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Margaritis Schinas: “Una Rusia democrática sería la garantía última de seguridad en Europa”

El vicepresidente de la Comisión Europea para la “promoción del modo de vida europeo”, que gestiona también la inmigración, reclama más “incentivos” a los países de fuera de la UE para que incrementen las devoluciones de quienes no tienen derecho a asilo

Margaritis Schinas, vicepresidente de la Comisión Europea, el pasado febrero en Bruselas.
Margaritis Schinas, vicepresidente de la Comisión Europea para la protección del estilo de vida europeo, el miércoles en su despacho de Bruselas.delmi álvarez
María R. Sahuquillo

Cumple 33 años en las instituciones comunitarias. Toda una vida. Margaritis Schinas (Salónica, 60 años) dice, en un español más que fluido, que la Comisión Europea ha logrado unir en una cartera, la que encabeza como vicepresidente, la “promoción del modo de vida europeo”. Es, dice, una combinación de la “Europa que protege” —como la esbozada por el presidente francés, Emmanuel Macron, en su famoso discurso en la Sorbona, con seguridad, sanidad, gestión de la migración—, y otra familia de políticas, las de la Europa de las oportunidades —la movilidad, los valores, la educación, la juventud, la cultura—.

Con nuevos desafíos globales que llegan desde China, la guerra imperialista de Rusia en Ucrania, una incipiente contienda comercial con Estados Unidos y el inacabable debate migratorio, que vuelve recurrentemente a si Europa se encamina a ser una fortaleza blindada con muros pagados con dinero de la UE, Schinas remarca que, pese al incremento de las amenazas, globales, híbridas, a ese estilo de vida, el modelo democrático de la UE se terminará extendiendo pese a los esfuerzos de las autocracias.

Pregunta. El presidente Volodímir Zelenski repite que los ucranios luchan por el modo de vida europeo, por los valores europeos. ¿Es realidad o símbolo?

Respuesta. Hay una cosa objetiva: lo que se llama democracia europea, hasta los años setenta tenía que ver con pocos países. Con la caída de las dictaduras en el sur, se expandió, y con la caída del muro de Berlín, este modelo ha sido dominante en Europa después de siglos, del Báltico hasta Bucarest. Y de ahí se sigue exponiendo. Y esta expansión del modelo democrático de la sociedad que representamos es una gran ventaja, una victoria histórica. Pero los de enfrente lo ven como una amenaza real, porque significa el final del autoritarismo. En Rusia, en Turquía, en Teherán. Lo ven como una amenaza quizás más peligrosa que las armas.

P. Las autocracias reaccionan, pero, ¿dónde tiene el foco de seguridad la Unión Europea?

R. Por primera vez después de muchas décadas, la Unión se convierte más en proveedor de seguridad que en consumidor. Estamos haciendo cosas sin precedentes ayudando a Ucrania. Ya no reclamamos a otros que nos den ciberseguridad, la estamos construyendo. Lo mismo con la lucha contra el crimen organizado, la protección de infraestructuras críticas. Aunque hay que pasar a la siguiente etapa: ir de la Europa que protege a una Europa de defensa que protege. Que no pasemos semanas y meses discutiendo si mandamos tanques o no, que el dinero que tenemos para organizar nuestra industria de defensa no sea un ejercicio de investigación, sino que conduzca a sistemas de armas, de munición, de helicópteros, de tanques europeos.

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P. ¿No depende la UE demasiado también de Estados Unidos, en seguridad o defensa?

R. En defensa más, y en seguridad menos. En seguridad interior tenemos muy buenas capacidades industriales, operativas, estructuras, legislación de cooperación. Con los americanos hablamos en términos de socios, no de pedir, sino de trabajar juntos en defensa. Y la OTAN también nos sirve para paliar esta dependencia.

P. Uno de los problemas de seguridad ha sido la dependencia de Rusia. ¿No se está sustituyendo por dependencia de Estados Unidos, que luego devuelve la jugada con legislaciones como la Ley para la Reducción de la Inflación (IRA, en sus siglas en inglés), que la UE considera competencia desleal?

R. Europa poco a poco ocupa este lugar estratégico en el mundo como un ancla de estabilidad y de razón. Hay que preservar nuestra capacidad, nuestro umbral, respecto a la escena mundial. Y esto requiere mantener nuestras alianzas estratégicas con Occidente, con Estados Unidos. Pero con Estados Unidos, con una base como las amistades, de hablar de todo y evitar zonas grises que nos puedan hacer daño, como el tema de la IRA.

P. ¿Y con China?

R. China es un competidor estratégico, una fuerza mundial con la que hay que tratar a todos los niveles, a nivel de competición o política y a nivel de cooperación económica, teniendo claro que esta cooperación nunca toca nuestros intereses estratégicos y nuestras industrias estratégicas. Y con Rusia, que con la guerra ilegal en Ucrania ha destrozado los pocos puentes que había, nos obliga ahora a empezar, pero esto sucederá solo cuando la guerra termine.

P. ¿Y eso significa que el futuro de las relaciones de la UE con Rusia pasan porque Putin no esté?

R. El futuro de las relaciones de la UE con Rusia pasa por que la guerra termine y con un resultado que premie los derechos del agredido, no la ilegalidad del agresor. Espero que un día no tan lejano, Rusia comparta el modo de vida europeo. Una Rusia democrática sería la garantía última de seguridad en Europa.

P. ¿Sería conveniente que se plantease una excepción de las reglas de gasto para que la compra de armamento no computase, por ejemplo, en el déficit?

R. La revisión de las reglas del Pacto de Estabilidad en el Crecimiento está en pleno debate en el Ecofin. Es ahí donde se tiene que tratar. Pero ver las consecuencias de todas estas amenazas que hemos sufrido, de la pandemia de la guerra, nos ha hecho estar más concentrados en cómo reaccionar. Los europeos hemos dejado atrás la época de la inocencia. Estamos muy expuestos a amenazas globales, simétricas e híbridas. Las hemos vivido, por ejemplo, con la instrumentalización de la migración.

P. Esto va a llevar a revisar las reglas europeas sobre migración. ¿Se pueden seguir aplicando las reglas diseñadas tras la II Guerra Mundial, pensadas para un continente pacífico?

R. En la instrumentalización de la migración y otras amenazas híbridas, hemos reaccionado bien, con claridad, rapidez y certeza, tanto en la frontera turca en febrero de 2020 como en la crisis bielorrusa en 2021. Hemos hecho lo que hacía falta para proteger las fronteras, hablar con países de origen y tránsito que, de una forma u otra, contribuían a la instrumentalización, hemos amenazado a las compañías aéreas con sanciones. Mi ambición es que Europa sea igual de exitosa, no solo como bombero, también como arquitecto. Hace falta construir una solución global, un marco europeo para migración anclado en el derecho europeo aplicable a todos que nos permita hacerlo de manera ordenada y no correr de una crisis a otra.

P. ¿Cuál sería la clave?

R. El nuevo pacto de inmigración y asilo está sobre la mesa desde 2020. Me gusta presentarlo como una casa de tres pisos. El primero, las relaciones con países terceros: nunca conseguiremos gestionar internamente si no gestionamos con nuestros vecinos, los países de origen y de tránsito, más inversión, más oportunidades, pero también más cooperación. El segundo es la gestión de las fronteras: es injusto confiar esta responsabilidad solo a los países que por geografía están en la frontera exterior. Y el tercer piso es la solidaridad, donde cada uno asume parte de la presión que corresponde a Europa.

P. El pacto aún no ha despegado.

R. Tenemos un acuerdo sobre el 60% de este paquete. Espero que en la presidencia española [el semestre empieza en julio] tengamos el acuerdo final. No quiero que Europa vote en las elecciones europeas de mayo de 2024 sin este acuerdo, sería un regalo para los populistas. No podemos permitir que digan que Europa no pudo solucionar un problema tan grande como la guerra.

P. Ahora ha vuelto a resucitar el debate de las vallas y los muros. ¿Llegará el momento en que se paguen con dinero europeo?

R. Prefiero quedarme en mi propuesta de la casa con tres pisos. Sucede que muchos quieren coger el ascensor e ir al piso que les interesa. Los que quieren muros dicen que con eso no hace falta ni solidaridad ni acuerdos con países terceros. Los que quieren solidaridad, que con eso lo demás da igual. La clave es hacerlo todo a la vez.

Margaritis Schinas, en su despacho de la Comisión Europea.
Margaritis Schinas, en su despacho de la Comisión Europea. delmi álvarez

P. Se han intentado muchas cosas y de momento no se ha conseguido que los países de origen cooperen más con las políticas de retorno.

R. Sí, pero no es solo un problema de esos países, es también un problema nuestro, porque hay todavía muchos obstáculos dentro de los Estados miembros que dificultan los retornos. Y hay que dar a los países terceros no solo obligaciones, también incentivos. Europa tiene que movilizar todo lo que tenemos, preferencias comerciales, Erasmus, inversiones para hacer su vida mejor —no a las élites, a la gente que podrá tener mejor vida en su país en vez de ponerse en manos de los traficantes—, y a cambio les podemos pedir más cooperación en los retornos, fortalecer sus procedimientos de asilo, sus fronteras.

P. Zelenski dijo que su intención era abrir las negociaciones de adhesión este año. ¿Es esta ambición realista?

R. Ucrania ha ganado su derecho de ser miembro de la Unión Europea y lo será. No se puede decir a los ucranios, el único país donde la gente se mató por tener banderas europeas, que después de la guerra que están luchando como héroes, “perdón, ahora hay que hablar de tomates y plátanos”. Tenemos siete millones de ucranios que son parte de nuestra vida, de nuestros hospitales, de nuestros colegios. Así, Ucrania ya es miembro en algunos ámbitos como sanidad, educación, vivienda. No sé si será este año, el año que viene, no hay un calendario específico, pero sí un compromiso moral que hace este proceso irreversible.

P. Pero, tanto si se retrasa como si se acelera y eso crea rechazo en algunos Estados miembros, se puede generar frustración en los Estados miembros y en Ucrania.

R. Sin lugar a dudas. Ya lo hemos visto en el pasado, las demoras crean decepción. Pero Europa ha pasado en el siglo pasado de ser el 10% o el 12% de la población mundial a que en 2050 seamos el 5%. Es bueno para Europa tener un socio como Ucrania, europeo, un país de 40 millones de personas preparadas, que ya habrá beneficiado a nuestro mercado laboral. Esto es una ventaja también para nosotros, no solo para ellos.

P. ¿Cree que la corrupción se está usando o se puede usar cada vez más precisamente como un arma híbrida?

R. Seguramente. Tanto en su vertiente tradicional como en el que implica muchos actos de intentar influir. Estamos combatiéndola en todos los aspectos. Pero tras el escándalo del Parlamento Europeo [con los sobornos por Marruecos y Qatar], que ha afectado a la UE en su conjunto, la Eurocámara tiene una oportunidad, yo diría histórica, de aclarar sus procedimientos y ofrecer a la ciudadanía la imagen de que la casa de la democracia europea es impoluta.

P. Ha habido incluso informaciones que lo han puesto a usted en el foco por el escándalo de Qatar.

R. Sí, porque yo estoy en el deporte y representé a la Comisión Europea en la apertura del Mundial, pero lo hice como representante de la Comisión, siempre defendiendo las posiciones de la Comisión y según las reglas de la Comisión. No lo hice a título personal.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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