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Sangre y juguetes en un crimen machista anunciado en Escalona

La mujer de 33 años, embarazada de nueve meses, fue acuchillada por su marido a la vista de sus hijos, de 13 y 14

Lugar del asesinato machista de Elena en Escalona, Toledo. Foto: JAIME VILLANUEVA | Vídeo: EPV

Había todavía restos de sangre en la entrada. Gasas de los sanitarios empapadas, jeringuillas, tubos médicos abandonados. El jardín delantero del adosado donde vivían Elena B., de 33 años, sus dos hijos de 13 y 14, y su pareja y padre de los dos niños, Juan José, de 52, era la mañana del jueves un escenario macabro. Junto a los restos que hacían intuir el horror vivido en ese lugar solo unas horas antes, había un coche rojo de juguete, unas bicicletas, un carrito de bebé cargado de ropa. Y ningún vecino. Persianas bajadas, casas unifamiliares abandonadas en lo que prometía ser hace una década una zona residencial a orillas del río Alberche, pero de la que solo quedaron sus chalés sin apenas gente, un rincón alejado del pueblo con calles que llevan nombres de playas, aunque la costa quede demasiado lejos de Escalona, un municipio rural de Toledo.

La pasada noche del miércoles fue acuchillada ahí Elena B., embarazada de nueve meses. Su hijo, un varón que debía nacer el 2 de enero, no llegó con vida al hospital. Y el principal sospechoso del doble crimen, ya detenido, es su propio marido. Cuentan los que conocían bien a la pareja que hace al menos 13 años Juan José S. había dado algunas pistas de que convertiría la vida de Elena en un infierno: Ella puso una denuncia por violencia machista en 2009. La policía lo confirma: “Existía una denuncia de cuando vivían en Móstoles (Madrid), que fue archivada y que se encontraba inactiva, y no prosperó la orden de alejamiento que ella reclamó”.

A su amigo de la infancia Jesús Buissen le tiemblan las manos cuando señala la puerta de la casa de su amiga, precintada: “Yo sabía que esto iba a acabar así. Y ella también”. Alrededor de las nueve de la noche del miércoles, Buissen recibió una llamada. Era Rubén, el hermano de Elena. “Me la han matado, Jesús. Ese cabrón me la ha matado”, recuerda que repetía sin parar. Se conocían bien desde pequeños, todos se criaron en Móstoles en el mismo edificio. A Elena, cuando era niña, la cuidaba muchas veces la madre de Jesús y este se convirtió en su familia, como su hermano, nueve años mayor que ella.

Elena se fue de casa muy joven por problemas con su madre. Su padre ya estaba por ese entonces muy lejos de la familia. Y aprendió a buscarse la vida en la calle desde que era una adolescente, recuerda su amigo. Llegó a vivir en un hogar de acogida. Encontró trabajo en un supermercado. Y fue ahí donde conoció a Juan, que venía de Córdoba. De eso hace más de 15 años.

Cuando Jesús Buissen habla de Juan, tiembla todavía más. “Ya no sé si es el frío, la rabia, la tristeza…”. Más que empezar a salir como cualquier otra pareja, “él le dio una casa”, recuerda su amigo. Ella seguía siendo una adolescente y él era 20 años mayor. Vivieron en Móstoles unos años. En 2009 debieron saltar todas las alarmas: Elena denunció a su pareja por violencia de género. No ratificó la denuncia, como sucede en muchos casos. “Siempre le tuvo mucho miedo. Aunque ella era muy valiente. Es un hombre al que mucha gente teme en el pueblo. Siempre le decía que si se acercaba alguien a ella lo iba a matar, y se le veía capaz de cumplirlo”, señala Jesús.

Geolocalizada

Aquella fue la primera llamada de auxilio, la más importante. Pero convivió con el terror 13 años más, exactamente la edad de su hijo pequeño. La esposa de Jesús pide que se sepa un detalle: el coche de ella tenía un geolocalizador para controlar sus movimientos. “Solo lo sabíamos Elena, mi mujer y yo”, reconoce Jesús. Acaban de recordarle el dato a su hermano para que lo incluya en su testimonio judicial.

Señala su coche cuando la menciona, como si no tuviera ningún sentido que siga ahí si ella ya no está. En la entrada, un Renault Scenic gris, con el que se movía desde esa zona aislada, sin un solo comercio, hasta el pueblo. Con el que llevaba a sus hijos al colegio y al pequeño de 13, cuando podía permitírselo, a jugar al equipo de fútbol juvenil de Escalona. Y delante del Renault, el camión de la chatarra con el que Juan se desplazaba buscando restos por todos los pueblos de la zona. Unos cinco céntimos el kilo; si había suerte, conseguía 50 en un día, dos euros y medio que no alcanzaban ni para la gasolina. Como el sueldo no daba, Elena a menudo lo acompañaba y buscaban trabajo de lo que saliera: ayudando a los vecinos, limpiando parcelas.

Vivían en ese chalé de okupas desde hace más de 10 años, aunque según cuenta Jesús, esa casa nunca se llegó a vender después de construirse, y ningún propietario les ha reclamado nada. Como esta hay muchas otras que dan techo a la pobreza que escupe la capital, a solo una hora en coche de Escalona. “Estas casas [adosados] no las llegó a comprar nadie. Se construyeron con el boom inmobiliario y no vino nadie a vivir. Les cortaron la luz y el agua y ellos hicieron enganches y lo que podían para seguir viviendo ahí”, asegura Jesús.

Hasta este pueblo llegó Elena con sus dos hijos pequeños, porque ahí vivía su amigo con su mujer, que sí es del pueblo. Y fue aquí también donde decidió que no aguantaba más, que su relación estaba rota. Y donde conoció al padre del bebé que llevaba en su vientre. Lo llaman El Lolo y vivía a unos metros de su casa. Sus amigos prefieren no hablar mucho de él. Se cuenta en el pueblo que Juan intentó asesinarlo antes del verano y desde entonces se escondió en otro pueblo de la zona, sin que conste denuncia alguna. Fuentes de la Guardia Civil aseguran que se produjo un tiroteo en el que se vio implicada la familia del novio de Elena, pero relacionado con un asunto de drogas.

La noche del miércoles Elena y El Lolo habían planeado su fuga. Ella estaba haciendo las maletas y él iba a pasar a recogerla para irse juntos. Jesús se enteró de esto esa misma noche. “Fue el detonante”, señala convencido. El Lolo apareció esa noche para llevarse a los hijos adolescentes mientras el hermano de la víctima se encargaba de todo el papeleo. Los dos menores fueron testigos del asesinato de su madre. El pequeño, según cuenta Jesús, trató de frenar a su padre y “se le echó encima”. Y la mayor fue la que llamó al 112 y avisó a su tío. “Los hijos de padres maltratadores siempre saben lo que hay que hacer. Seguro que no es la primera vez que lo han hecho”, apunta Rosaura Fernández, que trabaja para la ONG El Granero de Efraín, que ayuda a los más pobres del pueblo y acompañaba a Jesús en la mañana del jueves.

El bebé no llegó a nacer. Después de las puñaladas que recibió su madre esa noche, los servicios de emergencia trataron sin éxito de practicarle una cesárea de urgencia en el jardín de la entrada a Elena, ya muerta. Pero el niño no resistió. Habría nacido en cinco días. Los restos de esa intervención de emergencia permanecen en la entrada.

Las autoridades han confirmado que Juan fue detenido por la Guardia Civil en la misma vivienda. No opuso ninguna resistencia. Y se encuentra en los calabozos del cuartel de Toledo a la espera de pasar a disposición judicial acusado del doble crimen.

En España, en lo que va de año, las cifras oficiales registran hasta ahora 46 asesinatos, 1.179 desde que hay datos. Este mes de diciembre se ha convertido en un mes negro de violencia de género. De confirmarse los últimos casos, serían 11 las mujeres que han muerto a manos de sus parejas o exparejas este diciembre, que ya es el mes con más feminicidios este año en España.

El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 52 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.

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