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Javi Martín: “Me río de mi trastorno bipolar para que él no se ría de mí”

El actor, que fue unos de los presentadores y reporteros del legendario programa ‘Caiga quien caiga’, liderado por El Gran Wyoming, habla ahora de su salud mental

Javier Martin presentador
El actor y presentador Javier Martín, en la madrileña calle del Pez, el día 19.Jaime Villanueva
Sergio C. Fanjul

Cuando lo vieron corretear semidesnudo alrededor de la catedral de Santa María, en Palma, sus seres queridos se dieron cuenta de que Javi Martín (Madrid, 49 años) no estaba bien del todo. Después de siete años de fama masiva, sentado a la diestra del Gran Wyoming en el legendario programa Caiga quien caiga (lo llamaban el reportero “guapo”), Martín llevaba varios años dedicado a la interpretación en obras teatrales. Fue cuando surgió su trastorno bipolar, antes conocido como maníaco-depresivo, que lleva a los que lo sufren a un fuerte vaivén emocional entre periodos en la cumbre y periodos en el hoyo. Ahora cuenta sus experiencias en un libro, Bipolar y a mucha honra (Espasa), que llega hoy a las librerías.

Pregunta. ¿Usted está loco?

Respuesta. Sí, pero ya lo estaba antes de mi trastorno bipolar. Me gustan las palabras locura, loco. Las utilizo desde el humor, para quitarle hierro al asunto.

P. En efecto, trata con mucho humor su trastorno.

R. Ha sido fundamental para aceptar todo lo que me ha pasado. Ahora me río de haber estado ingresado dos veces en un psiquiátrico. Cuando te ríes de lo que te ha pasado, aunque sea de las cosas más terribles de la vida, de alguna manera estás sanando.

P. ¿Con tanto chiste no corre el peligro de banalizarlo?

R. En las partes de la depresión y el intento de suicidio hay menos risas. Es difícil reírse de eso, aunque tengo mis momentos. Yo me río de mi trastorno bipolar para que él no se ría de mí.

P. Por lo que cuenta en su libro, los estados de “elevación”, como usted los llama, no solo consisten en un muy buen estado de ánimo, sino que rozan con la alucinación y la fantasía.

R. En la fase de manía, aparte de sentir una energía maravillosa que casi no te deja dormir, se abre un espacio a la espiritualidad.

P. ¿Cómo?

R. Conexiones con espíritus, telepatía, sentir el poder de las palabras de una manera muy especial, comunicarse con las plantas, con los animales… estaba maravillado. Sentía que pasaba a otros planos de realidad. Ahora me pregunto qué es lo real, cuál de mis fases es la realidad. Yo lo integro todo, todo lo que he vivido me vale. Sigo hablando telepáticamente con mi madre para solucionar problemas. Yo me he montado esa película. Al final, la realidad es donde ponemos la atención cada uno en cada momento. Para cada uno es distinta.

P. O sea, que las fases de “elevación” son placenteras.

R. A veces, cuando estás subiendo, engañas a los demás para que no te mediquen y te saquen de esa situación. Pero si la cosa continúa puedes acabar hospitalizado. Durante mucho tiempo, cuando estaba estable, echaba de menos la fase de manía, la vida me parecía más gris.

En la fase de manía, aparte de sentir una energía maravillosa que casi no te deja dormir, se abre un espacio a la espiritualidad

P. En su libro dedica menos páginas a hablar de la otra fase, la de depresión.

R. Los estados de elevación, a los que tiendo, te hacen vivir más aventuras. La depresión es siempre igual, basta con contarla una vez. Lo ves todo negro, tienes angustia, ansiedad, ideas suicidas.

P. Usted casi se tira por la ventana, literalmente.

R. Estás en un sufrimiento tal, estás con tantísimo dolor… Lo peor es que no ves salida, piensas que vas a estar siempre así, toda la vida. La única solución que ves es quitarte la vida. Yo quiero decirle a la gente que de ahí se sale. Que es una etapa muy dura de la vida, pero que se sale.

P. ¿Qué se aprende?

R. Cuando has pasado por una fase así, la vida cobra otro sentido. A pesar de que siempre hay problemas, cada momento es único, especial, precioso.

P. ¿Qué pueden hacer los que acompañan?

R. Escuchar es una cosa muy importante, pero escuchar de verdad, sin pensar en lo próximo que vas a decir, en meter baza. Escuchar sin tener que aportar soluciones inmediatas, sin agobiar. Simplemente estando, haciendo que la otra persona se sienta comprendida.

P. ¿Por qué no sabemos escuchar?

R. No sé, no sabemos estar en el otro sin pretender cambiarlo. Cuando una persona está triste y deprimida, muchas veces nos ponemos nerviosos, nos incomoda. Pensamos que no debería sentirse así.

P. ¿Qué pensaba usted antes de la salud mental?

R. No tenía ni idea. Nunca había tenido ningún trastorno y todo me iba bien. Mi vida iba bien en todos los aspectos: la familia, el trabajo, los amigos. Estaba contento, siempre era el happy flower del grupo. No le prestaba atención a esto.

P. De un tiempo a esta parte es un debate público.

R. Siento que se habla más, sobre todo en días concretos… Pero los suicidios ocurren todo el año, 11 al día. Es algo que debería hablarse diariamente, como se habla de la violencia de género o de los accidentes de tráfico.

P. ¿Qué hace falta?

R. Hace falta un plan nacional de prevención del suicidio. Y muchísimos más psicólogos en la sanidad pública. Ya sabemos lo que pasa: tengo una amiga a la que le han dado cita para abril y estamos en septiembre. Y luego el seguimiento es una vez al mes, al mes y medio, pero hace falta una frecuencia mucho mayor.

La fama está muy bien para ciertas cosas, para otras prefiero el anonimato de ir por la calle sin que te reconozcan

P. Usted pasó la de la máquina perfecta para hacer fama masiva, que es la tele, al territorio menos expuesto de los teatros. ¿Cómo vivió ese cambio?

R. No tengo ningún interés en esa fama masiva. La época de Caiga quien caiga la viví muy joven, me divertí muchísimo, viajé, gané mucho dinero. Fue un bum muy grande, otra locura. La fama está muy bien para ciertas cosas, para otras prefiero el anonimato de ir por la calle sin que te reconozcan todo el rato.

P. Hay otro personaje que también se llama Martín, pero de nombre Ángel, que también viene de la tele, que también ha tenido problemas de salud mental y que también ha escrito un libro (y con mucho éxito). ¿Ha sido una inspiración?

R. No he querido leer su libro hasta acabar el mío, para que no hubiera interferencias. Luego he comprobado los puntos en común que hay en nuestras historias. Por ejemplo, esas sensaciones espirituales. Le mandé un mensaje de enhorabuena.

P. ¿Cómo está usted ahora?

R. Se piensa que alguien con trastornos está siempre en esos estados. Y no es así. Yo tengo una vida completamente estable, hace años que no tengo depresiones, solo ligeros momentos de elevación que se tratan con medicación. Mis amigos me dicen que soy el que mejor está de todos ellos.

P. ¿Es así?

R. Yo es que me he tratado todo en los psicólogos, no solo mi trastorno, sino todos los conflictos que he tenido durante toda mi vida, con mi madre, con mi padre, etc…

P. ¿Ya era aficionado?

R. No, empecé en terapia con mi primera depresión. Y ahí es donde he tocado todos los temas. Yo creo que todo el mundo debería ir al psicólogo.

P. Parece que la terapia cada vez tiene menos estigma, que se habla más abiertamente de ella.

R. Sí, cuando vas al psicólogo sí. Pero si hablas del psiquiatra, de la medicación, ya es otra historia. Cuesta decir que tienes problemas mentales. La religión ha negado tradicionalmente la sepultura en el camposanto a los suicidas, por ejemplo.

P. ¿Qué hacer?

R. Muchas asociaciones están reivindicando que haya educación emocional en las escuelas, muchos de los problemas vienen desde ahí.

P. Consumía drogas, ¿eso afecta?

R. Yo salía de fiesta, me tomaba mis pastillas, mis porros, y eso puede afectar. Aunque no se sabe muy bien cuál es el origen de esta enfermedad mental. Mi trastorno puede que se desencadenase por problemas en el trabajo. Aun así, cuando doy charlas a jóvenes les hablo de las drogas.

P. ¿Y qué les dice?

R. Creo que es un error decirles simplemente que no tomen drogas. Eso no funciona. Están en la edad de probarlo todo. Hay que tener en cuenta que van a estar rodeados de gente que toma drogas, eso es así, y darles el máximo de información para que sean conscientes de los peligros que existen.

Creo que es un error decirles a los jóvenes simplemente que no tomen drogas. Eso no funciona

P. ¿Qué concepción tiene la gente de la enfermedad mental?

R. Cuando la gente escucha hablar de trastorno bipolar o esquizofrenia se ponen en tensión y tienen miedo. Los medios muchas veces difunden la imagen de que los enfermos mentales cometen delitos, pero es una imagen falsa

P. ¿Qué ha sido lo más raro que ha hecho?

R. Recogí durante cuatro horas toda la basura de la Puerta del Sol. Papeles, colillas, latas, todo. Estaba imbuido de una gran conciencia ecológica y pensaba que si yo solo había conseguido aquello, qué no podríamos hacer entre todos. Lo sigo pensando.

P. ¿Lo reconocieron?

R. Probablemente sí: iba vestido con la bata de andar por casa y un bombín.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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