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Internacional America
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Los bolsonaristas desde dentro del Congreso: “Esta casa es nuestra”

Los radicales de extrema derecha no tuvieron reparos en exhibirse en video, pero el relato va cambiando a medida que pasan las horas y aumentan los arrestos

Seguidores de Jair Bolsonaro a las afueras del palacio de Planalto, en Brasilia, el domingo.Foto: SERGIO LIMA (AFP) | Vídeo: EPV

El asalto de miles de bolsonaristas radicales a los edificios del Congreso, el Tribunal Supremo y el palacio presidencial dejó el domingo múltiples escenas en las redes sociales de su celebración que podrán usarse para incriminarlos. El plenario del Senado fue uno de los primeros espacios en ser invadido. Un hombre de unos 50 años, con barba canosa y natural de Divinópolis, se quita una aparatosa máscara y presume de que su remedio casero contra el gas lacrimógeno funciona. Lo hace sentado en el sillón presidencial de la cámara, mientras desde atrás, otro grita mirando fijamente a su celular: “¡Estamos aquí en nuestra casa, en el Senado, ¡el Senado es la iglesia del pueblo de Dios!”. En esta sede del poder legislativo también se vio a bolsonaristas lanzándose en tobogán desde la tribuna. En uno de los videos más virales de la invasión, dentro del cercano edificio del Tribunal Supremo, un hombre grita de júbilo mientras muestra las nalgas como si estuviera defecando.

La mayoría de los videos proceden de grupos de WhatsApp de círculos bolsonaristas, pero acabaron en Twitter y ahora medio Brasil corre para intentar identificar a los golpistas. El perfil de Instagram @ContragolpeBrasil, por ejemplo, se dedica a divulgar las imágenes de los rostros de los asaltantes y en pocas horas ha conseguido más de 800.000 seguidores.

En el calor de los acontecimientos, muchos no escondían que estaban en medio de un monumental acto vandálico. Una señora de unos 65 años, visiblemente entusiasmada con la situación, grababa desde la fachada del Congreso Nacional para sus amigos: “Está habiendo vandalismo y todo lo que os podáis imaginar, pero es lo que yo siempre digo: no se hace nada sin romper unos huevos. Quien incitó al pueblo no fue nada más que el desgobierno, están cosechando lo que plantaron”, decía satisfecha.

Una vez pasada la euforia del momento, el relato empieza a cambiar a medida que pasan las horas. Este lunes, en los alrededores del campamento bolsonarista instalado frente al Cuartel General del Ejército, Cleber Borges, un vendedor de camisas llegado desde la lejana Belém do Pará, en el norte del país, intentaba desmarcarse de los graves acontecimientos: “Lo del domingo fue vandalismo, no hacía falta hacer aquello, pero todos los actos tienen sus consecuencias. Ahora están pagando ese precio. Yo fui a la protesta, pero podría haber estado mejor, no hacía falta todo ese caos”.

Entre el éxtasis bolsonarista en el momento del asalto y la cautela 24 horas después hay un lapso de más de un millar de detenidos. Borges, por ejemplo, se salvó de estar entre los más de 1.200 arrestados durante el desalojo del campamento golpista porque pasó la mañana fuera del recinto. Llegó al mediodía para buscar algunas cosas, cuando ya reinaba la calma, pero no parecía muy preocupado con la situación de sus colegas: “Creo que los soltarán, es cuestión de tiempo. No les va a pasar nada”.

Según los militares, los detenidos en el campamento fueron identificados por la policía y podrán ser investigados por su participación en la violenta actuación del domingo. Los que fueron arrestados in fraganti durante la embestida a los edificios de la plaza de los Tres Poderes, unos 300, según la Policía Civil del Distrito Federal, ya están siendo trasladados a la cárcel de Papuda, un centro penitenciario de máxima seguridad, y podrían ser acusados de terrorismo.

Para intentar desvincularse de las imágenes de vidrios rotos, mobiliario destruido y obras de arte dañadas, y escapar de las acusaciones de intentona golpista, la narrativa bolsonarista intenta ahora afianzar la idea de que todos los actos vandálicos fueron obra de “infiltrados” de izquierda. Todo tipo de teorías de la conspiración circulan por las redes sociales, en parte alimentadas por el ambiguo mensaje que el expresidente Jair Bolsonaro dejó en Twitter, en el que parecía condenar los actos, pero al mismo tiempo decía que la izquierda hizo lo mismo en 2013 y 2017.

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