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Donald Tusk, el político que ha detenido la deriva ultra en Polonia

Después de siete años en Bruselas, el nuevo primer ministro vuelve al Gobierno polaco con la misión de desmantelar el sistema iliberal construido por el partido nacionalpopulista Ley y Justicia

Donald Tusk, en la tribuna de la Cámara baja tras ser elegido primer ministro, este lunes en Varsovia. Foto: MICHAL DYJUK (AP) | Vídeo: EPV
Gloria Rodríguez-Pina

Donald Tusk ha vuelto a la cumbre de la política polaca como primer ministro. Tan odiado como adorado en su país, el político liberal ha logrado desalojar del poder al partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS), que este lunes ha fracasado en su intento de formar Gobierno tras las elecciones de octubre. Después de presidir el Consejo Europeo, una de las principales instituciones de la UE, y el Partido Popular Europeo (PPE), decidió volver a Varsovia para retomar el timón y emprender la misma travesía que hizo en 2007, cuando condujo a Polonia de vuelta al centro de la UE. En esta ocasión, el dirigente de 66 años aborda además la misión de desmantelar el sistema iliberal cimentado durante ocho años por su eterno rival, Jaroslaw Kaczynski, empezando por restaurar el Estado de derecho.

El contexto político polaco en el que ha emergido otra vez Tusk le confiere una imagen abierta y casi progresista en comparación con PiS, pero el primer ministro no es ningún revolucionario. En su mandato anterior, el dirigente defendió posturas duras contra los refugiados, no contempló medidas sociales como legalizar el aborto, y practicó postulados liberales en lo económico. El nuevo Tusk ha evolucionado en algunos aspectos y ha incorporado iniciativas más sociales en su programa, pero sigue en la línea de los populares europeos en temas como la rebaja de impuestos, la reducción del peso del Estado o el rechazo a la inmigración, y por detrás de algunos en el reconocimiento de los derechos LGTBI, por ejemplo. En Bruselas esperan al antiguo socio proeuropeo y constructivo, pero su perfil no es ni fácil ni dócil.

Tusk es el enemigo público número uno para buena parte de los polacos, y un héroe para otros. Según una encuesta de IBRiS para el diario Rzeczpospolita, el 41,8% tiene una imagen negativa del nuevo primer ministro, frente al 31,2% que la tiene positiva. Parece que sus detractores y admiradores hablan de personas diferentes cuando se refieren a él. Pawel Jablobski, diputado de PiS y ya ex secretario de Estado en el Ministerio de Exteriores, le define como “un político sin escrúpulos, capaz de hacer cualquier cosa para obtener lo que quiere”. También emplea las palabras “arrogante” y “dictador”, que “se niega a discutir con quien no esté de acuerdo con él”. Una fuente de su equipo en el PPE no ahorra sin embargo en elogios y asegura que es centrado y estratega; humilde, inteligente; una persona que escucha a todo el mundo, sin importar quién sea, y que es capaz de evolucionar y cambiar de opinión.

La imagen que tienen muchos polacos del dirigente que se marchó a Bruselas en 2014 viene moldeada en parte por las campañas de descrédito de PiS. Jacek Kucharczyk, presidente del think tank Instituto de Asuntos Públicos, recuerda que a Tusk se le ha acusado de “cosas horribles”, como ser responsable de la muerte de Lech Kaczynski, el hermano gemelo de Jaroslaw, fallecido en 2011 cuando era presidente junto a otros altos cargos en un accidente aéreo. En la campaña para las elecciones del 15 de octubre, los medios públicos le describieron insistentemente como un traidor dispuesto a vender su país a Bruselas, un títere al servicio de Alemania y hasta de Rusia. Pero a Tusk tampoco se le quiere en la izquierda.

Kucharczyk reconoce su “admiración” por el dirigente de Plataforma Cívica, que asume el Gobierno de Polonia en coalición con los democristianos de Tercera Vía y la Izquierda (Lewica). “Es uno de los líderes políticos más impresionantes que ha tenido Polonia desde 1989, si no el que más”, dice por teléfono, y subraya su capacidad de evolucionar, “manteniéndose como liberal centrista”. “Es una especie de político de ensayo y error que al mismo tiempo nunca se rinde”, dice.

Pasado en Solidaridad

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Hijo de un carpintero y una enfermera, Tusk nació y estudió Historia en Gdansk, la cuna del mítico sindicato Solidaridad que propició la caída del régimen comunista, al que se unió en 1980. Antes de meterse en política, trabajó varios años como albañil, especializado en trabajos de altura, y como pintor industrial. Tras las primeras elecciones semidemocráticas del país en 1989, que condujeron a la caída del régimen, Tusk participó en la creación de dos partidos liberales inspirados en las teorías económicas de Thatcher y Reagan, antes de fundar Plataforma Cívica en 2001.

El nuevo partido compitió en las elecciones de 2001 con el también recién creado Ley y Justicia de los Kaczynski, provenientes a su vez de Solidaridad. Ganaron los gemelos, con su defensa de la patria, la iglesia y la familia. En 2005 Tusk compitió con Lech por la presidencia del país. En su intento para ganarse a algunos votantes de PiS giró aún más a la derecha y llegó incluso a celebrar una boda religiosa con la madre de sus dos hijos. Pero volvió a ganar un Kaczynski.

En aquella época PiS ya practicaba con profusión los choques con la UE, a la que Polonia se acababa de incorporar en 2004, y se enfrentaba abiertamente con Alemania y Rusia. En 2007, tras unos sonados escándalos de corrupción y escuchas ilegales, Tusk ganó en las elecciones anticipadas. Como ahora, se propuso colocar al país en un lugar central en la UE. “En ambos casos (entonces y ahora), fue crucial estabilizando la democracia polaca”, subraya Kucharczyk.

Aquel primer Gobierno de Tusk logró esquivar la crisis económica, pero cometió errores de los que, según Kucharczyk, ha aprendido, como no despedir a personas leales a PiS en instituciones que luego se dedicaron a torpedear su Gobierno. Su segundo mandato, que no apuró para marcharse a Bruselas, estuvo marcado por casos de corrupción y protestas sociales. “Mucha gente recuerda esos años como tiempos de crisis económicas y leyes antisociales, como ampliar la edad de jubilación. Eso generó mucho rechazo”, subraya el diputado Jablonski.

Como presidente del Consejo Europeo entre 2014 y 2019, Tusk vio pasar ante sí todo tipo de crisis, como los coletazos de la del euro y la de la deuda, la de los refugiados en 2015 y 2016, y sobre todo, el Brexit. Tras ser nombrado presidente del Consejo Europeo, el dirigente polaco aprendió inglés en un tiempo récord, pero sobre todo, perfeccionó sus dotes de negociación para lograr acuerdos. Después pasó a ser presidente de los populares europeos.

En Bruselas se le recuerda yendo a trabajar a la sede del PPE andando o en un patinete, como cuenta una persona de su equipo. Su vida era más apacible que en Polonia, donde la policía ha frustrado planes para atacarlo tanto a él como a su familia. Pero en mayo de 2022 decidió volver a la política polaca. Según la misma fuente, el dirigente argumentaba que se debía a su país y que sentía que estaban ante “la última oportunidad de frenar el rumbo hacia Hungría”.

Impulso para Plataforma Cívica

Su regreso catapultó a Plataforma Cívica en las encuestas, donde estaba en caída libre. El Tusk que volvía de Bruselas seguía defendiendo la economía liberal, pero había aprendido de sus errores, por convicción o por oportunismo: ya no cuestionaba las ayudas sociales de PiS, sino que prometía mantenerlas. También giró hacia la izquierda en algunos temas sociales, como la legalización del aborto y la separación entre Iglesia y Estado. Y además de las ciudades, decidió recorrer la Polonia rural.

La campaña electoral fue feroz. Volvía de nuevo a verse frente a frente con Kaczynski en una batalla que ambos consideraban definitiva: democracia, Estado de derecho y UE frente a soberanía nacional y valores cristianos. Ley y Justicia fue el partido más votado, pero la oposición liberal liderada por Tusk sumaba la mayoría necesaria para gobernar. “Tanto en 2007 como ahora, me cuesta imaginar la derrota de los dirigentes totalitarios sin su liderazgo”, apunta el analista político Kucharczyk.

El Gobierno de Tusk empezará su mandato, esta vez sí, limpiando las instituciones y las empresas públicas de personas colocadas por PiS y reconstruyendo el Estado de derecho. No será una legislatura plácida. Tendrá que convivir con la previsible oposición del presidente, Andrzej Duda, pero en eso también tiene experiencia, después de haber gobernado bajo la presidencia de Lech Kaczynski. Ley y Justicia ha empezado a atacar al Ejecutivo incluso antes de llegar al poder y espera pacientemente a que la coalición se descalabre: “Tienen muchas diferencias políticas. Lo único que les une es actuar en contra de PiS”, apunta Jablonski. El viernes pasado Tusk se describió a sí mismo como “un acuerdo andante”.

La toma de posesión de Tusk está prevista para este miércoles, después del voto de confianza favorable a su Gobierno previsto para el martes. El nuevo primer ministro quiere participar en el Consejo Europeo de esta semana y resituar a Polonia en la mesa donde se toman las decisiones en Bruselas y que él conoce a la perfección. En la capital europea, asegura la persona de su antiguo equipo, encarna la esperanza, la posibilidad de retorno desde la corriente ultra.

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