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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Debate a tres

La ausencia de Feijóo deja en evidencia la inconsistencia de la ultraderecha frente a la cohesión de Sánchez y Díaz

Spain's far-right Vox party leader Santiago Abascal, left-wing Sumar leader Yolanda Diaz and Prime Minister and Socialist candidate Pedro Sanchez
Santiago Abascal, Yolanda Díaz y Pedro Sánchez al inicio del debate, el miércoles en TVE.VIOLETA SANTOS MOURA (REUTERS)
El País

El debate a cuatro celebrado el miércoles en la radiotelevisión pública nació con una esquina rota ante el rechazo anunciado por Alberto Núñez Feijóo a participar en él junto a los otros tres candidatos con posibilidades de gobernar: Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Santiago Abascal. La decisión de Feijóo de rechazar la invitación de un medio público y evitarse así la fotografía junto a Abascal condicionó la posibilidad de contrastar proyectos de país y modelos de sociedad, y ese es el objetivo democrático que un debate electoral debe cumplir para que la ciudadanía pueda anticipar el destino de los presupuestos públicos y la dirección que llevarán las políticas de Estado. No sabemos si negarse a acudir anoche a RTVE le pasará factura electoral a Feijóo, pero la que ya ha pagado es la de esa “silla vacía” mientras se debatía sobre el futuro de España y Europa a cuatro días de las elecciones en las que él mismo es candidato. Así, el único representante de un hipotético Gobierno PP-Vox —Sánchez y Díaz hablaron siempre de ellos como un bloque— evidenció la inconsistencia argumental de quien puede llegar a ser su vicepresidente, Santiago Abascal. Su pobre discurso ha elevado la inquietud de quienes temen que la demagogia de extrema derecha y la deformación informativa puedan llegar al Boletín Oficial del Estado de la mano de Feijóo.

Anoche se confrontaba una acción de gobierno y dos programas políticos con medidas concretas (PSOE y Sumar) y un discurso (Vox) que impugna partes enteras de la realidad —de las estadísticas oficiales a la evidencia del cambio climático—, sin temor a difundir bulos —la ley europea de restauración de la naturaleza terminaría “con todas las tierras cultivables de España”— o a incurrir en el síndrome conspiranoico reprochando a Sánchez que lleve el pin de la Agenda 2030 en defensa del plan por el desarrollo de Naciones Unidas: a Abascal le parece preñado de gravísimos peligros. La corrección formal de Abascal no logró ocultar la pulsión impugnadora de buena parte de las conquistas democráticas de las últimas décadas en materias que afectan a la mitad de la población —los derechos de las mujeres— o a la población entera, como apoyo al colectivo LGTBI, la reforma laboral o las medidas de la transición verde.

Anoche se escenificó una gran novedad política desde que el bipartidismo se fragmentó en España en la segunda década del siglo: dos contendientes en unas elecciones exhibieron complicidad política y personal y anticiparon su futura colaboración en un ejercicio de transparencia y pragmatismo político no acostumbrado. Esa sintonía no impidió a Yolanda Díaz marcar territorio propio frente a Sánchez —”Pedro, queremos más”— y, sobre todo, confrontar con contundencia a Abascal en una pugna muy evidente por el tercer puesto en la carrera del próximo domingo y también entre dos potenciales vicepresidentes de gobiernos opuestos. Fue probablemente la ganadora del debate. Sánchez dedicó su tiempo a defender su gestión y Díaz especialmente a las propuestas. Abascal evitó las referencias al PP, y defendió a Feijóo cuando Díaz le preguntó por su relación con el narco Marcial Dorado —”no es normal decir esto de un ausente”— pero con mensaje final para los populares: “Solo Vox se atreve”.

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Es difícil saber la capacidad de un debate para movilizar el voto pero lo que es seguro es que la ausencia de Feijóo hurtó al electorado una información crucial sobre el modo en el que, si gana, piensa limitar, gestionar o negociar su posible colaboración con un partido que incluye medidas que vulneran sin disimulo ejes estructurales de la Constitución.

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