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“Me han llamado asesina por querer ayudar a Luis”

Familiares de personas que pidieron la eutanasia sin conseguirlo han sido el motor de la iniciativa

Manifestantes se concentran a favor de la aprobación de la ley de eutanasia en la Puerta del Sol en Madrid, este jueves. En vídeo, los activistas a favor de la ley de la eutanasia celebran su aprobación.Foto: ANDREA COMAS | EP

El sol, todavía bajo a las 8.30, deslumbra cuando llega a la puerta del Congreso Asun Gómez-Bueno, la pareja de Luis de Marco y una de las impulsoras de la recogida de firmas que —entre unas iniciativas y otras— reunió más de un millón de apoyos en Change.org hace dos años a favor de una ley que regulara la eutanasia. De Marco, que tenía una esclerosis múltiple muy avanzada, la pidió durante meses. En el primer centro al que le enviaron para morir, uno religioso concertado especializado en terminales, se negaron ni tan siquiera a sedarlo. “Le dolía tanto que había que taparlo con fulares porque no soportaba la aspereza de las sábanas”, cuenta. Gómez-Bueno reconoce que ha habido momentos duros. “Me han llamado asesina por querer ayudar a Luis, pero he aprendido a calmarme y respetar. Mis hijos me decían: ‘¿Y no les diste una patada?’ Pero yo les respondía que había que tener calma, que se podía responder sin enfadarse. Solo pido a grupos como los Abogados Cristianos que nos respeten igual que nosotros a ellos. El 87% de los ciudadanos defienden la eutanasia. Al resto no les obligamos a nada”.

Poco después llegan Txema Lorente y su hijo Danel, marido e hijo de Maribel Tellaetxe, que también falleció sin recibir el alivio que había pedido. “Nos hizo prometerle que la ayudaríamos a morir cuando ya no se acordara de nuestros nombres por el alzhéimer que tenía”, relata Danel a una periodista. Su hermano David corre a su encuentro. “Tuve que salir a dar una vuelta en patinete a las siete porque no me aguantaba en la cama”, dice ante un día que todos ven como una celebración, aunque a la sordina. Ni las circunstancias de la covid ni las ausencias que les han reunido permiten un desahogo completo. “Tengo que admitir que mis sentimientos son contrapuestos”, afirma Txema Lorente, “una mezcla de emoción y alivio”. “Maribel no pudo disfrutar de este derecho. Estamos aquí por ella”. Esa expresión, la del derecho ganado, la tienen todos muy presentes. “Esta noche me voy a ir a la cama con una mochila menos y un derecho más”, dice Danel Lorente. “La libertad que consagra nuestra Constitución como un derecho supremo no se respetó con ella”.

Decisión personal

No pueden obviar a quienes les critican. “Lo que quieren es confundir. Cada ciudadano puede decidir de forma personal y consciente si quiere dejar de vivir y nadie puede decidir por otro”, resume David Lorente el principio de la ley que tanto han perseguido. De Marco falleció en 2017, y Tellaetxe en 2019, pero sus familiares han seguido una pelea cuyo logro, la aprobación de la ley este jueves en el Congreso, no disfrutarán. Podían haberlo dejado, pero todos coinciden en que esa labor les ha recompensado. “La lucha no solo es dura; también es terapéutica”, dice Danel Lorente. “Es una forma de amor”, coincide Gómez-Bueno.

Ellos, junto al médico Marcos Houffman, han propiciado un movimiento que recibió un impulso definitivo con el caso de María José Carrasco, la mujer con una esclerosis terminal que se suicidó hace dos años con la ayuda de su marido, Ángel Hernández, que le facilitó el vaso con el medicamento que ella absorbió con una pajita. La consecuencia es que ha sido acusado de un delito de violencia de género por el que la fiscalía pide seis meses de prisión. Pero él no se arrepiente. Lo hizo a propósito, para dar visibilidad a esta demanda. “Lo volvería a hacer”, insiste.

Ahora, con el objetivo cubierto, toca replantearse cosas. “Tuvimos mucho desgaste, ahora es más llevadero”, dice David Lorente. “Hemos puesto toda la energía, pero la vida ha seguido. No nos vamos a quedar encasillados en esto”, afirma Gómez-Bueno. Ella y Hernández señalan una actividad futura: estar pendientes de las comisiones autonómicas que tienen que aprobar las peticiones de eutanasia, “no sea que haya comunidades más conservadoras que pongan más pegas”.


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