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Columna
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Cervantinos

Agradezco que nuestro español diese un caballero errante capaz de representar el amor y la justicia frente a todas las indignidades

Un molino de viento Almodovar del Campo
Un molino de viento junto a un perfil metálico de Don Quijote, cerca de Almodóvar del Campo (Ciudad Real). FEDERICO GRANDE PINILLA

Decía don Miguel de Unamuno, después de afirmar el carácter quijotesco de Simón Bolívar, que el 12 de octubre no era el día de ninguna raza, sino de una lengua. Y tenía razón, aunque no conviene olvidar que las lenguas sirven para entenderse o para mentir, para dialogar o para insultar. Hablé sobre estas cosas en Guanajuato, donde he tenido la suerte de participar en el Festival Cervantino.

Conocí a Eulalio Ferrer en Santander. Era ya una personalidad muy respetada en México como estudioso y empresario de la comunicación. Fue capaz de luchar contra los gigantes de su destino. Cuando tuvo que exiliarse con 19 años, acabó como tantos republicanos en el campo de concentración de Argèles-sur-Mer. Un soldado le dio un libro a cambio de un paquete de tabaco. Era el Quijote. Eulalio salió del campo, llegó a México, ganó dinero, puso en marcha el Centro de Estudios Cervantinos, el Festival y un Museo Iconográfico del Quijote, en el que puede verse un cuadro de Rodríguez Luna, otro exiliado, que resume bien el poder histórico de nuestro caballero. Su triste figura de vencido, a lomos de Rocinante, abre camino a un éxodo humano que encabezan los poetas Antonio Machado y León Felipe.

Desde que desembarcó en América en 1605, las derrotas del Quijote simbolizaron un hermanamiento cultural más sólido que cualquier identidad cerrada, ya sea imperial o populista. Afirmó Isidoro de Sevilla hace muchos siglos que las gentes y las lenguas van unidas, pero que las lenguas no salen de las gentes, sino las gentes de las lenguas. Por eso es tan dañino quien ofende a una lengua materna o quien desconoce el valor de sus vínculos. Recuerdo los poemas quijotescos de Rubén Darío, los capítulos cervantinos inventados en Ecuador por Juan Montalvo. Y agradezco que nuestro español diese un caballero errante capaz de representar el amor y la justicia frente a todas las indignidades.

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