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TRIBUNA
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La ‘generación Leonor’ inquieta al independentismo

Una nueva relación con los símbolos de España puede abrirse paso en Cataluña, en un contexto en el que la independencia ya no moviliza como hace 10 años, especialmente a los jóvenes

La princesa de Asturias, Leonor de Borbón, el pasado 20 de octubre en Oviedo.
La princesa de Asturias, Leonor de Borbón, el pasado 20 de octubre en Oviedo.Samuel de Roman (Getty Images)
Estefanía Molina

La princesa Leonor es una incógnita para el independentismo. Junts, ERC, Bildu, e incluso los nacionalistas BNG y PNV, no acudirán hoy a la jura de la heredera al trono ante las Cortes, aun sin saber nada de su eventual reinado. Sin embargo, nada más desconcertante para los independentistas que el que la futura reina sea capaz de hablarles en catalán como si fuera nativa. Otra relación con los símbolos de España puede abrirse paso, en un contexto en el que la independencia ya no moviliza en Cataluña como hace 10 años.

Lo ilustró uno de los últimos estudios del CEO, el CIS catalán: las generaciones más jóvenes de catalanes muestran menos interés en la ruptura. Los mileniales y la generación Z —que comprenden, respectivamente, entre los 27 y los 42 años, y entre los 16 y los 26— son el grupo que en menor medida apoya la idea del Estado propio. La diferencia es de unos 10 puntos con respecto a la generación más movilizada a favor de la independencia, que son los baby boomers. En definitiva, uno de los movimientos más antimonárquicos de nuestro país en los últimos tiempos, como ha sido el procés en Cataluña, empieza a dejar de fabricar adeptos o entusiastas. Ello no quiere decir que esos mismos ciudadanos sean necesariamente ya favorables a la Monarquía como forma de Estado. Ahora bien, las instituciones no solo se legitiman socialmente o logran amplios consensos a través de sumar defensores acérrimos, sino también cuando aquellas no levantan grandes pulsiones a la contra o de rechazo, sino que se perciben de manera más templada.

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Así que la generación Leonor muestra dos sentidos: por un lado, el potencial de la princesa heredera, pero, en paralelo, el nihilismo o el pinchazo independentista en los jóvenes catalanes que le son generacionalmente cercanos. A menudo se olvida que los factores que llevaron el procés a su máximo apogeo en 2017 fueron, en parte, contextuales y generacionales. Los procesos de socialización tienen consecuencias políticas, y en este caso, pueden tenerlas en la relación con nuestra forma de Estado, la monarquía parlamentaria.

Primero, porque el independentismo catalán usó el contexto del rey Felipe VI para movilizar en su contra. El discurso del Monarca del 3 de octubre de 2017 en defensa de la legalidad vigente continúa siendo objeto de crítica desde ERC hasta Junts y Podemos en su impugnación de la Constitución de 1978. Por su parte, la derecha tampoco ha ayudado en estos años, tratando de adueñarse de la imagen simbólica de la institución. Si partidos como el BNG o el PNV no acudirán a la ceremonia de este martes es porque creen que ello apuntala sus luchas identitarias en Galicia o Euskadi.

Sin embargo, la idea de una Leonor que pronuncia largos discursos en un catalán perfecto no es una mera anécdota hoy —más allá de que Felipe VI también lo hable—. Si Junts ha puesto tanto énfasis en el reconocimiento del idioma, es porque sabe que construye identidades. Muchos independentistas se lamentan de que sus jóvenes cada vez lo hablan menos, fruto del auge de las redes sociales o de los streamers en castellano. Una futura reina capaz también de relacionarse con la sociedad civil catalana en algo que tanto aprecian no es una reina que pueda percibirse con hostilidad, cuando menos.

Segundo, Leonor asistirá a un país distinto al que vive su padre. Si la tendencia de distensión se mantiene, las nuevas generaciones de catalanes no tendrán pronto recuerdo ni de la consulta del 9-N de 2014, ni del referéndum ilegal, la aplicación del 155 o la estancia de sus líderes en prisión. Perder su componente a la contra y victimizante respecto a los símbolos del Estado es lo peor que le podría pasar al independentismo a la hora de generar ansiedad contra España. Sus jóvenes están tan frustrados con el fracaso de 2017 que ya se movilizan poco por la Diada y son residuales sus expresiones públicas contra la Monarquía.

A la sazón, es un símbolo que Leonor vaya a jurar en el Congreso más acogedor con la diversidad lingüística de la democracia, siendo ella políglota, a pesar de que haya partidos nacionalistas e independentistas ausentes. Así como Felipe VI ha logrado cosechar una vinculación emocional frente a muchos ciudadanos que le han visto crecer, ahora le toca el turno a la heredera, mujer discreta y aplicada, que jura la Constitución a los 18 años y que tiene el futuro por delante para construir su legado.


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Sobre la firma

Estefanía Molina
Politóloga y periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Es autora del libro 'El berrinche político: los años que sacudieron la democracia española 2015-2020' (Destino). Es analista en EL PAÍS y el programa 'Hoy por Hoy' de la Cadena SER.

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