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Vanessa Nakate, la activista veinteañera que reclama justicia climática para África

La ugandesa, de 25 años, espera que los líderes africanos hagan frente común en la próxima cumbre del clima. “Estamos todos en la misma tormenta, aunque en diferentes barcos. El cambio climático nos afectará a todos”

Cumbre del Clima de Egipto
Vanessa Nakate, en la sede de Unicef en Nueva York, este 14 de septiembre.ED JONES (AFP)

La activista ugandesa por el clima Vanessa Nakate (Kampala, Uganda, 1997) no es ajena a las reuniones de alto nivel en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. Acaba de ser nombrada Embajadora de Buena Voluntad por Unicef. Y, sin embargo, solo hace unos años que ella y varios de sus hermanos empezaron a protestar pidiendo lo que ellos denominan “justicia climática”. Fue en 2019 cuando se puso en huelga –dejando de ir a clase– para salvar la cuenca del Congo, el segundo bosque tropical del mundo en tamaño después de la Amazonia. Desde entonces, Nakate se ha convertido en un fenómeno en las redes sociales, especialmente tras adquirir notoriedad por haber sido eliminada de una foto en el Foro de Davos 2020. Ha creado el movimiento Rise up para ayudar a otros activistas afines de los países africanos. Y ha escrito un libro: A Bigger Picture. My Fight to Bring a New African Voice to Climate Crisis (Una perspectiva más amplia. Mi lucha por dar una nueva voz africana a la crisis climática).

Para su último proyecto en su país natal, Uganda, está instalando paneles solares y cocinas ecológicas en 27 escuelas. Todo un éxito, admite la joven con una sonrisa, desde detrás de su ordenador portátil en Kampala. A su espalda, en la pared blanca del dormitorio, hay pegadas mariposas moradas. Lleva la cremallera de la gruesa chaqueta de lana cerrada hasta la barbilla; en la capital ugandesa hace frío, pero eso no significa que el cambio climático no exista, afirma con rotundidad.

Aunque actualmente su lucha por la justicia climática recibe más atención que cuando protestaba con una pancarta de cartón, Nakate piensa que a ella y a otros activistas por el clima aún no se les escucha lo suficiente. Ahora se acerca una nueva oportunidad para hacerse oír: la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2022 (COP27) se celebrará en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij entre el 7 y el 18 de noviembre. En la anterior conferencia de Glasgow, critica, se dejó de lado a muchos activistas del Sur global, pero Nakate espera que esta vez los líderes presten atención.

“No creo que la gente se dé cuenta de lo mal que está la situación actualmente en el mundo”, afirma. “Yo quiero hacer algo al respecto. Y no soy la única que hace oír su voz; muchos científicos advierten de lo que pasará si no actuamos ahora. Nuestro mensaje no es una opinión. Tampoco pido que se me escuche solo a mí. Lo que quiero es que se escuche a los científicos independientes”.

Nakate critica que Europa solo haya empezado a despertar acerca de la emergencia climática tras sufrir en sus propias carnes fenómenos meteorológicos extremos, inundaciones e incendios forestales

Parece que, en Europa, la gente está despertando al fin a la emergencia climática, considera Nakate desde Uganda. Sin embargo, califica de vergüenza que no haya sido así hasta que los propios europeos no han padecido fenómenos meteorológicos extremos, inundaciones e incendios forestales. “Es triste que la gente no se dé cuenta hasta que lo tiene a sus puertas. Las historias de las personas del Sur global que enfrentan las consecuencias del cambio climático desde hace años no se escuchan o tienen poco efecto”.

“Estamos todos en la misma tormenta”, explica, “aunque vayamos en diferentes barcos. Aunque algunos barcos son más débiles y por eso se hundirán antes, llegará un punto en el que los más fuertes tampoco puedan con la tempestad. El cambio climático nos afectará a todos, independientemente de dónde vivamos o quiénes seamos”.

Los ugandeses, claramente, van en el barco que se hunde. Mientras que el continente africano es responsable de menos del 4% de las emisiones mundiales, el cambio climático le afecta de manera desproporcionada. Por eso, Nakate se ha propuesto contar historias “desde la primera línea de la crisis climática”, preferentemente en escenarios internacionales. “En África sufrimos ciclones, vemos cómo se secan los ríos y los lagos, hay inundaciones, en distintas zonas la sequía provoca hambrunas, y se producen conflictos por la tierra porque es escasa. La lista es interminable. También aquí, en la región ugandesa de Karamoja, 500.000 personas pasan hambre debido a la sequía persistente”. Los medios de comunicación internacionales no informan lo suficiente al respecto, opina. “Cuando hubo una ola de calor en Reino Unido se habló de ella en todas partes, también en las noticias internacionales. En cambio, casi no se prestó atención a las inundaciones en mi país. Por suerte, como activista también puedo contar historias”.

“Estamos todos en la misma tormenta aunque vayamos en diferentes barcos. El cambio climático nos afectará a todos, independientemente de dónde vivamos o quiénes seamos”

Con todos estos desastres climáticos, ¿no le cansa a veces su lucha por la justicia? “Sí, a veces es frustrante cuando no te escuchan lo suficiente, pero mi activismo me da mucha energía. Es muy importante mostrar que no estamos hablando solo de que el planeta está atravesando un momento difícil; se trata también de enseñar el lado humano”.

Nakate hace una distinción entre la “justicia climática” que reclama y el activismo a favor del clima. Lo que quiere, subraya, es que cambie algo para aquellas personas que sufren las peores consecuencias. Los líderes mundiales tienen que hacer todo lo que puedan para pasar a las energías renovables, considera. “Solo entonces podremos ayudar a las comunidades pobres que padecen los efectos de los cambios en el clima. En mi entorno veo cuánta pobreza climática hay en África. Las consecuencias del cambio climático no afectan en la misma medida a la gente en todo el mundo. Los africanos que ya viven en la pobreza son los que más padecen el calentamiento global. Quienes tengan menos margen de adaptación serán los que más sufran. Las comunidades de mi continente son las que viven en primera línea de la crisis climática. No pueden adaptarse a la pérdida de su cultura o de sus tradiciones, no pueden adaptarse a la pérdida de vidas por el hambre”.

Los países que llevan décadas emitiendo CO2 deben tomar responsabilidad, insiste. “Creo que habría que poner fondos a disposición de las comunidades más afectadas. Con esos fondos se podría, por ejemplo, innovar la agricultura, algo que muchas zonas de África necesitan desesperadamente. Las comunidades también deberían ser compensadas si sus animales o sus cultivos mueren a causa de la crisis del clima”.

Sin embargo, muchos líderes mundiales parecen preocupados por otros asuntos. La guerra en Ucrania está provocando una aguda inflación en muchos países. Ahora que, debido a las sanciones, se ha reducido el flujo de gas ruso a los países europeos, da la impresión de que muchos líderes han olvidado sus objetivos medioambientales. El llamamiento a los países africanos a que se vuelvan ecológicos ha bajado de volumen de repente, ahora que se acerca el invierno europeo y hay que hacer acopio de grandes reservas de gas. “Los líderes europeos vuelan a África para ver cómo pueden llevar gas africano a sus países”, dice Nakate, “cuando no solo deberían desprenderse del gas ruso, sino dejar totalmente de quemar gas. No es ni mucho menos una solución duradera al problema”.

“Los líderes europeos vuelan a África para ver cómo pueden llevar gas africano a sus países. Pero no solo deberían desprenderse del gas ruso, sino dejar totalmente de quemar gas”

África, mientras tanto, está encantada de recibir con los brazos abiertos a los inversores occidentales. Los oleoductos y gasoductos llevan petróleo de Uganda a Tanzania o gas de Nigeria a Argelia, se construyen a toda prisa terminales de gas natural licuado en todo el continente, y los campos petroleros congoleños se venden al mejor postor.

Sin embargo, Nakate sigue siendo optimista. “Ahora tienen una buena baza”, asegura. Al fin y al cabo, los líderes africanos deciden quién puede invertir en sus países. Si Alemania busca gas africano, los líderes del continente pueden alzarse en defensa de su pueblo y del clima. “Tienen que preguntarse qué supone para los habitantes de sus países permitir que los alemanes perforen sus territorios en busca de gas, qué supone para los niños, a los que pertenece el futuro”.

¿Cree que los líderes africanos están lo bastante unidos para hacerlo? “Son conscientes del enorme potencial de sus países. La COP27 es una oportunidad magnífica para que hablen con una sola voz sobre lo que está pasando en su continente y por qué tienen que llegar fondos para luchar contra el cambio climático a las comunidades afectadas. Solo con fondos suficientes los africanos podrán crear estrategias que se centren en la mitigación del cambio climático y en la adaptación a él en la medida de lo posible”.

Las inversiones extranjeras en petróleo y gas suponen enormes sumas de dinero. ¿No tiene miedo de que la economía gane la partida a la ideología? “Estoy convencida de que los líderes africanos pueden ser lo bastante fuertes para respaldar a sus pueblos y al planeta. Confío en que se atrevan a hacerlo”.

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