_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Volver al principio

Acabar en tablas es a lo máximo que se puede aspirar cuando se juega con el destino

Sorteo Loteria Niño 2022
Una administración de lotería, en la Gran Vía de Madrid.Eduardo Parra (Europa Press)
Juan José Millás

Al salir de la administración de lotería, donde había comprado un décimo, me esperaba una señora que acababa de adquirir otro. Me propuso que los intercambiáramos “para confundir al azar”. Me lo dijo en voz baja, claro, casi al oído, para que el azar no se enterara. Me pareció bien, de modo que ella se quedó con mi número y yo con el suyo. De camino a casa, y obsesionado con la idea esta de engañar al futuro, elegí la calle paralela a aquella por la que vuelvo de forma habitual para ver qué pasaba o dejaba de pasar al alterar mi itinerario. No se me escapó que, al tomar aquella decisión, me desdoblaba, de manera que una versión invisible de mí siguió la ruta de siempre.

Mientras recorría con mi cuerpo mortal la calle desacostumbrada, seguía imaginariamente el recorrido del yo que había preferido obedecer a la rutina. ¿Qué sería de él? ¿Se torcería un tobillo? ¿Se extraviaría? ¿Se las arreglaría solo? En todo caso, pensé que nos encontraríamos en casa y las cosas volverían a ser como antes. Pero transcurrieron dos horas sin que el fantasma regresara. Lo notaba en la sensación de que me faltaba algo, como si me hubieran arrebatado el alma. Mi desasosiego debía de ser tan palpable que mi mujer me preguntó en varias ocasiones qué ocurría. Llegó la noche y el fantasma continuaba sin volver. De madrugada, me levanté, me vestí, salí a la calle, fui hasta la administración de la lotería y desde allí inicié la vuelta a casa por la calle de siempre. Iba despacio, atento a los movimientos de las sombras. A la altura de una pequeña tienda de papelería y objetos de oficina, una especie de espíritu me penetró produciendo ajustes reparadores en mi mente.

Entré en casa completamente entero y dormí tranquilo hasta las ocho. Llegado el día, comprobé el décimo y me había tocado el reintegro. Así que estábamos como al principio, en tablas, que es a lo máximo que se puede aspirar cuando se juega con el destino.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_