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En la mente de Alba, la acusada del parricidio de Vilanova: “Es fría e inexpresiva”

Los peritos niegan que la joven, acusada de manipular a un amigo para que matase a su padre, padezca un trastorno de la personalidad y descartan que tenga una inteligencia límite

Jesús García Bueno
Parricidio Vilanova
Alba Anreu e Isma Molina, en el banquillo de los acusados.Gianluca Battista

El juicio por el parricidio de Vilanova i la Geltrú (Barcelona) se ha adentrado este martes en la mente de Alba Andreu, la joven acusada de manipular a su amigo Ismael Molina para convencerle de que matara a su padre. La defensa de Alba, que afronta una petición de más de 34 años de cárcel por inducción al asesinato, sostiene que es una chica con una inteligencia muy limitada, incapaz de someter a alguien a su voluntad, que además sufre un trastorno por dependencia y tiende a la fabulación. Los peritos judiciales (independientes) han echado por tierra esa tesis y han presentado a la acusada como una joven fría, con dificultad para expresar las emociones, capaz de mentir en interés propio, con una inteligencia “normal” y que en ningún caso padece un trastorno de la personalidad.

La sesión del juicio ha parecido más bien un simposio sobre psiquiatría, con seis expertos frente al jurado popular: tres de parte de la defensa y tres peritos imparciales designados en su día por la jueza que investigó el caso. Todos ellos han conversado y examinado en algún momento a Alba, que fue detenida en noviembre de 2019, cinco meses después de que Ismael ―conocido como Isma― apuñalara mortalmente a su padre ―le convenció de que estaba dentro de una banda mafiosa y era un peligro para toda la familia―, incendiara el piso familiar de Vilanova y se deshiciera del teléfono móvil. El joven sufría entonces un brote de una esquizofrenia paranoide que no había sido diagnosticada y actuó, según la Fiscalía, siguiendo las instrucciones precisas de Alba, que le había manipulado para obtener casi 7.500 euros de su padre, hasta que este paró de darle dinero. La acusada creó un mundo imaginario para Isma: le hizo partícipe de un falso grupo ultrasecreto de los Mossos d’Esquadra e inventó para él una novia virtual, Júlia, que estaba embarazada de gemelos de él por inseminación artificial.

En un caso delirante en el que no hay una prueba directa de la supuesta inducción ―constan las llamadas que Alba hizo a Isma el 8 de junio, día del crimen, pero no su contenido―, la clave es la credibilidad del relato. ¿Fue Alba capaz de convencer a Isma para que matara a su propio padre? Y para responder a esa pregunta es importante saber quién es Alba y entender, hasta donde sea posible, cómo funciona su mente.

En el laberinto psicológico de Alba han emergido dos visiones de su vida y de su personalidad. Los peritos contratados por la defensa aseguran que, pese a que tiene 22 años, está en una etapa “preadolescente” y se comporta a veces como “una niña pequeña que no es capaz de venir sola al despacho de Barcelona porque no sabe moverse en el transporte público”, según una de las expertas. La perito ha admitido que Alba es capaz de mentir, pero que se trata de mentiras “fácilmente rastreables”. La joven envió a Isma la foto de una ecografía que, presuntamente, se correspondía con el embarazo de Júlia. “Era la primera foto que salía cuando buscabas en Google”.

La trayectoria académica de Alba ha servido a esos peritos para intentar dibujar un perfil de persona con muchas limitaciones. Han recordado que aprobó la ESO con un currículum adaptado, pero por “dificultades en lengua y matemáticas”. Alba, de hecho, nunca repitió y llegó a cursar un grado medio de administración jurídica que luego abandonó. “Una persona que termina la secundaria sin repetir no tiene un cociente límite”, ha replicado el psicólogo oficial que la visitó. La fiscal, además, ha recordado que durante el periodo en que ocurrieron los hechos vivió fuera del domicilio familiar con varias parejas, y desempeñó trabajos como empleada en supermercados. Los tests de inteligencia, han acabado admitiendo los peritos de la defensa, la sitúan en la franja media de la población. Las respuestas de Alba en el test de personalidad, han explicaron, les despistaron. “El resultado fue nulo. Nos preguntamos si había simulado las respuestas”.

Todos los peritos han coincidido en que Alba presenta “rasgos” de personalidad dependiente, pero que no sufría un trastorno que limitara su voluntad ni su capacidad para entender. “Nosotros no vimos esa vulnerabilidad o dependencia. Veías que era una persona totalmente fría e inexpresiva”, ha dicho de forma elocuente una perito oficial, que la entrevistó justo cuando salió de prisión provisional. Solo se ruborizó en una ocasión, cuando le mencionaron el bote de semen que había pedido a Isma para, presuntamente, dejar embarazada a Júlia por inseminación artificial. Esta experta también ha restado toda credibilidad a las acusaciones de Alba contra Arnau, un novio al que en el juicio acusó de malos tratos. “Dijo, sin ninguna emoción, que la había violado. Y en casa de sus suegros. He atendido a muchas mujeres víctimas de violencia. Y nunca hay un relato tan espontáneo”.

El único perito (de la defensa) que ha defendido la existencia de un trastorno asegura que Alba fabula para escapar de la realidad. Que el dinero, en este caso ―los 7.500 euros que presuntamente estafó a Isma y su familia― son lo de menos. “El principal lucro es compensar una vida bastante plana, poco significativa”, ha dicho el psiquiatra, que ha indicado que sus trabajos en Clarel o Mercadona eran de “bajísima complejidad” y “esporádicos”. “Esporádicos como los de la mayoría de la juventud hoy en día”, ha ironizado la magistrada. “Alba puede mentir, pero no miente porque tenga un trastorno, sino por el motivo que sea”, han replicado los peritos oficiales, que sí detectaron un trastorno ansioso-depresivo, pero fruto de su paso por prisión.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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