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Trans y estadounidense: la soldada más famosa de Ucrania

Sarah Ashton-Cirillo, sargento de las Fuerzas Armadas Ucranias, combate contra los rusos en el frente y en las redes sociales

Sarah Ashton-Cirillo, en una imagen de sus redes sociales.Vídeo: EPV
Cristian Segura (Enviado Especial)

Su nombre en código militar era Blonde (rubia, en inglés), pero tuvo que dejar de utilizarlo porque los rusos han puesto precio a su cabeza. “Si interceptan nuestras comunicaciones de radio, escuchan mi nombre y captan la posición donde estoy, irían a por mí”, explica Sarah Ashton-Cirillo (Nueva York, 1977), sargento de las Fuerzas Armadas Ucranias. Ashton-Cirillo es la soldada más famosa de las tropas ucranias, y ha sido señalada en varias ocasiones por el primer canal de la televisión estatal rusa como un enemigo a abatir. En enero de 2022, un mes antes de empezar la invasión de Ucrania, era analista financiera en Las Vegas. Hoy es una militar ucrania nacida en Estados Unidos. Pero no solo destaca por eso, a su pesar, sino porque es una excepción como combatiente trans.

“Los medios son importantes, pero necesitan audiencia, y los medios están siendo sensacionalistas con el hecho de que aquí haya una soldada trans”, dice Ashton-Cirillo en una entrevista con EL PAÍS en un hotel de Járkov. Era la tercera que concedía aquel día. Es una de las voces más significativas de la propaganda ucrania, por su vehemencia hablando sobre lo que considera una batalla entre la democracia y la tiranía, por su perfil tan singular en un contexto como el de la guerra de Ucrania y porque, pese a su inexperiencia militar, ha tomado un fusil para alistarse en la infantería. En febrero fue herida con un obús cerca de Bajmut, en la batalla más sangrienta de la guerra. La lesión disparó todavía más su popularidad y fue retransmitida en su cuenta de Twitter. Ashton-Cirillo concede que, para las autoridades ucranias, su protagonismo es un activo importante para captar la atención internacional. El precio por ello es que el enemigo la ha puesto en la lista de objetivos a eliminar.

En una entrevista el 30 de abril, un soldado español voluntario en las Fuerzas Armadas Ucranias contaba a este diario que es común que las tropas rusas ofrezcan recompensas a quien capture a militares ucranios que se hayan significado por su protagonismo en las redes sociales o en el frente. Un soldado ucranio conocido por compartir en TikTok sus proezas en el frente fue eliminado en 2022 por sorpresa por un pelotón ruso que grabó la ejecución.

Ashton-Cirillo, que sirve en un batallón de infantería, se desplazó desde su posición cerca de la frontera rusa a Járkov para recoger cuatro drones que había donado un seguidor suyo de Alemania. Los drones, pequeños aparatos de reconocimiento, serían luego repartidos por diferentes unidades. Su militancia por Ucrania no solo se desarrolla con las armas: desde Twitter comunica diariamente imágenes del frente, mensajes contra Rusia y pide ayuda para el ejército ucranio. Desde el inicio de la invasión, según sus cálculos, ha recaudado en ayuda humanitaria y militar más de 250.000 dólares (unos 230.000 euros).

En el hotel donde se produjo a finales de abril la cesión de los drones, el recepcionista se acercó al periodista para confiarle que era la primera vez que veía a una mujer trans. Ucrania es una sociedad conservadora, en la que derechos como el matrimonio entre personas del mismo sexo no está reconocido. Ashton-Cirillo asegura que hay otra mujer trans, ucrania, combatiendo para Kiev. Son excepciones, como lo serían en cualquier otro ejército. Concede que su relevancia puede estar sirviendo para normalizar entre la ciudadanía ucrania una diversidad de género a la que todavía no está acostumbrada.

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Ashton-Cirillo reitera que nunca ha tenido ni un solo problema en Ucrania por su identidad de género, y pone como ejemplo la primera experiencia determinante que tuvo en el país, la que la llevó a servir en sus Fuerzas Armadas.

La hoy sargento se encontraba en Alemania en los primeros días de la invasión, escribiendo artículos sobre la oleada de refugiados que huían de la guerra para un medio estadounidense especializado en información sobre los derechos LGTBI. En los últimos años, Ashton-Cirillo había dedicado su tiempo libre a informar sobre la crisis humanitaria vinculada al éxodo de refugiados procedentes de Afganistán y Siria hacia Europa. En Alemania conoció a una doctora ucrania que tenía que volver a su ciudad natal, Ivano-Frankvisk, en el oeste del país. Era su único contacto local.

Ashton-Cirillo cruzó la frontera por Polonia pensando que estaría poco más de dos semanas y luego regresaría a Estados Unidos. Pero cuando llegó a Ivano-Frankvisk, en la copistería donde quería imprimir su acreditación de prensa, conoció a dos hombres que se identificaron como agentes de los servicios de inteligencia. Le explicaron que se dirigían a Járkov, en aquel momento asediada por las tropas rusas, y que allí a duras penas había periodistas extranjeros. Le ofrecieron ir con ellos, y aquella decisión cambió su vida: “Me metí en el coche con ellos, solo dos horas después de conocerlos, crucé el país con dos desconocidos que me trataron igual que a cualquier otra. Y allí dejó de tener sentido la cuestión de la identidad de género durante la guerra”.

“Una guerra por la libertad”

“Entendí entonces que era mi responsabilidad volcarme en mi trabajo y dejar la identidad de género a un lado”, recuerda Ashton-Cirillo. Insiste en este punto como el más importante porque, según su opinión, lo que ha encontrado en Ucrania es la suerte de ser parte de un suceso histórico y de implicarse en una causa mayor. “Yo tenía una vida muy rica antes de la guerra, en Nevada. No vine aquí buscando algo, pero algo aquí se desbloqueó, tenía la necesidad de combatir por los valores de la libertad. Es una guerra por la liberación de Ucrania, pero también por la libertad de los seres humanos”.

Involucrarse con la causa ucrania fue algo progresivo: primero empezó colaborando con los servicios de prensa de un municipio al norte de Járkov y con el centro de prensa de la ciudad. Luego, con tareas de voluntariado, y finalmente su nivel de implicación la llevó de forma natural, según su relato, a alistarse: “Durante seis o siete semanas viví con la gente de los servicios secretos. Y mientras reporteaba, ayudaba a civiles y a militares. He visto una guerra que no sale ni en las noticias ni en Twitter, que es una burbuja de la guerra. Estuve dos meses viendo los bombardeos, los combates, civiles asesinados, pueblos arrasados, un genocidio”.

En una entrevista en marzo para la radio Times de Londres, Ashton-Cirillo fue preguntada por si le había sorprendido que la escritora J. K. Rowling compartiera entre sus seguidores un mensaje suyo de Twitter sobre la guerra. Rowling se ha significado por su oposición a considerar a las mujeres trans como plenamente mujeres. Dos meses después, Ashton-Cirillo sonríe al recordar aquella entrevista, y subraya que las “guerras culturales” sobre cuestiones como la identidad de género le parecen hoy secundarias: “Aquí no luchamos por ningún colectivo en concreto, luchamos por la libertad de cada persona. No hay una reclamación de más aceptación o tolerancia, hay una reclamación para la libertad de cada uno”.

“Me da igual si alguien odia a las personas trans si apoya nuestra batalla por la libertad en el mundo”, dice Ashton-Cirillo, “porque quiere decir que viviremos para tener debates sobre ello, algo que no podemos tener con los rusos o los chechenos”. Y añade: “Estamos dispuestos a morir para que gente como Rowling tenga el derecho a expresarse libremente”.

A la mañana siguiente de la entrevista, Ashton-Cirillo volvió a su unidad de infantería, patrullando en el frente y con el equipo que carga como soldada paramédica. Se quiere despedir con un recuerdo de otra vida, la anterior a la guerra, un momento determinante de su vida: fue en un viaje de negocios en 2019 a Barcelona. Aprovechó una tarde libre para visitar un estudio especializado en maquillaje y travestismo. Fue la primera vez que se presentó en público como mujer: salió a cenar y llamó a la familia para anunciar que iniciaría la transición. En Barcelona nació Sarah.

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Sobre la firma

Cristian Segura (Enviado Especial)
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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