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Columna
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Después de la crueldad

Todos los regímenes totalitarios contemporáneos requieren de la fe ciega de al menos una parte de la ciudadanía. Pero solo pueden existir cuando el Poder Judicial abandona los principios de justicia y empieza a trabajar en los argumentos legales necesarios para legitimar sus crímenes

El activista ruso Oleg Orlov, mientras un agente de policía le pone las esposas, antes de comparecer ante un tribunal de Moscú, el pasado 27 de febrero.
El activista ruso Oleg Orlov, mientras un agente de policía le pone las esposas, antes de comparecer ante un tribunal de Moscú, el pasado 27 de febrero.SERGEI ILNITSKY (EFE)
Marta Peirano

Oleg Orlov, líder de la organización de derechos humanos Memorial y premio Nobel de la Paz en 2022, ha sido condenado a dos años y medio de cárcel por “desacreditar al ejército ruso”. Según Orlov, por “escribir un artículo en un periódico que describe el régimen político ruso como totalitario y fascista”. Mariana Katzarova, relatora especial de la ONU sobre derechos humanos en Rusia, describe el juicio como “un intento orquestado de silenciar a los defensores de derechos humanos”. ¿Qué pasará cuando lo consigan?

Orlov se lo preguntó directamente al juez: “¿No tienen ustedes los mismos miedos? ¿No les asusta ver en lo que se está convirtiendo nuestro país, nuestro país que ustedes aman también? ¿No les da miedo que no solo ustedes, sino también sus hijos y, Dios no lo quiera, sus nietos, tendrán que vivir en esta absurdidad, esta distopía?”. En otras palabras: ¿no ven que, cuando hayan desterrado la justicia de este mundo, tendrán que vivir en él?

Muchos empujan la máquina del genocidio convencidos de que, si permanecen al lado de los verdugos, nunca llamará a su puerta. Muchos distribuyen mentiras pensando que se pueden lograr objetivos legítimos con armas de destrucción social. Incluso los millonarios que queman el planeta frente a los avisos de la comunidad científica piensan que el búnker de Nueva Zelanda les guardará de pagar por sus excesos. Todos los regímenes totalitarios contemporáneos requieren de la fe ciega de al menos una parte de la ciudadanía. Pero solo pueden existir cuando el Poder Judicial abandona los principios de justicia y empieza a trabajar en los argumentos legales, ideológicos y pseudocientíficos necesarios para legitimar sus crímenes. La pregunta de Orlov me parece doblemente pertinente. Si ganan, ¿qué será de los jueces cuando la justicia ha dejado de importar?

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Los 16 juristas y abogados que protagonizaron el tercero de los juicios de Núremberg por implementar el sistema judicial y legal del régimen nazi, incluyendo nueve altos funcionarios del Ministerio de Justicia del Reich, no llegaron a descubrirlo. Tampoco respondieron a la pregunta de Orlov. Invocaron la defensa nullum crimen sine lege, que dice que nadie puede ser acusado de un crimen o sometido a sanciones penales por un acto que no estuviera definido como delito en el momento en que fue cometido. Estaban siguiendo órdenes. “¡Befehl ist befehl!” (una orden es una orden). Quien sí respondió fue Ernst Janning, el jurista interpretado por Burt Lancaster en Vencedores y vencidos, la película que Stanley Kramer dirigió en 1961. Siento que Orlov preguntó pensando en él.

“Los que entendíamos lo que pasaba, los que sabíamos que las palabras eran mentiras y peor que mentiras, ¿por qué nos quedamos callados? ¿Por qué participamos? ―dice Jennings en su emocionante monólogo—. Porque amábamos a nuestro país. ¿Qué importa si unos pocos extremistas políticos pierden sus derechos? ¿Qué importa si unas pocas minorías raciales pierden sus derechos? Es solo una fase pasajera. Es solo una etapa por la que debemos pasar. Será descartada tarde o temprano. Hasta Hitler será descartado, tarde o temprano […] Y entonces, un día miramos a nuestro alrededor y descubrimos que estábamos en un peligro aún más terrible. El ritual iniciado en esta sala de juicios se extendió por el país como una enfermedad furiosa y rugiente. Lo que iba a ser una ‘fase pasajera’ se había convertido en el modo de vida”. Si la crueldad y la mentira se imponen sobre la humanidad y la justicia, no importa quién gane. Todos tenemos que vivir.

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