_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Qué responder

La sombra que no me pertenecía se acomodó debajo de la cama del dormitorio mientras yo me preparaba para darme una ducha. Luego, mientras me vestía, salió de su escondite y pareció entablar algún tipo de negociación con la mía

La silueta de un hombre y su sombra.
La silueta de un hombre y su sombra.Tomás Bravo (Reuters)
Juan José Millás

Caminaba por el parque cuando descubrí sobre el suelo una sombra que se movía sola, sin depender de cuerpo alguno. La seguí un rato para cerciorarme de que no la provocaba una nube y al poco concluí que estaba la pobre más sola que la una. Me acordé de una ocasión en la que encontré, justo en el mismo sitio, un perro abandonado que al final tuve que adoptar y que todavía vive. No estaba dispuesto a llevarme también la sombra a casa, de modo que le indiqué, con gestos de la mía, que me siguiera y recorrimos juntos el parque en busca de su dueño, con el que no logramos dar. Curiosamente, nadie reparaba en el fenómeno porque la gente iba como ensimismada. Lo mismo les daba andar sobre la hierba que sobre una cinta mecánica.

Desalentado, cargué con ella hasta mi piso, donde ni mi mujer ni mis hijos, por fortuna, repararon en que volvía más sombrío de lo que había salido. La sombra que no me pertenecía se acomodó debajo de la cama del dormitorio mientras yo me preparaba para darme una ducha. Luego, mientras me vestía, salió de su escondite y pareció entablar algún tipo de negociación con la mía. Se comunicaban a base de gestos semejantes a los de la lengua de signos de los sordos que para mí resultaban un misterio. Lo cierto es que debieron de alcanzar un acuerdo del que yo quedé excluido y que se tradujo en una especie de fusión, pues la sombra ajena y la mía, que tenían más o menos el mismo tamaño, se superpusieron de tal modo que volví a tener una.

El arreglo, al principio, me gustó, pues parecía una forma de dar carpetazo al asunto. Pero advertí enseguida que la sombra resultante de aquella suma pesaba demasiado. Empecé a caminar por todas partes arrastrando los pies y me volví más opaco y taciturno de lo que era natural en mí. Los amigos me preguntan qué me pasa y yo, la verdad, no sé qué responder.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_