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Columna
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Gigi Riva, el futbolista que dignificó a un pueblo

Las redes italianas rinden homenaje al mítico jugador, fallecido el pasado 22 de enero, que rechazó ofertas millonarias para mantenerse fiel a un equipo, el Cagliari, y una isla, Cerdeña, donde encontró una segunda familia

El futbolista italiano Luigi "Gigi" Riva en el Cagliari hacia 1970.
El futbolista italiano Luigi "Gigi" Riva en el Cagliari hacia 1970.HUM Images (HUM Images/Universal Images Group/ Getty Images)
Carla Mascia

Recuerdo que en el horno de la pequeña pizzería de la que fue dueño y único empleado durante muchos años en una humilde población a las afueras de París, mi padre se había fabricado una especie de constelación nostálgica de su tierra perdida, Cerdeña. Había un retrato de una familia típica de pastores de la isla, una foto en blanco y negro de su nonno Alessandro trabajando en la construcción en Cagliari de La Rinascente, una especie de Galerías Preciados italiana, imágenes de playas paradisiacas de la costa Esmeralda y varias estampas de un hombre apuesto, de mirada tímida y vestido con pantalones cortos y medias, por el que un día me atreví a preguntar. “¿Que quién es Gigi Riva? ¿Acaso tú eres mi hija?”, contestó casi escandalizado, buscando el respaldo de algunos clientes. “¡Riva es el que nos hizo ganar la Liga en 1970! ¡El mejor jugador italiano de todos los tiempos y un hombre excepcional!”.

La muerte de Gigi a los 79 años, el pasado 22 de enero, al que Daniel Verdú dedicó una emocionante columna, me ha hecho reconectar con ese personaje mitificado en mi familia, con su excepcional historia y su condición de héroe para todo un pueblo. No hay más que ver la cantidad de homenajes que siguen llenando la prensa y las redes sociales en Italia, donde los usuarios, además de sentidas palabras de afecto y admiración, han compartido sus mejores goles, la canción que le dedicó en su día Raffaella Carrà o fotografías antiguas del aún hoy máximo goleador de la Nazionale, con 35 goles en 44 partidos. En una de ellas, quizá la que permite entender mejor la dimensión humana del jugador, se le ve abrazado a los pescadores del barrio de Sant´Elia, a los que solía frecuentar como uno más. Riva, nacido en el seno de una familia lombarda muy humilde y huérfano a una edad temprana, nunca olvidó de dónde venía ni cuáles eran sus valores, pero sobre todo, encontró en los sardos una nueva familia que nunca abandonaría. Una fuente de amor inagotable, como lo demuestran las impresionantes imágenes de la marea humana que se formó frente a la basílica de la Madonna di Bonaria en Cagliari para despedir a Rombo di tuono [fragor de trueno], las lágrimas y los rostros desconsolados.

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“No sé si alguien que no sea sardo puede entender lo que estamos viviendo. Cuántas veces, en los últimos días, habréis escuchado decir “ha unido a todo un pueblo”, “ha representado a todo un pueblo”, “ha salvado a todo un pueblo”, escribió un tuitero, resumiendo lo que ha significado Riva no solo para el Cagliari sino para toda Cerdeña, una isla que gracias a él venció sus divisiones y empezó a mirar con la cabeza alta al continente. El futbolista, que llegó al modesto conjunto un poco por casualidad, no tardó en convertirse en una estrella a la que los clubes más prestigiosos cortejaban descaradamente. La Juventus incluso propuso a los rossoblù 1.000 millones de liras ―una barbaridad en aquella época― por fichar a Riva, pero él los eligió a ellos, y a esa tierra “de pastores y bandidos” donde la modernidad siempre llegaba con un tiempo de retraso. Para los sardos, recibir el cariño y la lealtad indefectible del que Federico Buffa, autor de una obra de teatro sobre la amistad de Riva y Fabrizio d´André, calificó de “la más grande entidad moral del fútbol italiano”, fue inimaginable y, sobre todo, un motivo de orgullo que ni Gramsci, Berlinguer o Grazia Deledda fueron capaces de igualar.

Las crónicas de la época cuentan que era tal la expectación que Gigi generaba cada domingo que, entre las gradas, gritando a pleno pulmón, también se encontraban prófugos de la justicia que preferían arriesgarse a ser detenidos antes que perderse la nueva hazaña de Rombo di tuono. “Se fue esposado del estadio, pero sonriente y feliz”, cuenta el periodista Ottavio Olita a propósito de un bandido arrestado el día que ganaron el único scudetto de la historia del Cagliari. Un sentimiento de euforia que mi padre recuerda con especial cariño y que se contagiaba a toda la familia, incluso a mi abuela que cosía a mano banderas del equipo y números 11 en las camisetas de mi padre y de sus primos, hipnotizada por el carisma de ese jugador de un metro ochenta, cuyo rostro viril parecía esculpido en el mármol.

Hasta su muerte, Riva fue “un héroe que caminaba entre la gente”, como resumió L´Unione sarda. Un tipo cercano y reservado a la vez, sin necesidad de ostentación alguna, con la que los caglaritanos solían encontrarse a menudo en la trattoria Stella Marina di Montecristo, donde tenía su mesa, o paseando por la vía Dante, envuelto en sus pensamientos. Una frase pintada en una banderola de un club rival, el Génova, cuya fotografía ha rescatado una tuitera, resume lo que hoy sigue simbolizando para el deporte ese jugador descomunal que se mantuvo fiel a su equipo porque, como solía decir, su historia con los rossoblú era demasiado bella. “En este fútbol a la deriva, solo aplausos para Gigi Riva”.

Sobre la firma

Carla Mascia
Periodista franco-italiana, es editora en la sección de Opinión, donde se encarga de los contenidos digitales y escribe en 'Anatomía de Twitter'. Es licenciada en Estudios Europeos y en Ciencias Políticas por la Sorbona y cursó el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Antes de llegar al diario trabajó como asesora en comunicación política en Francia.
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