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Timothy Snyder: “Es tabú decirlo, pero nos estamos volviendo menos inteligentes”

El historiador reflexiona desde Davos sobre las guerras de Ucrania y Gaza, el futuro de la democracia y el impacto de las revoluciones tecnológicas. “Rusia no puede ganar si los aliados de Kiev se comportan con sensatez”, asegura

El historiador Timothy Snyder en un encuentro en Kiev en septiembre pasado.
El historiador Timothy Snyder en un encuentro en Kiev en septiembre pasado.Global Images Ukraine (Global Images Ukraine via Getty )
Andrea Rizzi (Enviado especial)

Timothy Snyder es un historiador estadounidense especializado en Europa central y oriental. Snyder (Dayton, Ohio, 54 años) es profesor en la universidad de Yale, y concedió esta entrevista en la Casa de Ucrania en la Promenade de Davos, la calle central del pueblo suizo, durante la celebración del Foro Económico Mundial. En ella aborda la guerra en ese país, de la que dice que “Rusia no puede ganar si los aliados de Kiev se comportan con sensatez”; el estado de la democracia, para el cual considera que los ciudadanos deben mostrar un “compromiso existencial cotidiano”; y el futuro de la humanidad con el advenimiento de nuevas tecnologías. “Es un poco tabú decirlo, pero nos estamos volviendo cada vez menos inteligentes”, considera. Mientras habla, desde una sala adyacente que muestra imágenes de la guerra, se oye la réplica atenuada del sonido de explosiones bélicas y del latido del corazón.

Pregunta. Las guerras son pulsos que no dependen solo de la capacidad, sino también de la voluntad. Quiero preguntarle por cómo ve la pugna de voluntades entre los principales actores del conflicto en Ucrania. Empecemos con la UE. ¿Cómo ve su actitud ante la invasión de Ucrania?

Respuesta. Creo que los europeos lo han hecho sorprendentemente bien. Creo que los líderes europeos han pensado correctamente en esta guerra en términos históricos, que tienen razón al hacer comparaciones con los años treinta y al creer que este es un momento que determina el futuro de la Unión Europea. Es un reto no solo para los países europeos individualmente, sino para la idea de la Unión Europea.

P. ¿Cómo ve a Estados Unidos, con el serpenteante sentimiento aislacionista en el seno del Partido Republicano?

R. Voy a echar mucha culpa a nuestro sistema político, porque, en efecto, para hacer cualquier cosa en EE UU tiene que haber un acuerdo entre el Gobierno y la oposición, por decirlo en términos parlamentarios. Si estuviéramos en un sistema parlamentario y tuviéramos un Gobierno de coalición, aprobaríamos paquetes para Ucrania fácilmente y todo el tiempo. Porque en realidad hay una clara mayoría entre nuestros representantes electos para apoyar a Ucrania. Y también hay una mayoría muy clara en nuestra población. El problema es el sistema; que es muy difícil aprobar leyes. La UE espera que Ucrania apruebe 250 leyes este año. Yo me alegraría si mi Congreso aprobara dos este año. No niego que haya un problema, pero más que de la sociedad es del sistema político, con el apoyo de un pequeño pero decidido grupo de republicanos que, en mi opinión, se oponen activamente a esto porque simpatizan esencialmente con los sistemas al estilo Putin.

P. Hablemos de Putin. Datos del SIPRI apuntan a que Rusia invierte un 35% de todo su gasto público en la guerra. El almirante Radakin, del Reino Unido, recordó que son niveles parecidos a los del periodo que precedió el colapso se la URSS. ¿Cuánto podrá Putin mantener este nivel de esfuerzo?

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R. Voy a relacionar la pregunta sobre Rusia con la UE y Estados Unidos porque, como usted sugiere, el nivel de compromiso presupuestario que Rusia tiene que sostener nos dice cómo puede acabar la guerra. Un 35% por parte rusa. ¿Cuál es el porcentaje para España? ¿Cuál es el porcentaje para EE UU? Hablaré por mi propio país. Es del orden del 5% de nuestro presupuesto de defensa. Un pequeño porcentaje del presupuesto total. Si todos dobláramos el presupuesto, esta guerra habría terminado. Nosotros juntos, la UE y Norteamérica tenemos un predominio económico abrumador sobre Rusia. Rusia no puede ganar esta guerra, siempre que los aliados de Ucrania se comporten con sensatez.

P. Putin sufrió hace poco una revuelta clamorosa encabezada por Yevgueni Prigozhin que le puso en dificultades. Luego logró sobreponerse. ¿Cómo ve su capacidad para mantenerse estable en el poder?

R. Parecerá estable hasta que todo desaparezca. Y será impredecible hasta que suceda. Así son las dictaduras. Me alegro de que usted mencione el episodio de Prigozhin porque fue muy reciente y la gente ya lo ha olvidado. Fue hace apenas medio año. El intento de golpe de Prigozhin demostró un par de cosas. Una es que cuando se produzca un cambio de poder en Rusia, se hará a la manera rusa y no tendrá realmente nada que ver con nosotros. La otra es que ese episodio nos dice algo acerca de las negociaciones con Putin. Prigozhin negoció con Putin, tenía un trato y luego Putin lo mató. Creo que vale la pena recordarlo cuando algunos les dicen a los ucranios que deben negociar con Putin. No hay nadie con quien poder negociar seriamente ahí.

P. Acaba de mencionar a los ucranios. Concluyamos el balance de voluntades de los principales actores del conflicto. ¿Cómo ve la sociedad ucrania en estos momentos?

R. Esto no es una película de Hollywood. No es una situación en la que todos los buenos sobreviven. La gente muere. Tenemos que reconocer el peso del sacrificio que están haciendo antes de poder pasar a decir que siguen decididos. Están muy decididos. No se rinden.

P. Esta es una guerra profundamente relacionada con el concepto y la realidad de la democracia en el tiempo moderno. Los principales estudios coinciden en apuntar que la democracia se está erosionando a escala global. ¿Cuáles son las principales causas de esta tendencia?

R. La democracia no es algo que podamos dar por sentado. Siempre ha sido una situación excepcional. Siempre requiere una reflexión constante, una autorreflexión. Si no reflexionamos sobre nosotros mismos, no tendremos democracia. La naturaleza de la democracia es que somos capaces de autocorregirnos. Pero si pensamos que la democracia es un proceso que sobrevive por sí solo, entonces ya nos hemos olvidado de lo que se trata, que es de autocorregirse. A partir de ahí, hay una serie de problemas específicos.

P. ¿Cuáles le preocupan más?

R. En primer lugar, al menos en EE UU, la desigualdad radical de la riqueza, que hace difícil que la gente crea que todos pertenecen a la misma sociedad y hace más difícil que haya una conversación política única. Un segundo problema son las redes sociales, que tienden a alejar a la gente del tipo de conversaciones humanas en las que se entienden las diferencias. Y el tercer problema es que en el mundo hay una coalición de actores antidemocráticos hostiles, activos y a veces bastante eficaces, como Rusia. Y el último problema, un poco más sutil, tiene que ver con la ética. Y aquí Ucrania es muy importante. Hay que querer tener democracia. No es un estado natural. Es algo que hay que querer. Ellos están haciendo sacrificios por la democracia. Y creo que, si pudiéramos absorber un poco de esa lección, estaríamos en mejor forma. Creo que, en los últimos 30 años, la gente se convenció de que la democracia era un mecanismo. Y no es realmente un mecanismo. Es más un compromiso existencial cotidiano. No es algo que esté a nuestro alrededor. Es algo que tenemos que hacer. Es una actividad. Y creo que una de las causas del clima democrático es que lo hemos olvidado. La democracia es algo que tenemos que hacer.

P. En lo que se refiere a la democracia de EE UU, ¿cómo explicaría a las sociedades europeas o latinoamericanas la fuerza de Donald Trump? Tal vez a muchos les resulte difícil entenderlo, con su historial, y especialmente con el asunto del asalto al Capitolio.

R. Es una pregunta delicada, porque, yo mismo tengo problemas para entenderlo empáticamente. Pero puedo señalar algunos factores. Uno, de nuevo, es el problema de nuestro sistema. Las campañas electorales tienen mucho que ver con el estado de ánimo del país y no con la política, debido a las particularidades de nuestro sistema. Y eso está relacionado con lo segundo, y es que él está llevando a cabo una campaña muy eficaz e inteligente basada no en la política, sino en el resentimiento. No es el único político que ha tenido éxito de esta manera. En Europa hay otros ejemplos. Su campaña no trata en absoluto de gobernar. Al contrario, se trata de venganza, de retribución. La tercera cosa es que somos un país muy olvidadizo. Ahora ya es muy difícil recordar a la gente que, de hecho, casi perdemos el gobierno constitucional en nuestro país. Dicho esto, y a riesgo de equivocarme, solo quiero decir que no creo que la elección de Trump sea algo seguro. Creo que tiene algunos problemas importantes. Y el hecho de que domine a los rivales republicanos no es lo mismo que ganar unas elecciones generales.

P. Hablamos de riesgos para la democracia. Me gustaría escuchar su punto de vista sobre la inteligencia artificial (IA) generativa. ¿Cómo ve esta revolución, su impacto sobre la democracia a través de la desinformación, sobre nuestras capacidades cognitivas?

R. El caso de Ucrania puede ser útil para reflexionar también sobre esto. Si nos remontamos a 2013 o 2014, cuando hubo manifestaciones proeuropeas en Ucrania y cuando Rusia invadió, Rusia fue capaz de dominar absolutamente la conversación no con IA, sino con los medios de comunicación social. Y eso era nuevo. Era algo que la tecnología, estas grandes plataformas, acababan de permitir. Las redes sociales dominaban realmente la realidad. Hubo algunas cosas básicas como que Rusia invadió Ucrania, que se perdieron en la discusión. Ahora, de alguna manera, Ucrania también muestra la respuesta a eso, que es posible utilizar los medios sociales con agilidad, pero también que es muy importante tener conexiones humanas. Y así vemos cómo [Volodímir] Zelenski es un ser humano, y otros ucranios que establecen contactos humanos, que son capaces de hacerse con la narrativa y marcar la diferencia. Esa es la esencia de la cuestión. Había muchas cosas malas en la antigua democracia griega, y hay muchas cosas ineficaces en la democracia local suiza, pero en lo que tienen razón es en que tiene que haber un elemento de contacto humano. Porque en el momento en que te veo, reconozco que vas a tener intereses diferentes a los míos y que, de alguna manera, eres real como yo soy real. Si estamos en internet, no tengo por qué considerarte real, aunque lo seas. Y a menudo, por así decirlo, no lo eres. A menudo eres un bot o lo que sea. E internet, ya antes de la IA, nos guía de tal manera que generalmente estamos con gente que está de acuerdo con nosotros. Luego, de vez en cuando, nos dosifican con miedo, porque ese es el patrón. La IA empeora todo esto.

P. ¿Cómo?

R. Un riesgo es que la IA sirva como una especie de mal terapeuta. El tipo de terapeuta al que vas y te dice: “Sí, tienes toda la razón”. Ya sabes, todo es culpa de tu mujer. No, no, todo lo que hiciste estuvo bien. Eres una gran persona. Todas tus convicciones son correctas. Reciclará y reafirmará lo que pongamos en ella. Y esto es muy preocupante porque la democracia solo es posible gracias a una especie de suave fricción entre las personas. Y tenemos que ser capaces de soportar la fricción. También tenemos que saber cómo hacer para que sea suave.

P. Pero nos estamos alejando de ello.

R. Pasamos mucho tiempo en línea. Perdemos la fricción real, y también perdemos la capacidad de hacerlo suavemente. El aprendizaje no es solo informativo. El aprendizaje implica un poco de incomodidad cognitiva. Toparse con cosas que nos sorprenden, que nos resultan difíciles. Pero aprendemos de ellas. Y la IA nos las quitará. Sin incomodidad, no hay aprendizaje. Y por eso me preocupa esto. Esto es algo que es un poco tabú decir, pero me preocupa que nos estamos volviendo todos cada vez menos inteligentes. Y nuestra actitud defensiva al respecto, para mí, es la señal de que nos hemos vuelto menos inteligentes. Si nos volviéramos más inteligentes, seríamos más capaces de aceptar las críticas. Pero a medida que nos volvemos menos inteligentes, también nos ponemos más a la defensiva por ser menos inteligentes y se convierte en un tabú. Pero creo que es una preocupación real.

P. Hay muchas críticas hacia Occidente, sobre todo contra la Administración de Joe Biden, por presunto doble rasero en Ucrania y Gaza. ¿Cree que la Administración estadounidense debería haber presionado más al Gobierno israelí para que respondiera al ataque de Hamás de forma más cuidadosa con los civiles de Gaza? ¿Está perjudicando esto la posición de la Administración estadounidense, de EE UU y de Occidente?

R. En lo que respecta a esta comparación general, antes de empezar a criticar a los gobiernos, cosa que haré dentro de un minuto, tenemos que ser honestos y claros sobre la comparación que estamos haciendo. El conflicto en Gaza es muy diferente al conflicto en Ucrania. El conflicto en Ucrania es moralmente muy simple. Y también es militarmente mucho más sencillo porque es entre dos ejércitos. La ética del conflicto Israel-Gaza es mucho más complicada. Y la solución, a diferencia de Rusia-Ucrania, no puede ser realmente una solución militar. La solución tiene que ser política. Y no creo que tenga sentido apoyar a Israel sin condiciones. Es normal que Israel reaccione de alguna manera. No podemos olvidar lo grandes, horribles, que fueron los atentados de Hamás. Pero el mayor problema para Israel y para la gente que se preocupa por Israel es una guerra sin final. Va a ser imposible que Israel ocupe Gaza, eso no va a ocurrir. Y es moralmente perjudicial e incorrecto que Israel responda a los crímenes con más crímenes. Así que, como estadounidense, creo que la política estadounidense desde el principio debería haber dicho que cualquier acción militar por parte de Israel tiene que dirigirse hacia una solución política que podamos definir, porque más acción militar como tal no trae necesariamente una solución política. Y personalmente me preocupa que la gente que dirige Israel, permítanme decirlo suavemente, no vaya a llegar por sí sola a la conclusión de que debe haber una solución política. Creo que esa idea tiene que venir de fuera. Así que mi punto de vista es que la política estadounidense debería ir en esa dirección.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi (Enviado especial)
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).
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