este exceso de mortalidad no hay causas únicas. Pero, conforme se van conociendo más datos y estudios, todo indica que detrás de esta anomalía están los que eran principales sospechosos: el calor y la covid, que sigue cobrándose cada día decenas de vidas.

El efecto del calor

El exceso del verano ya sumaba, por sí solo, más de 21.000 muertes. Muchos expertos en salud climática tenían serias dudas de que menos de un tercio de ellas fueran causadas por las temperaturas en unos meses en los que se solaparon olas de calor y en el que las mínimas fueron más altas que nunca. Los propios responsables del MoMo explicaron a este periódico que al ser un cálculo que se basa en datos previos, probablemente se habían infraestimado unas temperaturas tan extraordinarias.

Esto lo viene a confirmar un estudio revisado por pares que se publicará en marzo en la revista Epidemiology. Un grupo de investigadores de la Fundación para la Investigación del Clima, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad de Valencia y el Consorcio Español para la Investigación en Epidemiología y Salud Pública (Ciberesp) han calculado que las muertes realmente atribuibles al calor fueron el doble de las estimaciones oficiales: 12.000.

Dominic Royé, uno de los firmantes del estudio, explica que los algoritmos del MoMo “están anticuados” y que su análisis recoge de forma más fidedigna las muertes causadas por el calor. La investigación se basa en las propias cifras del Carlos III, pero redefiniendo el calor extremo, que es lo que según Royé dispara las cifras y las sitúan en niveles mucho más altos que los normales. El estudio calcula que 6.738 fallecimientos estuvieron causados por temperaturas moderadamente elevadas, y 5.316 por las extremas. El 60% de ellas se produjeron en el mes de julio.

“Lógicamente, es un cálculo, no se puede saber a ciencia cierta cuántas fueron causadas por las temperaturas, solo las que se manifiestan en un golpe de calor, que son un porcentaje muy menor”, razona Royé. Así lo explicaba a este periódico Hicham Achebak, investigador sobre la afección del cambio climático a la salud: “La mayoría de las personas que fallecen por el efecto de las temperaturas no lo hacen por estas causas, sino por un agravamiento de unas patologías base, que pueden ser del aparato circulatorio, respiratorio, personas que tienen diabetes, que padecen algunas enfermedades renales, por ejemplo. Y la mayoría de personas que sufren este agravamiento son las mayores, porque tienen menos capacidad para regular la temperatura corporal. La temperatura, además, no solo produce muertes, sino también un aumento de ingresos en hospitales”.

La covid continúa

En cualquier caso, si se restan estas 12.000 muertes por temperaturas a las 34.000, todavía quedaría un exceso de 22.000 fallecimientos en 2022, considerablemente por encima de la media antes de la pandemia. Y buena parte de ellos se explican, precisamente, por la covid. Según la última estimación del Instituto Nacional de Estadística, publicada en diciembre, en el primer semestre el coronavirus causó la muerte de 20.915 pacientes. De la segunda mitad del año todavía no hay cálculos.

Aunque la covid es hoy una enfermedad mucho menos peligrosa que cuando comenzó la pandemia gracias a la inmunidad natural por los contagios y a la proporcionada por las vacunas, un volumen de infecciones como el que ha habido en 2022 deja inevitablemente muchas muertes por el camino. Ya en las Navidades de hace un año se dejaron de contar de facto todos los casos, cuando los test rápidos se generalizaron. Y en marzo se abandonó el recuento oficial para centrarse solo en los mayores de 60. Imposible saber el número exacto de infecciones en toda la población, pero solo en primavera-verano superaron los 12 millones, extrapolando los datos de algunos estudios basados en encuestas de inmunidad, como la segunda encuesta de seroprevalencia de la Comunidad Valenciana.

Si la segunda mitad del año fue parecida a la primera en cuanto a número de muertes por covid, solo estas ya superarían el exceso de 34.000. Lo que sucede, cuenta Óscar Zurriaga, vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología, es que muchas personas muy vulnerables que en otras circunstancias seguramente habrían muerto a causa de otras infecciones ahora lo hacen por coronavirus. “Pero ahora estamos buscando con ahínco ese microorganismo”, señala.

Zurriaga pone el ejemplo de su propio padre, que murió antes de la pandemia: “Falleció por alguna infección que empezó como urinaria y se complicó. Estaba en un proceso de demencia muy avanzado, no buscamos qué microorganismo era porque estaba en una situación en la que cualquier complicación se podría desequilibrar. Con la covid a cualquier persona se le hace test, y si sale positivo, se atribuyen a covid defunciones que en otras ocasiones podrían pasar por neumonías sin filiar”.

Con esta explicación, Zurriaga no quiere quitar importancia al impacto que todavía hoy está produciendo el coronavirus: “Hay que darle su relevancia, porque no está superada. Seguimos teniendo todos los días un número de muertes no menor que no veíamos con la gripe. Ojalá fuera como la gripe”. Un año normal de alta mortalidad de esta epidemia venía causando unos 15.000 fallecimientos, muy por debajo de lo que ahora se calcula con la covid.

Otras causas

No obstante, expertos como Rafael Toledo, catedrático de Inmunoparasitología de la Universidad de Valencia, creen que las atribuciones de mortalidad del INE simplifican demasiado las cosas. “Al final se clasifica en causa última de muerte y se atribuye a covid, pero en muchos enfermos crónicos el fallecimiento se produce por varias patologías que interaccionan. Sobre todo en gente mayor, las muertes son muchas veces derivadas de varios factores que coinciden y alguno de ellos causa un desequilibrio. Aunque se atribuya finalmente a covid, seguramente no es la causa de fondo, porque sin esa comorbilidad no le habría llevado a la muerte”, sostiene.

En su opinión, en el exceso de mortalidad también pueden estar teniendo que ver factores como una atención sanitaria más deficiente derivada, justamente, de la pandemia: “A raíz del confinamiento y de las normas que se impusieron se dejaron de hacer muchos diagnósticos, sobre todo enfermedades crónicas, llegaron muchos tardíos en patologías como las cardíacas, en las que la detección a tiempo es muy importante. Probablemente, estemos pagando la consecuencia de todo ello. Tratar de centrar todo exclusivamente en covid es simplificar”.

Por unas u otras razones, si se analizan las gráficas del MoMo, se ve claramente que el periodo que causó el repunte en el exceso de mortalidad se centró en el verano. Al finalizar volvió a niveles que, siendo todavía elevados, entraban casi siempre dentro de la norma. En noviembre, por ejemplo, fue negativo: murieron 514 personas menos de lo previsto, algo habitual tras periodos de muchos fallecimientos.

Contando los años de pandemia, se acumulan tres con muy altos excesos de mortalidad, con el récord en 2020 (más de 73.000). Con la vida de la mayoría de la población totalmente restaurada, queda por ver si 2023 será el año en el que el número de fallecimientos vuelva también a la normalidad.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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