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Anatomía de Twitter
Columna
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Las sombras de TikTok

En la red social china que brilla en Occidente proliferan los nuevos curanderos y los charlatanes de feria digitales

TikTok
Un teléfono con la aplicación de Tik Tok.SOPA Images (SOPA Images/LightRocket via Gett)
Carmela Ríos

Con tequila, miel y aloe vera se cura el cáncer, sentencia Dorothy desde su cuenta de TikTok. “Increíble pero cierto, ¡creo que encontré la cura!”, asegura Jonlys, un joven cubano, que invita a mezclar polvo de víbora de cascabel con ajo, cebolla morada, agua y hojas de la planta nomi para acabar con los tumores. “Esto es un descubrimiento mío y tiene derechos de autor, si alguien coge la idea se puede buscar problemas conmigo”, amenaza el joven antes de repartir bendiciones a modo de despedida. Esta publicación de Jonlys roza las 200.000 visualizaciones y cuenta con más de 7.000 comentarios. Los resultados de la búsqueda “remedios contra el cáncer” en la red social de moda sugieren también a la “doctora Amor” que, camino de los 700.000 seguidores, ofrece en su vídeo una fórmula personal: cúrcuma y limón. Habla con la autoridad que le confiere su bata blanca, dulcificada, eso sí, con un fonendoscopio de color rosa chicle.

@jonlyslabaut6

🙏🙏🙏👉🏻👉🏻#シ゚viralfypシ #foryou #cubano #comprobado que esto le quita el cancer a las personas.

♬ sonido original - Jonlys

En ese nuevo buscador universal que es TikTok proliferan los nuevos curanderos, los charlatanes de feria digitales que difunden sin descanso sus fórmulas magistrales. La publicidad digital, junto a los miedos y las esperanzas de los enfermos y sus familias, constituyen los ingredientes de este floreciente modelo de negocio en torno a la salud basado en la desinformación.

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Combatir los bulos sobre remedios milagrosos ha resultado tradicionalmente un gran quebradero de cabeza para las grandes tecnológicas como Google, YouTube o Meta, la empresa matriz de Facebook. En TikTok es aún más difícil. El modelo de consumo de contenidos que TikTok ha logrado imponer, pasivo, rápido y cambiante, no favorece precisamente el ejercicio de una mirada reposada o crítica hacia los asuntos que presenta, básicamente, porque no da tiempo a pensar. La plataforma no está diseñada para ello.

TikTok preocupa y fascina a los gobiernos occidentales a partes iguales. Lo que empezó siendo una red con vídeos de bailes compartidos es hoy una forma de estar, percibir y comunicarse en el mundo. La plataforma tiene un algoritmo tan poderoso como poco conocido, más de 1.000 millones de usuarios y un arsenal de posibilidades narrativas de tales dimensiones que se ofrece como la tierra prometida y fértil donde muchas ideas o iniciativas dan sus frutos.

Cada día conocemos nuevas historias de perfectos desconocidos que, inesperadamente, se hicieron famosos gracias a sus vídeos de TikTok y se convirtieron así en influencers. El templo de la generación Z ya no lo es tanto: el 37% de sus usuarios tiene más de 30 años. Ante esta realidad grandes marcas, pequeñas empresas, gobiernos e instituciones están aprendiendo a traducir sus estrategias de comunicación al lenguaje de TikTok.

El gigante chino brilla en Occidente pero su opacidad no nos permite ver claro aspectos como la naturaleza de su algoritmo, la censura de contenidos, el uso de algunos términos lingüísticos o la gestión y almacenamiento de los datos de los usuarios en China, una práctica que investigan actualmente Estados Unidos y la Unión Europea. Pasará un tiempo antes de confirmar si el adictivo TikTok es también una herramienta de sutil control y propaganda y si, aun en ese caso, podremos prescindir de ella.

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