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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Faltan las hermanas

La autora resalta la ausencia del papel de las mujeres, y en particular, de las religiosas en la nueva encíclica del Papa

El Papa firma su encíclica en la cripta de la basílica de san Francisco de Asís, este sábado, en una imagen distribuida por el Vaticano.
El Papa firma su encíclica en la cripta de la basílica de san Francisco de Asís, este sábado, en una imagen distribuida por el Vaticano.VATICAN MEDIA HANDOUT (EFE)

La encíclica que el Papa ha querido firmar en Asís la víspera de la fiesta del Pobrecillo, sobre la tumba de san Francisco, es principalmente social y política. Un texto largo con una impronta netamente personal, como subrayan sus primeras páginas, escritas casi como una carta o un diario, modalidad nunca vista en un documento pontificio.

Y hay otra novedad. El texto, como de costumbre, abunda en referencias al magisterio pontificio y, sobre todo, a lo que ha escrito y dicho el propio papa Francisco, incluidas tres citas de las declaraciones de Bergoglio al director alemán Wim Wenders en la película que le dedicó.

Pero a quien el Pontífice considera su interlocutor principal, así como el inspirador de algunos pasajes cruciales compartidos, es al gran imán Ahmad Al-Tayyeb, al que de este modo se considera de hecho un representante del islam. Por otro lado, el islam está extremadamente dividido y fragmentado, mientras que dentro de él existe un gran debate sobre el personaje elegido. Se trata, pues, de un ejercicio de fraternidad con la religión islámica, indudablemente audaz, pero también frágil y probablemente destinado a no recibir una gran acogida en el mundo musulmán.

Se trata esencialmente de una síntesis, en realidad no muy breve, equivalente más o menos a un libro de 200 páginas, de las afirmaciones político-sociales expresadas por Francisco durante su pontificado. Una síntesis basada, desde el punto de vista religioso, en la parábola del buen samaritano, que logra en unos pocos párrafos derribar obstáculos y acabar con lugares comunes. Por tanto, no hay nada nuevo, y tampoco el efecto de la epidemia parece haber cambiado nada.

De hecho, Bergoglio, en un largo capítulo central dedicado a la “mejor política”, vuelve al concepto de “pueblo”, tan querido por él, aclarando su idea del populismo y explayándose también en una explicación crítica del liberalismo. El gran tema de su discurso es el trabajo, y la buena política se resume en frases como “tierra, casa y trabajo para todos”. Por lo tanto, una hermandad muy concreta, social, que no explora el significado y la historia del concepto desde el punto de vista teológico y espiritual, sino que los desarrolla en el ámbito de las cualidades humanas, como la solidaridad, indispensables para una buena vida comunitaria.

Vuelven sus temas favoritos: los emigrantes, varias veces, y la severa advertencia contra la difamación y la calumnia, el peligro de que estas provoquen la descalificación “hasta llegar a demoler la figura del otro”. Observaciones que, sin embargo, parecen contradecir lo que está ocurriendo estos días en la curia romana, donde no se vacila a la hora de destruir vidas y reputaciones antes de que se certifique la culpa en un juicio.

Pero hay una ausencia que llama especialmente la atención: la de las mujeres. Ya el uso en el título de “hermanos”, un término inclusivo masculino, da a entender que se ha hecho oídos sordos a la larga labor de los movimientos feministas de crítica del lenguaje masculino, que se presenta como universal. Que sea una cita literal de Francisco de Asís no es una excusa: el santo escribió hace ocho siglos, cuando la sensibilidad social era muy diferente. Pero sobre todo se echa de menos una invitación a la hermandad hacia las hermanas, y en particular hacia las religiosas, tan a menudo explotadas económica y sexualmente por el clero. Da la sensación, por tanto, de que realmente la hermandad es un asunto de hombres y que las hermanas, de nuevo olvidadas, deben quedarse calladas, un paso por detrás de ellos, sin rechistar.

Lucetta Scaraffia es experta en historia de la Iglesia y la mujer.

Traducción de News Clips.

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