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“La mayoría de las personas no quieren pegarse a un cuadro, pero sí quieren ir más allá de reciclar”

Activistas debaten en Londres sobre la efectividad de las protestas y la necesidad de dar el siguiente paso: implicar a la mayoría de la sociedad civil

Activistas de la organización ecologista Futuro Vegetal se pegan al marco de los cuadros de 'Las Majas' de Goya en el Museo del Prado, en noviembre de 2022.
Activistas de la organización ecologista Futuro Vegetal se pegan al marco de los cuadros de 'Las Majas' de Goya en el Museo del Prado, en noviembre de 2022.FUTURO VEGETAL

Phoebe Plummer está dispuesta a pagar cualquier precio por alertar sobre la emergencia climática. A sus 21 años ha sido detenida 11 veces. Una de ellas, por arrojar sopa de tomate sobre el cristal que cubre Los girasoles de Van Gogh en la National Gallery. Plummer forma parte de la coalición Just Stop Oil, grupo que ha llevado la desobediencia civil a otro nivel y tiene una propuesta concreta: garantizar que el Gobierno de Reino Unido se comprometa a detener la producción y las nuevas licencias de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón).

“No me imaginaba mi vida así … Me asusta ir a la cárcel, pero no puedo quedarme quieta frente a la emergencia climática”, señala Plummer durante una charla organizada en el festival Planet Summer, en la institución cultural Southbank Centre de Londres. “En los próximos 30 años habrá 1.000 millones de refugiados porque la tierra será inhabitable, ¿cómo podría mirar a alguien más joven a los ojos y decirle que no hice todo lo que pude para parar esto?”. Sus palabras abren una conversación sobre las fronteras del activismo y sobre hasta qué punto estas acciones tienen un efecto en la población.

Plummer recuerda que sus demandas están alineadas con las de la Agencia Internacional de Energía y las de Naciones Unidas. Que sus acciones —las últimas: interrumpir Wimbledon o parar partes de la carretera más importante de Londres— irritan y escandalizan, lo da por descontado. “Nos centramos en tácticas de desobediencia civil no violenta porque es la única esperanza que nos queda para lograr el cambio radical que necesitamos. Busquen en un libro de historia: los movimientos sociales son disruptivos”, afirma. Cree que se necesita “gente corriente” haciendo cosas extraordinarias para mantener viva la conversación que de otra forma se diluye. “Cuando mi amigo Eddie interrumpió el campeonato mundial de billar ocupó más titulares que 90.000 personas manifestándose en el centro de Londres cuatro días”.

Si bien comparten la urgencia, no todos los activistas consideran estas tácticas efectivas. Más allá del ruido inicial, no siempre resuenan entre la gente de a pie, que tiene la información, pero no sabe qué hacer con ella. “Existe el peligro de enfocarnos en algo marginal para el conjunto de la sociedad. La mayoría de las personas no son activistas y nunca lo serán”, apunta Rupert Read, exportavoz del grupo Extinction Rebellion y profesor asociado de filosofía en la Universidad de East Anglia. “La mayoría de la gente no quiere pegarse con pegamento a un cuadro, pero sí sabe que la crisis está empeorando; y quiere ir más allá de reciclar o donar a los Amigos de la Tierra, pero a veces no sabe por dónde empezar”.

Sobrevuela la duda sobre si el activismo radical puede polarizar a la población y resultar contraproducente

Read ha creado la plataforma Proyecto de Mayoría Climática para dar herramientas a lo que denomina la “mayoría moderada”. En sus talleres en diferentes ciudades del Reino Unido se aúnan esfuerzos para cultivar alimentos o generar energía, y se discuten temas como la preservación de los recursos naturales o la mejora de la biodiversidad. Además, la plataforma financia otras iniciativas, como Wild Card, una organización que demanda a los principales terratenientes del país que se hagan cargo de la regeneración y la recuperación de los hábitats originales de sus terrenos; o Abogados Net Zero, que trabaja con abogados de empresas multinacionales para que ayuden a las compañías a implementar una acción climática significativa y rápida. “Abogados litigando con compañías para que cumplan las leyes que existen ahora y las que puedan venir… Lo mismo podría aplicarse a auditores, aseguradoras y muchos más sectores”, explica. “Llamar la atención pudo ser un punto de partida, pero lo que necesitamos ahora es mucha gente. Millones de personas que demanden un cambio”.

Para el poeta y escritor nigeriano Ben Okri se necesitan todas las voces, también las incómodas, para sumar victorias políticas. Él mismo, uno de los autores africanos con más reconocimiento internacional, ha decidido dedicar toda su obra, en adelante, exclusivamente a llamar la atención sobre la emergencia climática. Busca encontrar una nueva narrativa contra la apatía. Porque solo aceptando la realidad podremos cambiarla, asegura. Sin necesidad de caer en la desesperación. “Tenemos que activar la conciencia global rápido y a todos los niveles, hacer este tema inevitable, que esté en todos lados, hasta saturar. Háblenlo con sus vecinos, con sus hijos. Usar nuestra voz y nuestro voto también es nuestra responsabilidad”.

Más allá de llamar a la acción, sobrevuela siempre la duda sobre si el activismo radical puede polarizar a la población y resultar contraproducente. “Estas acciones corren el riesgo de romper el consenso social que existe en torno a la necesidad de reducir sustancialmente las emisiones y cumplir con el Acuerdo de París”, apunta Tom Harwood, periodista y analista británico. Okri responde que ya ha escuchado esto antes. “A las sufragistas les hicieron la misma pregunta cuando se encadenaban, cuando se tiraban a los caballos para reivindicar su derecho al voto: ‘¿No dañarán la causa?’. La causa es más grande de lo que podemos imaginar”, opina. “Estamos lidiando con la mayor crisis que ha enfrentado la raza humana. Centrar el debate en los que intentan alertarnos es frívolo comparado con la magnitud de la cuestión”. Lo importante para despertar de la apatía es saber que aún estamos a tiempo de ponerle remedio, afirma. El papel que desempeñará el activismo en este proceso aún está por ver. “La historia lo juzgará de una forma u otra, si tenemos la suerte de tener libros sobre esta etapa”, remata Read.

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