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Las muertes por cáncer en África amenazan con duplicarse y alcanzar el millón anual en 2030

Una investigación publicada en ‘The Lancet’ alerta de que la mortalidad se doblará y la incidencia se disparará a 1,4 millones de casos al año en la región subsahariana de no intervenir rápidamente

Una mujer recibe radioterapia para tratar su cáncer de cuello de útero en el hospital Mulago de Kampala, Uganda, el 19 de junio de 2013.
Una mujer recibe radioterapia para tratar su cáncer de cuello de útero en el hospital Mulago de Kampala, Uganda, el 19 de junio de 2013.Lynsey Addario (Getty Images)
Lola Hierro

Mortalidad materna e infantil, embarazos precoces, sistemas sanitarios frágiles, VIH, malaria, tuberculosis... Y ahora, entre los desafíos que África subsahariana enfrenta en materia sanitaria hay uno que también necesita visibilidad: el cáncer. La amenaza no es nueva, pues tiempo hace que el continente sufre sus estragos, pero su expansión, lejos de detenerse, se dispara. Esta es la conclusión a la que ha llegado un grupo de expertos en la materia y que se puede leer en un informe que han publicado este martes en la revista científica The Lancet. Sus conclusiones son duras: calculan que cuando lleguemos al año 2030 morirá un millón de personas anualmente a causa de esta enfermedad en sus múltiples variantes. Esto supone el doble de la mortalidad que se registra en la actualidad, con 520.348 fallecimientos en 2020, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los casos también se dispararán: hasta 1,4 millones anuales. Son cifras que dan por ciertas “si no se interviene rápidamente”, advierten los expertos.

El informe ha sido elaborado por un equipo internacional formado por 53 especialistas liderado por los doctores Wilfred Ngwa, de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos), y Beatrice W. Addai, oncóloga y CEO del hospital Peace & Love de Accra (Ghana) y fundadora de Breast Cancer International, y que se centra en la región subsahariana, es decir, no incluye a países del norte de África. A lo largo de sus 82 páginas disgrega la trayectoria que presentarán 21 tipos de tumores malignos y pone especial énfasis en las causas detrás de tan elevadas cifras. Esta comisión de expertos, formada por profesionales del mundo académico y de la sanidad, pide que se mejore el acceso a la atención oncológica, la prevención y el diagnóstico, y propone un plan nacional de control para cada país.

África ha realizado enormes progresos en las últimas décadas para combatir las principales causas de mortalidad y morbilidad, como las enfermedades transmisibles (VIH, tuberculosis y malaria, fundamentalmente), las maternas, nutricionales y perinatales. Gracias a estos esfuerzos, a la financiación y a las mejoras del nivel de vida en general, los datos han mejorado.

Pero el cáncer ha hecho acto de presencia. En años anteriores ya se advirtió de que la incidencia de la que se suele llamar “epidemia silenciosa” iba en aumento. En concreto, en 2018 la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) informó que 693.487 africanos morirían por esta causa ese año, con un aumento previsto de 1.429.812 muertes para 2040 en todo el continente. En el caso del África subsahariana, en particular, en los últimos 30 años también se ha doblado la incidencia. Sin embargo, África solo recibe el 5% de la financiación global necesaria para prevenir y tratar estas enfermedades, según otra investigación. De hecho, ahora mismo la malaria provoca un 60% menos de mortalidad y la tuberculosis también se cobra menos vidas.

En 2020, África subsahariana registró el 4,2% de los casos de todo el mundo y va en sentido contrario a los Estados ricos, donde las posibilidades de morir por esta causa han disminuido un 20% entre 2000 y 2015. También al revés que en Europa y Estados Unidos, las mujeres resultan más afectadas que los hombres, con 139 afectados frente a 119,4 por 100.000 habitantes. El más frecuente entre hombres es el de próstata, y el de hígado y el colorrectal figuran a continuación.

No obstante, los investigadores expresan su preocupación por dos colectivos especialmente amenazados: mujeres y niños. En cuanto a las primeras, calculan que una de cada siete (el 14% de todas las africanas) corre el riesgo de desarrollar un cáncer antes de los 75 años y que los de cuello de útero y los de mama son los que más muertes provocan. “Más de un tercio de todas las muertes por el de cuello uterino en el mundo se producen en el África subsahariana, a pesar de que esta población solo representa el 14% de la población femenina mundial. Mientras, apenas 16 de los 46 países de la región habían puesto en marcha programas de vacunación contra el virus del papiloma humano en 2019, con una tasa media de cobertura de vacunación del 49,4%”, reza la publicación. Sobre los niños, los investigadores estiman que para 2050 la mitad de los pacientes infantiles se producirán también en el continente. La prevalencia actual es de 56,3 por millón de habitantes.

Un problema multifactorial

La escalada del cáncer puede atribuirse a una combinación de factores. Una de los principales tiene que ver con la fragilidad de los sistemas de salud en la mayoría de países subsaharianos. Las instalaciones y programas para la prevención, el diagnóstico y el tratamiento son insuficientes, así como de personal cualificado. De hecho, en la mayoría de las naciones evaluadas las tasas de participación en los programas de prevención son inferiores al 50% y en algunas apenas llegan al 10%. Va en línea con el gasto sanitario: la media es del 4,95% del Producto Interior Bruto, según el Banco Mundial, frente al 9,9% de la Unión Europea.

Una mujer sostiene una placa durante una marcha para sensibilizar sobre la importancia de los controles para prevenir el cáncer de mama en Nairobi, Kenia.
Una mujer sostiene una placa durante una marcha para sensibilizar sobre la importancia de los controles para prevenir el cáncer de mama en Nairobi, Kenia.SOPA Images (Getty Images)

En África subsahariana fallecen más pacientes que en el resto del mundo antes y durante las intervenciones debido a las mencionadas carencias en la salud pública. Una encuesta realizada en 2020 en 34 centros sanitarios de la región que ofrecían servicios de tratamiento reveló que, aunque prácticamente todos contaban con equipos para realizar tomografías, radiografías y ecografías, solo 23 ofrecían resonancias magnéticas y solo cuatro realizaban las tomografías. Hay que sumar que estos establecimientos suelen estar ubicados en zonas urbanas, lo que complica el acceso a la población rural; de hecho, otro estudio cuantificó que el 70% de la población del continente no tiene acceso a servicios de radioterapia.

Otra razón por la que puede sobrevenir un cáncer es porque llegue asociado a una infección. El de hígado puede proceder de una hepatitis B o C; y el de cuello uterino, por el virus del papiloma humano. En África subsahariana se da el mayor porcentaje del mundo de tumores malignos resultantes de una infección previa: el 27% de todos los registrados en 2018. En concreto, las altas tasas de VIH (que también son las mayores del mundo) han dado lugar a la incidencia de tumores malignos como el sarcoma de Kaposi, el cáncer de cuello uterino y el linfoma no Hodgkin. “A pesar de la reducción de las muertes relacionadas con el VIH debido a la ampliación de la terapia antirretroviral, los tumores malignos asociados al VIH no han mostrado un descenso en su incidencia”, avisan los autores del estudio.

El vacío de información dificulta, igualmente, reducir las tasas: en un continente donde las labores de sensibilización se centran en materias como la igualdad de género o la importancia de la higiene para prevenir enfermedades o de métodos de planificación familiar para evitar embarazos no deseados, la información sobre el cáncer queda relegada a un segundo plano.

Cada vez es más frecuente encontrar jornadas de concienciación en los centros de salud pública africanos, pero la información recabada confirma que son, a todas luces, insuficientes. Esta carencia deriva en que los pacientes se presentan en los centros médicos con tumores en fases muy avanzadas, ya incurables.

Además, existe otro grupo de factores que tienen más que ver con la occidentalización del modo de vida de los africanos: el tabaquismo, el alcoholismo, el sedentarismo y los cada vez peores hábitos alimenticios son un cuarteto que engrosa la cifra anual de casos y de muertes. A la obesidad producida por el consumo de alimentos ultra procesados se le asocian tipos de cáncer como el de mama, el de cuello de útero y el colorrectal.

En cuanto al tabaco, el estudio condena las “agresivas” campañas de marketing de las empresas tabaqueras, que han provocado un aumento del consumo “en claro contraste con las regiones de altos ingresos”. Se prevé que en 2025 el consumo de cigarrillos haya aumentado en un 41%, frente al 12,8% que se registraba en 2010, y países como Lesoto ya están registrando un consumo del 26,7%. A este hábito se atribuyen un porcentaje considerable de muertes por cáncer de pulmón, tráquea, bronquios y boca. La ingesta de alcohol, sin embargo, es más variable, porque hay Estados –musulmanes, fundamentalmente– que informan de total abstinencia, mientras que otros dan cifras elevadas de consumo.

Con respecto a los factores medioambientales, es bien sabido que las economías de África subsahariana dependen, en mayor o menor medida, de las industrias extractivas agrícolas y minerales, todas ellas asociadas a una mayor exposición a carcinógenos conocidos como pesticidas, mercurio, productos químicos peligrosos y aire contaminado. La exposición a estos agentes también influye. Por último, y como única razón positiva, está el envejecimiento de la población, que también es mayor que antes porque el desarrollo de las últimas décadas ha traído consigo un aumento de la esperanza de vida.

Beth Kabasabiti, miembro de una asociación de apoyo a mujeres con cáncer, coordina una sesión entre varias afectadas en el hospital Mulago en Uganda.
Beth Kabasabiti, miembro de una asociación de apoyo a mujeres con cáncer, coordina una sesión entre varias afectadas en el hospital Mulago en Uganda. Lynsey Addario (Getty Images)

Abandono del tratamiento

Otra consecuencia del aumento de la mortalidad es que la tasa de abandono de los tratamientos es muy alta debido a los altos costes de los mismos y a la pobreza de la población. En el caso de las mujeres con cáncer de mama, el 38% no lo finaliza, ejemplifica el informe. En el caso de los niños, en Kenia, el 54% no lo acaba, y en Zambia, el 46%. Y con respecto a los más pequeños, surge una complicación más: la falta de oncólogos pediátricos provoca que los niños obtengan un diagnóstico cuando ya la enfermedad está muy avanzada. De hecho, solo cuatro países tienen este tipo de especialistas en su sistema sanitario público: Sudáfrica, Uganda, Tanzania y Ghana. Las otras 31 naciones estudiadas informan de que no disponen de este perfil, por lo que los niños son tratados por enfermeras y médicos generalistas. La elección de curanderos tradicionales en lugar de médicos con formación clínica, el hecho de no participar en un estudio de investigación, la escasa formación de las madres y el temor al tratamiento son otras de las razones citadas.

La pobreza se hace notar cuando toca pagar un tratamiento. Los investigadores afirman que tratar un cáncer no es barato en África, y que, encima, los países africanos abonan precios más elevados por medicamentos para estas patologías que los latinoamericanos con un nivel de ingresos o una tasa de enfermedad parecidas. “En consecuencia, esto deja la puerta abierta para que los medicamentos genéricos de baja calidad inunden el mercado”, indican los autores.

Acciones urgentes

Revertir o, por lo menos, ralentizar el impacto de este abanico de enfermedades en África subsahariana es cuestión de hacer, pero también de dejar de hacer. La recomendación más urgente es que cada país elabore o actualice su plan nacional de control de estas patologías, y que este incluya las especificaciones necesarias para los casos infantiles, las comorbilidades como el VIH o la malnutrición, el suministro de medicamentos adecuados y la prestación de cuidados psicosociales, de apoyo y paliativos. Es importante no dar la espalda a las prácticas de medicina tradicional, ya que son utilizadas por el 80% de los ciudadanos, anota el estudio.

Desarrollar registros exhaustivos de casos e invertir en diagnósticos, tratamientos, investigación, tecnologías digitales y formación de personal es igual de importante. En lo que respecta a los mecanismos de financiación que suponen una movilización de fondos, la recomendación es que estos se junten y luego se asignen a asociaciones sanitarias como el Fondo Mundial contra la tuberculosis, la malaria y el VIH o como GAVI, la Alianza mundial de la vacunación, para garantizar que los pacientes tengan un acceso más rápido y equitativo a los medicamentos.

En cuanto a las prácticas que deben cesar, los autores llaman la atención sobre la fuga de cerebros. “Las grandes inversiones en formación y contratación serán en vano si las naciones de altos ingresos siguen atrayendo al personal local con ofertas de trabajo más lucrativas en el Servicio Nacional de Salud. La cooperación gubernamental entre los Estados africanos y los países de renta alta es fundamental para poner fin a la fuga de talentos y mejorar las tasas de retención”, solicitan.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Es periodista y desde 2013 trabaja en EL PAÍS, principalmente en la sección sobre derechos humanos y desarrollo sostenible Planeta Futuro, y coordina el blog Migrados. Sus reportajes han recibido diversos galardones. Es autora del libro 'El tiempo detenido y otras historias de África'. Desempeña la mayor parte de su trabajo en África subsahariana.

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