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El canciller Scholz reaparece con un parche en el ojo tras una caída haciendo ejercicio: “Espero los memes”

El jefe de Gobierno alemán se reincorpora a la actividad tras un accidente leve en su peor momento de popularidad

Elena G. Sevillano
El canciller alemán, Olaf Scholz, con un parche en el ojo, en una imagen distribuida este lunes por la Cancillería después de que sufriera un accidente leve el pasado fin de semana.
El canciller alemán, Olaf Scholz, con un parche en el ojo, en una imagen distribuida este lunes por la Cancillería después de que sufriera un accidente leve el pasado fin de semana.BPA (via REUTERS)

¿Quién dijo que el humor alemán no existe? El jefe de Gobierno de la mayor economía de la UE, Olaf Scholz, ha querido adelantarse a la lluvia de bromas que ya han empezado a inundar las redes sociales y ha animado a hacer chistes con su nueva imagen, temporal, desvelada este lunes mediante una foto oficial. “Parece peor de lo que es”, asegura el político, de 65 años, en su cuenta de X, antes Twitter. Un parche negro, estilo pirata, le cubre el ojo derecho, y se aprecian pequeñas heridas alrededor e incluso en la barbilla. “Espero los memes”, bromea el canciller alemán.

Scholz ha reaparecido este lunes de esta guisa tras padecer un accidente mientras hacía deporte el sábado pasado. Según relató su equipo, se tropezó mientras hacía jogging, una actividad que practica a diario, aunque se encuentre fuera del país en compromisos internacionales. Las consecuencias de la caída no fueron graves, como él mismo ha señalado, pero le obligaron a cancelar al menos un acto de su agenda.

Pasado el fin de semana, el canciller retoma su actividad, que no se verá perturbada por las consecuencias de la caída, ha explicado su equipo. “Gracias por los buenos deseos”, dice también Scholz en la red social, adelantándose a la sorpresa que habría causado verle con el ojo cubierto a lo Jack Sparrow, sin previo aviso, en su primera cita oficial. Este lunes por la tarde se le espera en la recepción anual que ofrece la Iglesia católica alemana en la parroquia de San Miguel de la capital, invitado por el obispo Karl Jüsten.

Los usuarios de la red X, que no necesitan permiso para hacer chistes, han empezado por lo obvio: Scholz vestido de pirata en una isla paradisíaca, con loro al hombro incluido. En otro, el loro tiene la cara de Angela Merkel. “Nos gobierna un corsario”, aprovecha alguno para lanzar una crítica. El Partido Pirata se suma al cachondeo: “¡Hemos llegado a canciller!”, exclama ante la foto de Scholz. “Deberíais ver al FDP”, bromea un usuario, en referencia al socio menor de su Gobierno tripartito, los liberales, con los que tanto los socialdemócratas de Scholz como Los Verdes chocan constantemente en el seno del Ejecutivo.

Scholz se encamina al ecuador de su mandato con una de las peores valoraciones que se recuerdan en Alemania del equipo gobernante. Desde las desastrosas encuestas del excanciller Gerhard Schröder en 2004 —que perdió las elecciones en favor de Merkel al año siguiente— no se registraba un resultado tan bajo en los sondeos periódicos que encarga la televisión pública ARD. Desde el estallido de la invasión rusa de Ucrania, la popularidad del tripartito ha ido cayendo, pero en la última edición de esta encuesta, de hace apenas unos días, se ha alcanzado un nuevo mínimo: solo el 19% de los encuestados están muy satisfechos o simplemente satisfechos con el trabajo de la coalición, conocida como semáforo por los colores de los tres partidos que la conforman (rojo de los socialdemócratas, verde de los ecologistas y amarillo de los liberales).

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La extrema derecha, en segunda posición

Esa falta de satisfacción se traslada a las preguntas sobre el voto. Si el domingo hubiera elecciones federales —previstas en principio para 2025—, el SPD de Scholz obtendría un magro 16%. El dato es especialmente preocupante cuando se compara con los resultados de otras formaciones. Los democristianos de la CDU aumentarían dos puntos porcentuales respecto al mes pasado y serían la fuerza más votada con el 29%. Pero el segundo puesto quedaría para una formación de extrema derecha que está siendo vigilada por los servicios secretos internos por sospechas de anticonstitucionalidad: Alternativa para Alemania (AfD). Si hubiera elecciones hoy, este partido, que ha empezado ya a ganar poder territorial en ayuntamientos y distritos rurales, obtendría el 22% de los votos, su mejor resultado histórico en las prestigiosas encuestas de ARD, llamadas Deutschlandtrend.

Las elecciones federales de septiembre de 2021 dejaron la imagen de una socialdemocracia triunfante y dispuesta a explorar la fórmula del tripartito, desconocida en Alemania desde los años cincuenta del siglo pasado. El SPD ganó con el 25,7% de los votos. La guerra de Ucrania, la crisis energética y las frecuentes y ampliamente aireadas disputas entre los socios de coalición han ido minando ese apoyo hasta hacer perder a esta formación histórica casi 10 puntos en intención de voto. También sus socios, liberales y verdes, se han visto penalizados en las encuestas. Hoy no podrían reeditar su alianza.

Las principales preocupaciones de los alemanes son actualmente la economía y la inmigración, que han desplazado del podio a la guerra en Ucrania o el cambio climático. A principios de abril solo el 7% de los encuestados mencionaba la economía; hoy lo hacen uno de cada cuatro. La locomotora alemana está lejos de las espectaculares cifras de la década pasada. Para empezar, acaba de salir por los pelos de una recesión técnica, pero sigue sin crecer apenas. En el segundo trimestre del año su producto interior bruto se mantuvo estable (0,1%) mientras el resto de grandes economías europeas recuperan fuelle a mucho mejor ritmo. Y si hay algo que preocupe al alemán medio es la inflación, que sigue tozudamente elevada en el país (6,1% en agosto), más afectado por la crisis energética que la mayoría de sus socios comunitarios.

El canciller Scholz resta dramatismo a los problemas del país y promete ambiciosas medidas para hacerles frente, pero cada vez se cuestiona más su capacidad de liderazgo, que en ocasiones parece reducirse a hacer de árbitro entre las dos facciones más ferozmente enfrentadas de su Gobierno. Las frecuentes peleas entre verdes y liberales generan ríos de tinta en la prensa y los ciudadanos, hartos del espectáculo, miran hacia los conservadores y, cada vez más, hacia la ultraderecha. Aunque el canciller reste importancia a esos datos, el auge del populismo de extrema derecha será otra de las preocupaciones de la segunda mitad de su mandato.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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