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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cambio de ciclo en Euskadi

El País Vasco irá a las urnas en 2024 en unas elecciones cruciales en las que ni Urkullu ni Otegi serán candidatos

Imanol Pradales, el candidato a lehendakari propuesto por la dirección del PNV, entre el lehendakari Iñigo Urkullu (derecha) y el presidente del partido, Andoni Ortuzar, el domingo en un acto de la formación en Sukarrieta (Bizkaia) por el 120º aniversario del fallecimiento de Sabino Arana.
Imanol Pradales, el candidato a lehendakari propuesto por la dirección del PNV, entre el lehendakari Iñigo Urkullu (derecha) y el presidente del partido, Andoni Ortuzar, el domingo en un acto de la formación en Sukarrieta (Bizkaia) por el 120º aniversario del fallecimiento de Sabino Arana.Luis Tejido (EFE)
El País

Euskadi volverá a las urnas en 2024, previsiblemente en primavera, en las elecciones autonómicas más abiertas de los últimos años y con nuevos candidatos al frente de al menos cuatro de los principales partidos. Dos hechos recientes simbolizan el cambio de ciclo en una comunidad afianzada en la normalidad democrática tras el fin de la violencia de ETA en 2011 y la disolución de la banda terrorista hace un lustro: la sorpresiva renuncia del PNV a que Iñigo Urkullu buscase, como probablemente era su deseo, un cuarto mandato como lehendakari, y la decisión de Arnaldo Otegi, el rostro más conocido de EH Bildu, de no competir por el puesto cuando ambas formaciones pugnan, como nunca antes, por la primacía del nacionalismo vasco.

El PNV ha hecho un movimiento arriesgado al prescindir, con cierta precipitación en el anuncio, de un dirigente que ha encadenado tres victorias electorales. Sin duda lo ha hecho preocupado por los síntomas de agotamiento en la gestión que ha dado el Gobierno vasco en los últimos tiempos, en especial tras la pandemia y en áreas tan sensibles para la ciudadanía como la sanidad o la educación. Quizá, además, le han faltado reflejos y sobrado arrogancia para interpretar la evolución social, como el mismo partido reconoció al presentar en 2022 un “proceso de escucha” después de gobernar Euskadi los últimos 43 años, con la sola excepción del trienio (2009-2012) en que fue lehendakari el socialista Patxi López. El hecho es que Bildu se quedó el 23-J a 1.100 votos de un PNV que perdía más de 103.000 sufragios. Está por ver si le resulta suficiente para recuperarse el relevo de Urkullu, en cuyo haber figuran tanto liderar los primeros años de la Euskadi pos-ETA como retomar el rumbo moderado de su formación tras la fracasada deriva soberanista del Pacto de Lizarra y del plan Ibarretxe.

Con el final de ETA, la izquierda abertzale ha ido ganando respaldo entre sectores que antes no la apoyaban en una sociedad vasca —especialmente en sus capas más jóvenes— para la que la violencia forma ya parte del pasado. Bildu ha hecho claros esfuerzos por ampliar el abanico de sus políticas y presentarse como un partido progresista e independentista más. Tiene, sin embargo, pendiente una deuda crucial con todos los demócratas: el reconocimiento sin paliativos de que el terrorismo jamás tuvo razón de ser. Es su falta de rotundidad la que le resta la posibilidad de convertir acuerdos puntuales en ámbitos más amplios de colaboración, por ejemplo, con el PSOE. Otegi decía ayer que en Euskadi “todos tienen un pasado” y que todos conocen el suyo, pero en el relevo generacional que acaba de protagonizar es clave su militancia en ETA o su papel de primer orden cuando Batasuna era el brazo político de la banda.

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El escenario vasco tiene una relevante derivada nacional por cuanto Pedro Sánchez precisará más de una vez el respaldo en el Congreso de ambas formaciones nacionalistas. Los socialistas, socios del PNV en las principales instituciones de Euskadi, aspiran a que su voto sea la llave del futuro Ejecutivo autonómico. Ambos partidos acaban de firmar un detallado acuerdo para la legislatura nacional y, aunque una victoria abertzale supondría un histórico revés para el PNV, esta podría no traducirse en que el aspirante aún por designar de Bildu se siente en Ajuria Enea. Las elecciones vascas, campaña incluida, tendrán su eco en toda España. Solo de Urkullu depende fijar la fecha, una decisión que reduciría la interinidad política en la que ha quedado.


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