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Columna
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Hembras invisibles

Los talibanes recurren a una antigua medida de discriminación de un colectivo: la invisibilización social. Igual que referirse a las mujeres como “personas con vagina” es una nueva forma de borrarlas

Un grupo de mujeres, en un acto de apoyo a los talibanes en la Facultad de Educación de la Universidad de Kabul.
Un grupo de mujeres, en un acto de apoyo a los talibanes en la Facultad de Educación de la Universidad de Kabul.Juan Carlos
Eva Borreguero

En Afganistán, el Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio ha decretado que las mujeres deben cubrir su rostro y vestir preferiblemente de negro. Si ya tapaban el cuerpo al 95%, ahora lo harán al 97%, dejando visibles sólo los ojos: el 3%. Para dar ejemplo, las presentadoras de la televisión han sido las primeras en aparecer veladas. Los presentadores hombres, en solidaridad, aparecieron con máscaras negras.

En la distopía terrenal de los talibanes la mujer ha de ser borrada de lo público, “las mujeres”, recoge el decreto, “no deberán salir de casa salvo necesidad”, y cuando lo hagan portarán el hiyab. Les preocupa especialmente aquello que pueda insinuar su condición sexual, por lo que deberán evitar la ropa que sea “tan fina que el cuerpo se transluzca o tan ceñida que se resalten sus partes”. A fin de cuentas, el mejor hiyab es el que no existe, es decir, la invisibilidad total bajo las cuatro paredes del hogar: “No salir sin motivo es el primer y mejor tipo de adhesión al hiyab” continúa, porque la mujer sin cubrir, “se desvía de su camino y cae en la pecaminosidad”. Un clásico.

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Los talibanes han recurrido a una antigua medida de discriminación de un colectivo: la invisibilización social. Conductas dirigidas a omitir la presencia de un grupo específico, generalmente minorías, pero también mayorías, como es el caso de las mujeres. La invisibilización se ejerce por diversos medios, incluidos los usos del lenguaje. Por ejemplo, cuando se evita utilizar la palabra “negro” y se recurre a eufemismos condescendientes del tipo “gente de color”. Uso bien intencionado que en el fondo esconde la idea de que hay algo erróneo en ser negro, dando la razón a las tesis racistas. El problema no está utilizar el término, sino en rebajarlo a través de adjetivaciones y generalizaciones peyorativas.

Hace unos meses, el mundo de la ciencia dio un gran salto hacia atrás en esta dirección cuando la prestigiosa revista científica The Lancet, en un ejemplar dedicado a la cultura de la menstruación, y siguiendo su propio criterio de propagar la virtud y prevenir el vicio, utilizó en la portada la expresión “personas con vagina” para referirse a las mujeres o hembras, como defiende la genetista Irene Miguel Aliaga. Una nueva forma de borrar a la mujer, esta vez prescindiendo de su categoría biológica. Con el añadido de que “cuerpos con vagina” es una sinécdoque que las deshumaniza y reduce al 3%. Aunque desde planos muy distantes, ambos casos comparten la ausencia de reciprocidad. Otro clásico de la discriminación. Ni los talibanes exigen a los hombres cubrirse ni The Lancet les ha retirado su variable biológica. Días antes, la revista publicó un reportaje sobre enfermedades de próstata y los sujetos eran “hombres”, y no “cuerpos con pene”, o “cuerpos con testículos”. Unos y otros ven en las mujeres meros cuerpos, que no personas. @evabor3


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Sobre la firma

Eva Borreguero
Es profesora de Ciencia Política en la UCM, especializada en Asia Meridional. Ha sido Fulbright Scholar en la Universidad de Georgetown y Directora de Programas Educativos en Casa Asia (2007-2011). Autora de 'Hindú. Nacionalismo religioso y política en la India contemporánea'. Colabora y escribe artículos de opinión en EL PAÍS.

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