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La variante británica ya causa más del 80% de casos en España, pero no lleva a los hospitales al temido colapso

Jefes hospitalarios atribuyen a esta mutación el auge de la cuarta ola, pero la ven menos virulenta que en otros países

Un paciente en la UCI del Hospital del Mar de Barcelona el 10 de febrero.
Un paciente en la UCI del Hospital del Mar de Barcelona el 10 de febrero.MASSIMILIANO MINOCRI
Oriol Güell

La variante británica ha cumplido a medias en España la amenazante fama que la precedía. Se decía que era más contagiosa y lo ha demostrado con creces: si en enero causaba menos del 2% de los nuevos casos, ahora ya supera el 80%, según los últimos datos del Ministerio de Sanidad. Pero también se temía que fuera más letal y llevara a los hospitales a una situación crítica, algo que en España por ahora no ha ocurrido, a diferencia de lo vivido en el Reino Unido a principios de año y en Francia en las últimas semanas.

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Coronavirus strain first detected in UK now accounts for more than 80% of cases in Spain, but has not overwhelmed hospitals

Los expertos consultados afirman que la B.1.1.7 (nombre científico de la variante) sí está causando algunos ingresos más graves (aunque hay que investigar más para saber si realmente incrementa la mortalidad) e impulsa la cuarta ola, pero precisan que su impacto sobre el sistema sanitario español está siendo notablemente menor que en otros países. “No se han cumplido los peores augurios, lo que evidentemente es una buena noticia, pero también nos muestra que nos falta mucho por saber de la pandemia. No es fácil concretar por qué lo ocurrido en otros países no se ha repetido aquí”, explica Quique Bassat, epidemiólogo e investigador del ISGlobal de Barcelona.

Según el último informe de las nuevas variantes publicado por Sanidad, del 12 de abril, la británica supone el 90% o más de nuevos casos en seis autonomías (Andalucía, Asturias, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Galicia y Navarra) y el 80% en todas las demás excepto Castilla-La Mancha (77%), Aragón (65%) y Madrid (64%).

“Es un hecho que se ha hecho dominante en España de una forma rápida. Lo que todavía necesitamos investigar más es si provoca cuadros clínicos más graves o una mayor mortalidad”, explica Juan Carlos Galán, jefe de Virología del Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid). “Hay indicios que apuntan que sí, especialmente en grupos de edad sobre los 40 o 50 años, pero aún nos falta la evidencia que lo corrobore”, añade. “Sobre este tema hay información contradictoria y no consolidada. Un artículo publicado en Nature concluía que esta variante aumenta la mortalidad, pero otro posterior no lo confirmaba”, relata José Miguel Cisneros, jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas del hospital sevillano Virgen del Rocío.

UCI del Hospital Clínico de Valencia en noviembre de 2020.
UCI del Hospital Clínico de Valencia en noviembre de 2020. Monica Torres

Los expertos avisan de que, aunque la variante no haya saturado hospitales, su impacto sí es importante. “Estamos atendiendo casos graves en personas más jóvenes. La edad de los pacientes hospitalizados ha descendido. Es cierto que no hay un colapso, pero tengo 180 pacientes ingresados y no me esperaba tener tantos a estas alturas del año, con más población inmunizada y mejores condiciones climáticas. Es evidente que todo esto se debe a la variante, que está contribuyendo de forma importante a la cuarta ola”, añade Cisneros.

La vacuna es una de las nuevas variables que pueden haber mitigado el impacto de la B.1.1.7 en España. Jesús Rodríguez Baño, jefe de infecciosas del Hospital Universitario Virgen de la Macarena (Sevilla), considera que “es pronto para saberlo” y que hay que tener en cuenta que otros países con un ritmo similar de inmunización se están viendo duramente golpeados. “Es obvio que las vacunas han reducido contagios de forma directa e indirecta, especialmente en entornos como las residencias, pero aún nos faltan perspectiva y estudios para saber si han sido un factor relevante que ha desactivado el peligro de la variante”, sigue Rodríguez Baño.

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Europa vivió un momento crítico en enero, con la tercera ola empujando con fuerza en la mayor parte de países del continente. La situación epidemiológica era mala, pero los pronósticos eran aún peores. Las nuevas variantes —la británica, pero también la brasileña y la sudafricana— dibujaban un horizonte en el que la enfermedad no solo sería más grave y contagiosa, sino en el que las vacunas podían perder efectividad.

Para Elena Vanessa Martínez, presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), esto explica la rápida reacción de todo el continente. Alemania, por ejemplo, mantuvo cerrados los colegios durante meses. El Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas inglesas) alertó a los países de que se prepararan ante un previsible “aumento de la presión asistencial sobre los sistemas sanitarios”. Y la Unión Europea impulsó un ambicioso plan con el objetivo de secuenciar genéticamente hasta el 10% de los casos positivos para detectar nuevas variantes y monitorizar las existentes.

“La reacción fue la adecuada tras los avisos llegados desde el Reino Unido. Es normal que vayan surgiendo nuevas variantes, pero hasta entonces casi no habíamos oído hablar de ellas porque las conocidas hasta ese momento no eran más peligrosas. Fue entonces cuando vimos que las nuevas sí podían ser más transmisibles o causar cuadros clínicos más graves”, explica Martínez.

Cola para hacerse test de covid-19 en Londres este viernes.
Cola para hacerse test de covid-19 en Londres este viernes.HENRY NICHOLLS (Reuters)

Los expertos coinciden en que una de las razones que han permitido reducir el impacto de las nuevas variantes es que las medidas de contención para prevenir su transmisión son las mismas que ya había. “Se ha visto en todo caso que unas restricciones bien diseñadas permiten, hasta cierto punto, seguir con la vida diaria, como ha demostrado el gran trabajo hecho en los colegios”, añade la presidenta de la SEE.

Para Quique Bassat, sin embargo, esto no lo explica todo, ya que estas medidas son parecidas entre países y, dentro de España, entre comunidades autónomas. Y pese a ello, las incidencias y hospitalizaciones presentan grandes diferencias. “No sabemos por qué países como Francia presentan en las últimas semanas incidencias muy elevadas y nosotros no. La única diferencia evidente es el clima, que permite hacer más vida al aire libre y una mejor ventilación, aunque esto creo que explicaría solo una pequeña parte de la realidad”, explica Bassat.

“Es cuando entiendes todo lo que ocurre cuando puedes diseñar políticas ajustadas. Y nos está pasando a menudo justo lo contrario, que aplicamos medidas que no nos llevan al resultado deseado. O, al contrario, casos en los que sin hacer gran cosa mejoramos los resultados. Esto es algo que estamos viendo al comparar países, pero también comunidades autónomas, sin que siempre sepamos explicar el porqué”, concluye.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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