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Columna
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Microsoft sacó a bailar a Google

El buscador se arrepentirá de haber danzado en la boda entre Bing y GPT-4 en lugar de esperar a que el matrimonio naufrague y el producto se estrelle

Interfaz de Bard, el ChatGPT de Google.
Interfaz de Bard, el ChatGPT de Google.
Marta Peirano

No se había visto semejante satisfacción en Redmond desde la Macworld Expo de 1997, cuando Steve Jobs anunció el acuerdo de Apple con Microsoft, con la imagen orwelliana de Bill Gates sonriendo en la enorme pantalla de fondo. Entonces Jobs había pedido a su archirrival que invirtiera 150 millones de dólares para salvar la empresa que había fundado en 1976, y de la que había sido desterrado 12 años antes. Ya sabemos cómo acabó aquello. La semana pasada, Microsoft y OpenAI hicieron oficial su relación celebrando las bodas del buscador Bing con GPT-4, el último modelo del producto que ha disparado la carrera por dominar el mercado de la inteligencia artificial (IA). Y el nivel de testosterona en el aire era tan alto que el padre del novio, el habitualmente sensato y conciliador Satya Nadella, dijo que espera que el nuevo Bing haga que Google salga a demostrar que también baila. Y añadió: “Quiero que la gente sepa que fuimos nosotros los que le hicimos bailar”.

Y bailó. En un patético intento de arruinar la boda, Google anunció Bard, su propio ChatGPT. Fue unas horas antes, con un post tan precipitado que el pobre Bard respondió mal a la única pregunta de la demostración, que encima era un GIF. Las acciones de Alphabet se desplomaron un 8%, pero no por el error de Bard, sino porque el mercado había olido su miedo. Google desarrolla IA, pero no puede reinventar su buscador integrando un chatbot sin poner en crisis su negocio. Ofrecer millones de respuestas jerarquizadas permite capitalizar múltiples formatos: optimización, patrocinados, trackeadores, banners, vídeos... Bing ofrece una sola respuesta con enlace a fuentes, pero su objetivo no es que pinches en el máximo número de enlaces, sino que vuelvas a Windows, empezando por su buscador y su navegador. En 2003, Explorer ocupaba el 95% del mercado; hoy Microsoft Edge tiene un magro 3.37%.

La guerra con Google es primigenia, pero el noviazgo con OpenAI es reciente. Nadella invirtió mil millones de dólares en la start-up en 2019 y otros 10.000 millones el pasado enero. Pero, sobre todo, Microsoft Azure es el casero de un proyecto que ha crecido más rápido que ningún otro software en la historia. Un profesor de la Universidad de Maryland calculó que el coste de mantener ChatGPT con un millón de usuarios asciende a tres millones de dólares al mes, y ahora tiene un número indeterminado entre 30 y 100 millones. La boda de Redmond les permite escalar el negocio sin arruinarse con el alquiler.

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Es un triunfo personal de Nadella, el consejero delegado que en 10 años transformó a la derrotada Microsoft en una empresa de servicios de la nube, la segunda después de Amazon Web Services, por delante de Google Cloud. Y una maniobra estelar de Sam Altman, el padre de la novia, un hombre de 37 años que al frente de la aceleradora Y Combinator aprendió las lecciones de Steve Jobs y también las de Elon Musk, Elizabeth Holmes y Sam Bankman-Fried. Google se arrepentirá de haber bailado en esta boda en lugar de esperar a que el matrimonio naufrague y el producto se estrelle, como el Autopilot de Tesla. Siempre hay alguien más joven y hambriento que tú bajando detrás de ti en la escalera, pero si te tiras, pierdes antes sin necesidad.

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