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Brasil
Columna
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El último y difícil escollo de Lula

El presidente de Brasil ya experimentó en sus dos gobiernos anteriores cómo sin el Congreso no se gobierna

Juan Arias
Lula da Silva, presidente de Brasil
Lula da Silva, presidente de Brasil, durante una rueda de prensa junto a Olaf Scholz, el canciller alemán.Arthur Menescal (Bloomberg)

Desde que Lula ganó las elecciones, hace tres meses, y en su primer mes de Gobierno, ha demostrado que ha llegado para vencer y desintoxicar al país del virus bolsonarista. En menos de tres semanas, tuvo tres victorias incontestables: recuperó las relaciones internacionales que con Bolsonaro habían convertido a Brasil en un rincón de provincia; restableció la paz con las Fuerzas Armadas que lo vieron llegar con malos ojos y destapó a cielo abierto el genocidio y holocausto de los indígenas de la Amazonia.

Ahora Lula, con las elecciones en curso en el Congreso y el Senado se juega la última carta fundamental para poder emprender su gran y última batalla: la de la economía, para poner en marcha sus promesas de rescatar la miseria en la que el gobierno de extrema derecha había arrojado a millones de familias.

El gran escollo de Lula era la presidencia de un Congreso, sin el cual no podría gobernar, y que se presenta más reaccionario que nunca y con la victoria segura del actual presidente, el bolsonarista convencido, Arthur Lira. Ahí prevaleció el sentido político de Lula que decidió apoyar a los conservadores y enemigos de su gobierno para no quedarse en la calle.

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Más difícil lo tiene con el Senado donde los bolsonaristas, hasta con el apoyo telefónico de Bolsonaro desde Estados Unidos, luchan para elegir al ultraderechista, Rogelio Marinho. Si Lula pierde el Senado donde se fraguan decisiones fundamentales para los gobiernos y la justicia, su tarea no le será fácil.

Lula ya experimentó en sus dos gobiernos anteriores cómo sin el Congreso no se gobierna. Fue así como el PT en su primer gobierno tuvo que comprar materialmente a los partidos lo que llevó al escándalo que llevó a la cárcel a sus líderes.

En su segundo mandato, Lula se volvió a topar con el mismo problema, con un Parlamento en minoría y fue allí donde surgió el nuevo escándalo que dio lugar a la operación Lava Jato y que acabó arrastrándolo hasta a él a la cárcel.

Quizás por todo ello existe no poca curiosidad para ver como Lula en este su tercer mandato va a ser capaz de gobernar de nuevo con un Congreso más hostil a él incluso que nunca, sobre todo porque esta vez ya no podrá usar los métodos del pasado de intentar comprarse a los diputados a los que no tiene qué ofrecer.

A todo ello se añade que esta vez, Lula ha enfrenta al ala más radical de su partido, el PT al aliarse con fuerzas fuera de la izquierda lo que le ha obligado a repartir el poder del gobierno con gente considerada no suya.

Lula sabe también que ganó las elecciones pero no por plebiscito sino por un puñado de votos lo que indica que casi la mitad del país aún se siente receloso y es lo que ha hecho que el Congreso haya sido ocupado mayoritariamente por la extrema derecha bolsonarista.

Esta vez no solo las fuerzas democráticas del país sino el mundo exterior tiene los ojos puestos en Brasil para ver si al final la sagacidad política de Lula va a ser capaz de imponerse a los escollos que irá encontrando en su camino.

Lula ha apoyado en el Congreso a un claro seguidor de Bolsonaro que cuenta con la mayoría aplastante de los diputados, consciente de que contra él su gobierno se habría paralizado y no habría podido aprobar ni una sola ley. Sin contar que ante el peligro de una petición de impeachment, el actual presidente del Congreso tiene ya los votos en la mano para conseguir aprobarlo.

A pesar de todos esos escollos, Lula se revela fuerte y capaz de ir a la lucha. De su acierto y de su capacidad de evitar tantos obstáculos, si acabara ganador, se tendría asegurada en 2026 o su propia reelección a pesar de su avanzada edad o la de un fiel escudero.

La audacia de Lula es que esta vez no solo se ve obligado a luchar contra un enemigo ideológico duro como el de la extrema derecha bolsonarista sino que tiene que frenar, al mismo tiempo los conflictos dentro de su partido ya que es la primera vez que será minoría en el gobierno.

Lo que sí tendrá que hacer Lula, ya desde ahora, con la izquierda enflaquecida, es ir preparando nuevos líderes jóvenes que puedan mañana seguir manteniendo viva, contra el zafio bolsonarismo derechista, una socialdemocracia capaz de tomar el pulso a los millones de brasileños que aún seguirán nadando en el olvido y en la miseria.

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