_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Puigdemont es el señor X

El “liderazgo absoluto” de Tsunami Democràtic, según la nota del Supremo, lo ejercía el ‘expresident’. No lo consideraron tres juzgados de Barcelona que investigaron los hechos

Miles de personas en el Aeropuerto del Prat en protesta por la condena a los líderes del 'procés', en octubre de 2019.
Miles de personas en el Aeropuerto del Prat en protesta por la condena a los líderes del 'procés', en octubre de 2019.Albert Garcia
Jordi Amat

“Falsificaciones masivas y continuadas de billetes de avión y tarjetas de embarque”. Esa fue el arma utilizada para cometer la acción, como afirma la nota en la que se argumenta por qué la Sala Penal del Tribunal Supremo ha abierto una causa penal al eurodiputado Carles Puigdemont y al diputado Rubén Wagensberg. Una causa por terrorismo que nunca, nada, no tiene que ver con la tramitación de la ley de amnistía. No mezclemos la política, los hechos son los hechos. Aquel 14 de octubre de 2019, miles de personas, que en teoría no habían recibido formación en el uso de explosivos ni tampoco habían entrenado en las zonas montañosas de la Cataluña francesa, atendieron la convocatoria de la organización Tsunami Democràtic y bloquearon el Aeropuerto de El Prat para protestar contra la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes del procés. Lo consiguieron durante unas horas y, sí, hubo disturbios de consideración. Algunos de los implicados, según la investigación, llevaban pasamontañas que, curiosamente, “cubrían sus rostros”. Antes, aunque no conste en la exposición razonada avalada por la alta judicatura, habían cometido delitos tal vez más peligrosos para el orden público. Creo que es mi deber colaborar en la investigación. La mayoría llegó usando transporte público, hecho probado, pero algunos se rebelaron a sabiendas contra el código de circulación: no cortaron la carretera, como agricultores cualesquiera, sino que aparcaron sus coches en la cuneta y se aventuraron a llegar andando hasta la terminal. Sabemos cómo habían conseguido la munición: la “multitud de personas congregadas con falsos billetes de avión y tarjetas de embarque” se los descargaron, e incluso imprimieron, a través de la aplicación telefónica a la que tenía acceso cualquier ciudadano. Nada que deba sorprendernos. Como había ocurrido una y otra vez durante una década en Cataluña, “terrorismo callejero”.

El “liderazgo absoluto” de Tsunami Democràtic, según la nota, lo ejercía Puigdemont. No lo consideraron tres juzgados de Barcelona que investigaron los hechos y acordaron el sobreseimiento provisional por falta de autor conocido. Se equivocaron: ahora se lo señala porque lo acreditan una “pluralidad de indicios”: desde asistencia a reuniones a la republicación de tuits o los mensajes que se han obtenido al analizar el teléfono de los receptores. No se sabe si él diseñó la falsificación de las tarjetas de embarque, podría ser. Lo que se afirma en la nota es que Puigdemont dominó la ejecución de la acción terrorista del bloqueo del aeropuerto a través de “todo un aparato de poder de organización que funciona desde la cúpula, donde se diseña, planifica y se dan las órdenes delictivas, hasta los ejecutores materiales de las mismas, no sin antes pasar tales órdenes por las personas intermediarias que organizan y controlan su cumplimiento”. Quien ha redactado estas palabras conoce con precisión la noción del “hombre de atrás” de Claus Roxin. Puigdemont sería un caso de Hintermann: las personas que ejercen el “dominio de la voluntad en virtud de aparatos organizados de poder” y que son responsables del delito como “autores mediatos” porque lo habrían ordenado con mando autónomo. El gran penalista alemán elaboró esta figura a partir del juicio de Jerusalén contra Adolf Eichmann. Se aplicó a los comandantes de la Junta Militar de Argentina por el plan sistemático de exterminio o cuando en 1994 el Tribunal Supremo alemán condenó a tres integrantes del Consejo Nacional de Defensa de la República Democrática Alemana por el asesinato de nueve personas que quisieron cruzar el muro de Berlín. Es evidente que la figura encaja con Puigdemont. “Falsificaciones masivas y continuadas de billetes de avión y tarjetas de embarque”. Dio la orden. Él sería el señor X.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Ejerce la crítica literaria en 'Babelia' y coordina 'Quadern', el suplemento cultural de la edición catalana de EL PAÍS.
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_