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Columna
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La guerra como ideología

Para Putin, la paz es solo una pausa y los civilizados y tediosos envoltorios de la política y la diplomacia, circunstanciales momentos, cuando la palabra sustituye a la guerra como forma de vida

Prilepin
Zajar Prilepin posa con uno de sus libros en febrero de 2017, en Moscú.NATALIA KOLESNIKOVA (AFP)
Lluís Bassets

“Que lo entiendan todos: la movilización está en marcha y con ella una guerra global por la supervivencia, en la que destruiremos a todos nuestros enemigos. La guerra es nuestra ideología. Y nuestra única tarea, la tarea de todos nosotros como líderes, es explicar y convencer al pueblo ruso entero de que este es nuestro futuro heroico”.

El autor de estas frases es Zajar Prilepin, 47 años, escritor, político y combatiente en Chechenia y Donbás, ahora yaciente en un hospital tras sufrir un atentado con bomba en la región de Nizhni Nóvgorod, probablemente un encargo de los servicios secretos de Ucrania. Raro espécimen que solo se da en Rusia, Prilepin fue amigo y camarada de partido, el nacional bolchevique, de otro escritor ya fallecido, Eduard Limónov, lanzado a la fama por Emmanuel Carrère, que escribió su biografía.

Son gente peligrosa y que vive peligrosamente, tipos duros que sobreviven entre las cárceles y los palacios, el espionaje y la delincuencia común, a veces el gulag y con frecuencia la Lubianka, incluso entre el asesinato y la literatura vanguardista. Carrère describió en Limónov el momento crucial de su formación adolescente en las malas calles rusas, al igual que Vladímir Putin: “Comprende la cuestión esencial de que hay dos clases de gente: aquellos a los que se puede golpear y los que no pueden ser golpeados, no porque sean más fuertes o estén más entrenados, sino porque están dispuestos a matar. Este es el secreto, el único, y el amable y pequeño Eduardo decide pasar al segundo campo: será un hombre al que no se golpea porque se sabe que puede matar”.

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Mucho está en juego en Ucrania. La independencia del país, el orden europeo y quizás mundial, también el futuro de Rusia... Y el papel de la guerra en las relaciones internacionales. Como en las más arcaicas sociedades guerreras, para Putin la paz es solo una pausa y los civilizados y tediosos envoltorios de la política y la diplomacia, circunstanciales momentos, cuando la palabra sustituye a la guerra como forma de vida. Nadie rinde culto a la violencia como instrumento y valor ideológico sin a la vez ponerla al servicio de la dominación y la conquista en guerras de agresión como la de Putin.

Los que solo creen en la guerra difícilmente entenderán a quienes, escarmentados por tantas guerras, ya han renunciado a la guerra en favor de la cooperación multilateral para relacionarse con sus vecinos. Querrán aprovecharse para dominarles a través primero de la amenaza y luego la guerra misma. Ahí está el origen de la invasión rusa, y no en las malas excusas sobre la ampliación de la OTAN o las patrañas sobre el nazismo y el militarismo ucranios. El error de Putin fue calcular que serían muy pocos los europeos que auxiliarían a quienes se defienden en Ucrania ante una guerra criminal de agresión.

Para alcanzar la paz, trágica paradoja, a veces no hay más remedio que enfrentarse, armas en mano, a la ideología de la guerra.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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