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Los casos de covid comienzan a remitir en las residencias de mayores, pero las muertes siguen en ascenso

Del 2 al 8 de agosto se notificaron 1.068 contagios y 103 fallecimientos de ancianos que vivían en estos centros

Vacunación en una residencia de Barcelona, el pasado febrero.
Vacunación en una residencia de Barcelona, el pasado febrero.Emilio Morenatti (AP)
María Sosa Troya

A principios de julio, los positivos eran residuales en las residencias de mayores, lugares especialmente vulnerables al virus, pero a medida que avanzó el mes fueron multiplicándose de una semana a otra. Ahora la tendencia cambia. Del 2 al 8 de agosto se han diagnosticado 1.068 nuevos casos, lo cual supone una pequeña disminución respecto a los 1.173 positivos entre el 26 de julio y el 1 de agosto, según los datos publicados este viernes por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso). El ritmo de contagios se frena. Las muertes, en cambio, continúan en ascenso, siempre son el último indicador en bajar, después de que lo hagan primero la incidencia acumulada y después las hospitalizaciones y los ingresos en la UCI. La semana pasada fallecieron 103 mayores que vivían en residencias, frente a los 72 de la semana anterior.

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En lo que va de año, más de 21.000 ancianos se han contagiado. Más de 4.000 han muerto, la amplísima mayoría durante la tercera oleada de la pandemia, que coincidió con la campaña de inmunización en los centros. La semana pasada, las comunidades autónomas notificaron casos en 232 centros, con una media de 4,6 positivos por cada brote. Por regiones, la situación más preocupante se registra en Cataluña, que según las cifras del Imserso acumula 217 nuevos contagios entre el 2 al 8 de agosto, periodo en que se registraron 32 muertes. Es la autonomía con más decesos.

El Imserso, que publica los datos semanalmente y que viernes a viernes los va depurando si hay retrasos o cambios en las notificaciones de las comunidades autónomas, recalca que el incremento de la incidencia de los centros residenciales es “plenamente coherente con el incremento generalizado de la infección” en el global de la población. Así ha sido durante toda la pandemia: si subía la incidencia acumulada en una región, el virus se acababa colando en los centros. Hay que remontarse a principios de febrero para encontrar una semana con más de un millar de contagios en las residencias de mayores (1.355), la diferencia es que entonces fallecieron 606 personas. Gracias a la campaña de inmunización, las muertes se han contenido.

Pese a ello, la vacuna no protege al 100%, y los mayores tienen un sistema inmunitario menos robusto que los jóvenes, por lo que, aunque la mayoría cursa la infección de forma leve o asintomática, también mueren. El Imserso especifica en su informe que no puede precisar cuántas de las muertes son “por coronavirus” y cuántas, de residentes “con coronavirus”. Y destaca que la letalidad ha caído en picado gracias a las vacunas: entre la primera semana de marzo, cuando ya había concluido la campaña de inmunización en los centros, y la semana pasada, la letalidad ha sido del 6,8%. Si se tiene en cuenta todo 2021, incluyendo los meses en que el proceso de vacunación estaba aún sin acabar, era casi tres veces mayor: el 19,93%.

Desde marzo de 2020, 29.856 personas que vivían en residencias de mayores han muerto tras haber contraído el virus, 10.492 de ellas sin que se les pudiera realizar siquiera una prueba que confirmara el diagnóstico, durante la primera oleada de la pandemia, por entonces no había test suficientes. Estos centros fueron el epicentro de la crisis sanitaria en la primavera de 2020. Pasados esos primeros meses que sobrepasaron al mundo, mejoró la situación, pero continuaron en tensión: son establecimientos donde conviven las personas más vulnerables al virus, por su edad y porque suelen presentar varias patologías, y porque son entornos donde se convive y en los que resulta imposible que los cuidadores que atienden a los mayores en su día a día guarden las distancias con ellos.

Ahora, aunque la situación esté más controlada que en oleadas anteriores, el alza de casos en las últimas semanas preocupa. Cada nuevo contagio supone un aislamiento, así como el de sus contactos estrechos, y las plantillas merman, vuelven a convivir con el estrés y la preocupación por los residentes. Ante el aumento de contagios, las comunidades autónomas han ido endureciendo las medidas en los centros y la ponencia de alertas del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, un grupo formado por técnicos de las autonomías y del Ministerio de Sanidad que asesora en materia de salud pública, propuso una batería de recomendaciones, que incluyen la realización de dos test semanales a los trabajadores que no estén vacunados, algo que ya están haciendo regiones como Cataluña, La Rioja o Aragón, y la posibilidad de cambiarlos de puesto para que no estén en contacto directo con los mayores.

Las patronales del sector y organizaciones profesionales han alertado de que las medidas planteadas son insuficientes: consideran que trasladar de labor a los empleados de residencias es inviable en centros donde la gran mayoría del personal se dedica a atender directamente a los ancianos y piden que la vacunación sea un requisito para los empleados y que se exija el certificado covid para las visitas. También reclaman que se les priorice en la administración de la tercera dosis, en caso de que se decida que debe haber un tercer pinchazo.

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Sobre la firma

María Sosa Troya
Redactora de la sección de Sociedad de EL PAÍS. Cubre asuntos relacionados con servicios sociales, dependencia, infancia… Anteriormente trabajó en Internacional y en Última Hora. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y cursó el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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