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Terremoto político en Alemania por la victoria en una comarca de la ultraderecha. “Es solo el principio”, dicen los ganadores

Socialdemócratas y democristianos se culpan mutuamente del éxito en Sonneberg de AfD, donde gobernará por primera vez

De izquierda a derecha, Björn Höcke, el líder de AfD en Turingia; Robert Sesselmann, el ganador de las elecciones en Sonneberg, y Tino Chrupalla, colíder nacional del partido ultraderechista, este domingo en Sonneberg.
De izquierda a derecha, Björn Höcke, el líder de AfD en Turingia; Robert Sesselmann, el ganador de las elecciones en Sonneberg, y Tino Chrupalla, colíder nacional del partido ultraderechista, este domingo en Sonneberg.MARTIN SCHUTT (AFP)
Elena G. Sevillano

Júbilo en la ultraderecha alemana. Conmoción en el resto de partidos. La resaca de la jornada electoral en un distrito rural de Turingia, el más pequeño del antiguo Este alemán (57.000 habitantes), deja un panorama de triunfalismo por el lado de los vencedores, Alternativa para Alemania (AfD), y de preocupación y reflexión en la coalición de Gobierno y en la oposición democristiana. Se preguntan qué ha pasado, cómo ha podido ganar la segunda vuelta de las elecciones al distrito de Sonneberg un candidato que durante la campaña habló de todo menos de la comarca que va a administrar. Se buscan explicaciones, pero también culpables. Y mientras tanto, el colíder de la formación ultra, Tino Chrupalla, avisa: “Sonneberg es solo el principio”.

La victoria de AfD en este territorio de Turingia supone un punto de inflexión en la política alemana. Es la primera vez que la ultraderecha se hace con una administración. Y lo ha conseguido, además, pese a que el resto de formaciones, de la conservadora CDU a la izquierdista Die Linke, se unieron alrededor del otro candidato. El cordón sanitario contra Robert Sesselmann, un abogado de 50 años que proclama que Alemania debería abandonar el euro, no pudo contener la ola de descontento contra el Gobierno tripartito del canciller Olaf Scholz.

Puede que Sonneberg sea solo un pequeño distrito rural desde el que AfD poco podrá influir en las políticas nacionales, pero ya se ha convertido en un éxito simbólico en el camino hacia la normalización de AfD. Especial inquietud ha causado la victoria en las filas de la CDU, que en otros tiempos habría sido la clara beneficiaria del hundimiento en las encuestas de la coalición de socialdemócratas, verdes y liberales. “La principal responsabilidad recae en el Gobierno federal y en los temas que promueve. Está dividiendo al país”, acusó el lunes Mario Czaja, secretario general de los democristianos.

En Sonneberg no se habló de la construcción de colegios o de la ruta de los autobuses, sino de temas federales, de la política con mayúsculas de Berlín. La nueva ley de calefacciones, que obligará a sustituir las calderas de gas o gasóleo por bombas de calor que funcionen con energías renovables, o la llegada de refugiados y las políticas de asilo, coparon lemas y debates. El candidato de AfD se presentó con eslóganes como “Fuertes por la patria”, “Alemania primero” o “El diésel es genial”.

“El centro político tiene una responsabilidad en pensar cómo podemos llegar de nuevo a la gente que no pertenece al núcleo duro de los radicales de derechas, pero que votó a AfD como forma de protesta”, dijo Czaja. Los socialdemócratas asumen parte de esa responsabilidad, pero también disparan contra los conservadores por asumir el relato de los ultras y “entrar en una guerra cultural populista de derechas”, lamentó Saskia Esken, colíder del SPD. “Este resultado electoral debe preocupar mucho a los demócratas”, añadió.

Esken echó en cara al líder de los conservadores, Friedrich Merz, que “despotrique contra la igualdad de género”, hable de “pequeños pachás” [expresión que usó para referirse a jóvenes de origen turco] o alabe el muy criticado discurso contra la inmigración de Claudia Pechstein, antigua patinadora olímpica y ahora oficial de Policía, en un acto de la CDU. Hasta el jefe de la Policía ha afeado la actuación de Pechstein, entre otras cosas porque iba vestida de uniforme. “Todo esto beneficia a AfD”, se lamentó Esken. En sus declaraciones públicas, Merz se ha mostrado inflexible contra la ultraderecha, a la que ha llamado “xenófoba” y “antisemita”, y con la que asegura que jamás pactará.

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Apenas una década después de su fundación y seis años después de entrar por primera vez en el Bundestag, el Parlamento alemán, AfD sienta precedente al conseguir un alto cargo municipal. La formación llegó a ser el primer partido de la oposición en el Parlamento frente a la Gran Coalición entre democristianos, con Angela Merkel de canciller, y socialdemócratas. Pero en las últimas elecciones, en septiembre de 2021, perdió fuelle y ahora solo cuenta con 81 de los 736 escaños de la cámara. Desde entonces, han sabido capitalizar el desasosiego por la guerra en Ucrania, el miedo a una recesión económica y la crisis energética. Ahora las encuestas les dan una intención de voto de entre el 18 y el 20%, a la par con el SPD.

La ultraderecha es la favorita en los sondeos en las tres elecciones regionales que se celebrarán el año que viene en tres antiguos territorios de la República Democrática Alemana (RDA): Turingia, Brandeburgo y Sajonia. La victoria en Sonneberg, aunque tenga más de símbolo que de poder real, da alas a AfD, que probablemente hará política a la contra del Estado de Turingia (gobernado por una coalición liderada por Bodo Ramelow, de Die Linke). Su próximo objetivo, sentar a uno de sus líderes en la presidencia de un land, es poco factible, porque el cordón sanitario haría que el resto de fuerzas se unieran para conseguir una mayoría alternativa. “Se ha roto un tabú”, constató Ramelow ante la prensa.

La victoria en Sonneberg “dañaría la percepción de Alemania Oriental en su conjunto y debilitaría aún más la posición de la maltrecha sociedad civil democrática”, lamentaba hace unos días el sociólogo Matthias Quent, experto en extrema derecha. La de Turingia es una de las agrupaciones más radicales de AfD. Si a nivel nacional se les considera sospechosos de extremismo de derechas, allí los servicios de espionaje dan por hecho que lo son y les vigilan en consecuencia. Su líder, Björn Höcke, es el representante del ala más radical del partido. La Fiscalía de Halle le acaba de acusar de utilizar un eslogan de las SA (las milicias nazis) en la campaña electoral. Höcke augura “el principio de un terremoto político”, dijo el domingo tras conocerse el resultado de la votación.

Sesselmann, que en su discurso de la victoria cargó contra los refugiados, pidió de nuevo la salida del euro y abominó de las leyes de Los Verdes, podría verse limitado en decisiones que deban someterse al consejo de distrito. Pese a que él será el administrador, en el consejo se sientan 40 personas y solo nueve pertenecen a AfD. Entre sus atribuciones está organizar el alojamiento de los refugiados y gestionar los servicios sociales. Pero como ha adelantado Reinhard Sager, presidente de la Asociación de Distritos Alemanes, “todos los administradores deben cumplir la ley”.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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