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COLUMNA
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Acecha una cuarta guerra

Nunca el régimen norcoreano había mostrado una cara tan peligrosa desde 1950

Kim Jong-un supervisaba el 28 de enero las pruebas de un nuevo misil de crucero lanzado desde un submarino en un lugar no especificado de Corea del Norte. La fotografía fue publicada por la oficial Agencia Central de Noticias norcoreana (KCNA).
Kim Jong-un supervisaba el 28 de enero las pruebas de un nuevo misil de crucero lanzado desde un submarino en un lugar no especificado de Corea del Norte. La fotografía fue publicada por la oficial Agencia Central de Noticias norcoreana (KCNA).EFE
Lluís Bassets

A las dos guerras ya en marcha, en Ucrania y en Gaza, y a la amenaza de una tercera en Taiwán, se suman ahora los negros nubarrones que anuncian la posibilidad de una cuarta. Para mayor dramatismo, un ingrediente común a todos estos escenarios se añade a las matanzas masivas ahora en marcha. El arma matadora de civiles por excelencia que es la bomba nuclear está en manos de uno de los actores en cada uno de los conflictos potenciales o en curso. Notables historiadores y politólogos han señalado además el peligro de conexión entre conflictos y amenazas simultáneos y recuerdan que así fue como se tejió la trama apocalíptica de las dos grandes guerras mundiales del siglo XX.

La alarma se ha disparado con la creciente belicosidad de Corea del Norte, que acaba de abandonar su tradicional política de reunificación pacífica de la península en favor de la conquista militar de Corea del Sur. El dictador Kim Jong-un ha señalado a su vecino y hermano del Sur, la República de Corea, como su principal enemigo. A la vez, ha derribado el monumento construido en 2001 en homenaje a una futura reunificación y cancelado de la Constitución la obtención de tal objetivo histórico. Sucede en mitad del fragor de sus maniobras artilleras, amenazas nucleares y pruebas balísticas sobre zonas marítimas surcoreanas, una de las actividades que más complacen al rollizo y belicoso autócrata comunista. Nunca el régimen había mostrado una faz tan peligrosa desde 1950, según destacados expertos. Hasta el punto de que consideran que ya está tomada la decisión de ir de nuevo a la guerra.

El camino agresivo de Rusia, y en distinto grado de China, no podía quedar sin emulación. A Kim Jong-un le sirven de inspiración la invasión de Ucrania y las crecientes amenazas sobre Taiwán, pero también la respuesta de Israel a los atentados masivos de Hamás del 7 de octubre. Cuando la política de la fuerza se impone a la fuerza de la legalidad internacional, nada más normal que los regímenes más gamberros pretendan superar el mal ejemplo de los más poderosos. Asociados entre ellos, rehúyen las sanciones, asocian sus industrias destructivas e incluso obtienen rendimientos comerciales. Pyongyang se ha convertido en uno de los mayores suministradores de misiles, munición artillera y probablemente de material nuclear, primero para Rusia y luego para las fuerzas que combaten contra Estados Unidos e Israel por procuración en Líbano, Irak, Siria y Yemen.

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Rusia y China estuvieron comprometidas en las conversaciones de desarme nuclear con Pyongyang entre 2003 y 2007 y luego en el acuerdo firmado con Irán de 2015. Algo se ha hecho muy mal estas últimas dos décadas para que las peores dictaduras estén alineándose ahora en un conglomerado amenazador, a semejanza de aquel Pacto Tripartito entre Alemania, Italia y Japón de 1940 que arruinó Europa y el mundo con la guerra más devastadora de la historia.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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