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Ucrania abre un nuevo frente de guerra en Crimea

Las Fuerzas Armadas Ucranias aprovechan las armas de largo alcance recién incorporadas a su arsenal para castigar periódicamente al invasor en la península del mar Negro

Imagen de satélite de la sede de la flota rusa del mar Negro, en Sebastopol, alcanzada por un ataque ucranio el pasado viernes.
Imagen de satélite de la sede de la flota rusa del mar Negro, en Sebastopol, alcanzada por un ataque ucranio el pasado viernes.HANDOUT (via REUTERS)
Cristian Segura (Enviado especial)

Ucrania ha abierto en Crimea un nuevo frente de guerra. En esta ofensiva no hay asaltos de infantería o de blindados. La ofensiva ucrania en la península del mar Negro, anexionada ilegalmente por Rusia en 2014, es por mar y aire. Los resultados que Kiev está cosechando son posibles porque sus aliados en la OTAN han dado luz verde para que utilice el armamento que le han suministrado. El visto bueno occidental es un cambio de guion significativo porque hasta hace pocos meses, en Washington, Berlín o París se consideraba a Crimea una línea roja que podía escalar todavía más el conflicto. Para el Kremlin, y para la mayoría de los rusos, Crimea es parte inalienable de su identidad nacional.

Las infraestructuras militares rusas en Crimea son objetivo de ataques prácticamente a diario. Las dos últimas semanas han sido especialmente exitosas para las Fuerzas Aéreas ucranias. El 13 de septiembre, el dique seco de reparación de buques militares de Sebastopol fue bombardeado, dañando un submarino y un barco de desembarco. El día 20, el segundo cuartel de mando de la flota rusa del mar Negro fue parcialmente destruido. El 21 de septiembre, la base aérea de Saki, la principal que tiene Rusia en territorio ucranio, volvió a ser atacada. Tres misiles impactaron el 22 de este mes en el cuartel general de la flota rusa en Sebastopol, durante una reunión de altos mandos de la Armada rusa y del Distrito Militar Sur, el que dirige a las tropas invasoras en la provincia de Jersón y en el frente de Zaporiyia. Un día después, el pasado sábado, un cohete ucranio destruyó un depósito de combustible de la flota rusa en Crimea.

El protagonista de este nuevo escenario bélico es el Storm Shadow–SCALP-EG, un misil de crucero británico-francés que el Reino Unido está suministrando a Ucrania. Es el primer armamento de largo alcance (550 kilómetros) que los aliados envían a Ucrania. Desde la primavera había sido utilizado en primera instancia para anular bases de mando rusas en los frentes de Donbás y Zaporiyia. Estados Unidos aportó en 2022 misiles Himars con un alcance de 80 kilómetros. Fueron determinantes para anular los cuarteles de mando y los arsenales del invasor en las contraofensivas que liberaron la provincia de Járkov y la mitad de la provincia de Jersón. La reacción rusa fue desplazar estos cuarteles y centros de distribución de armas más allá de los 80 kilómetros. Con los Storm Shadow, ya no hay distancia de seguridad posible.

La novedad es que los Storm Shadow son ahora la punta de lanza de la ofensiva en Crimea. Los bombardeos de las dos últimas semanas en Sebastopol han sido con estos cohetes. Pero no será el único armamento de largo alcance de la OTAN al servicio de Ucrania, porque tras más de un año de arduas negociaciones, y de dudas estadounidenses sobre la conveniencia de golpear sobre Crimea, el presidente Joe Biden supuestamente ha aceptado suministrar los misiles de precisión y largo alcance ATACMS, según han informado varios medios de comunicación estadounidenses.

El teniente general Kirilo Budanov, jefe de los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania, aseguró este sábado en una entrevista en el medio digital estadounidense The War Zone que los ATACMS no serán utilizados contra territorio ruso, como exigen los socios de Kiev, pero remarcó que Crimea es Ucrania. Otro misil de medio alcance que está siendo usado por Ucrania en Crimea es el Neptun, arma diseñada originalmente para objetivos marinos que ha sido adaptada para golpear objetivos terrestres. El problema, según Budanov, es que Ucrania no cuenta con suficiente capacidad industrial para producir un elevado número de Neptun.

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Una ofensiva y tres objetivos

La ofensiva en Crimea iniciada este verano tiene tres finalidades, según indican los altos mandos ucranios. La más elemental, según constató Budanov en The War Zone pero también su portavoz, Andriy Yusov, el 20 de septiembre en los informativos estatales, es anular la cadena logística del Ejército ruso en Crimea. Por la península entran y salen recursos para las tropas en el frente sur. Unidades de infantería de la flota rusa toman parte en la defensa de los territorios ocupados en Jersón y Zaporiyia. Por eso se insiste en la destrucción de depósitos de combustible y bases, pero también en los ataques al puente de Chonhar, que conecta la península con la provincia de Jersón, y sobre todo al puente de Kerch, el único enlace por carretera entre Crimea y territorio ruso.

Un misil Storm Shadow en una feria del sector en Le Bourget, en el norte de París, en junio pasado.
Un misil Storm Shadow en una feria del sector en Le Bourget, en el norte de París, en junio pasado. Lewis Joly (AP/Lapresse)

Otro objetivo de la ofensiva es desgastar las defensas antiaéreas rusas. La táctica ucrania en Crimea está siguiendo la misma lógica que la rusa en sus bombardeos contra ciudades en la retaguardia: primero se envían oleadas de drones, para consumir la munición de las baterías, y luego entran en escena los misiles de crucero. “Los equipos de defensa antiaérea son muy caros y tardan mucho en producirse, y los rusos tienen todas sus unidades en activo, incluso en Moscú”, recordó Budanov. Esta es una de las razones, admitida por las Fuerzas Aéreas ucranias, para disparar periódicamente drones bomba contra territorio ruso, para mantener activas las baterías antiaéreas rusas lejos del frente. “También atacamos en Crimea porque si tienen que traer equipos nuevos, los tienen que quitar de otro lugar”.

Crimea está protegida por una de las mejores redes de baterías antiaéreas del mundo. Su columna vertebral son las baterías S-400. Ucrania ya ha destruido dos este verano, de seis que cuentan en la península —una de ellas con un Neptun—, según las imágenes satelitales de servicios de inteligencia occidentales. En la vulnerabilidad del control aéreo ruso ha jugado un papel destacable otra carta ofensiva ucrania, la de los asaltos de fuerzas especiales en Crimea. Equipos de una docena de soldados han conseguido acceder a la costa de Crimea transportados en lanchas rápidas. Las operaciones de infiltración duran poco tiempo, pero han servido para recabar información y en el caso del asalto del 24 de agosto en el cabo de Tarkhankhut, según el ministerio de Defensa ucranio, para destruir un sistema de radares.

La tercera finalidad de la ofensiva en Crimea es, como ha definido el secretario del Consejo de Seguridad Nacional ucranio, Oleksii Danilov, “cortar en rodajas la flota rusa del mar Negro”. Los barcos militares rusos están transportando material para sus tropas en el frente de Zaporiyia a través del mar de Azov, y también tienen el mar Negro bloqueado al transporte marítimo entre Ucrania y el exterior. Ucrania está forzando a Moscú a maniobrar con más cautela en el mar Negro por la vulnerabilidad de sus buques frente a los Neptun y sus drones bomba marinos. Estos drones han atacado a cientos de kilómetros de la costa ucrania a barcos de guerra en Crimea, en los puertos rusos de la provincia de Krasnodar e incluso en alta mar, como sucedió el pasado julio, cuando inutilizaron la patrullera rusa Serguéi Kotov.

Las acciones de los drones van acompañadas de operaciones anfibias de las fuerzas especiales, que han reconquistado islotes y también plataformas de extracción de hidrocarburos en el mar Negro, que estaban en manos de Rusia desde su ocupación de Crimea en 2014. La intensificación de las operaciones para asegurar el mar Negro han coincidido con la puesta en marcha de una nueva ruta para exportar cereales ucranios, una vía alternativa a la ruptura el pasado julio por parte del Kremlin del acuerdo con Turquía y Naciones Unidas para permitir el movimiento de mercantes con grano del país invadido.

Vadim Skibitski, representante de los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa ucranio, dejó claro el 9 de septiembre en los informativos estatales que sus Fuerzas Armadas están actuando para “neutralizar” el control ruso en el mar Negro: “Crimea es para Rusia clave para el dominio del mar Negro y para su acceso al Mediterráneo. Su posición es además una amenaza para el comercio civil marítimo. Esto debe acabar”.

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Sobre la firma

Cristian Segura (Enviado especial)
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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