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Madres y mujeres de los soldados rusos desaparecidos cargan contra el Kremlin: “Vamos a las morgues y nadie nos ayuda”

La policía arresta a la líder del Consejo de Madres y Esposas y a dos activistas entre quejas por las dificultades para conocer el paradero de sus familiares y por el colapso de los servicios de atención del Ministerio de Defensa

Kremlin’s invasion of Ukraine
Un grupo de mujeres despide en Moscú, el pasado octubre, a reclutas rusos que parten hacia la guerra en Ucrania.Anadolu Agency (Anadolu Agency via Getty Images)
Javier G. Cuesta

Una famosa canción soviética recreaba la carta de un hombre a una chica donde le mandaba recuerdos y le pedía que mintiese a sus padres. “Hola, hermanita. ¿Qué tal? Tan solo no le digas a mamá que estoy en Afganistán”, decía el estribillo. Años después, el país fue sustituido por Chechenia. Aquel tema no cuenta aún con una versión sobre Ucrania, pero algunas madres y novias de los militares han comenzado a perder la paciencia con el desarrollo de la ofensiva. No por la guerra en sí —si es justa o no parece algo secundario para muchas de ellas—, sino por las condiciones en las que han sido enviados al frente sus seres queridos y por desconocer su paradero. El Kremlin, conocedor por la experiencia de guerras pasadas de la enorme presión que pueden ejercer en su contra, intenta frenar esta bola de nieve.

El jueves fueron arrestadas la líder del Consejo de Madres y Esposas y dos activistas que viajaban con ella en un control de carretera en la región de Samara, en el suroeste del país. “Creemos que esperaban nuestro vehículo a propósito. Nos dijeron que tenían motivos para suponer que transportábamos estupefacientes”, relató más tarde la jefa de la asociación, Olga Tsukánova. Las tres fueron trasladadas a comisaría. Contra una de ellas se abrió un proceso administrativo por supuesta difusión de materiales extremistas. A las pocas horas todas ellas fueron liberadas.

“Este sistema tiene miedo a la unidad popular. Nos tienen miedo y se están lanzando contra las mujeres que protegen a sus chicos”, escribió este sábado Tsukánova en una carta abierta. Su asociación, fundada en septiembre, ha servido de catalizador para miles de mujeres que no encontraban otra alternativa para expresar sus quejas por la situación de los suyos en el frente.

El Consejo de Madres y Esposas ha sido impulsado por una organización minoritaria, la Unión de Todos los Pueblos para el Renacimiento de Rusia, que aboga por “volver al punto donde colapsó la Unión Soviética y restaurar desde ahí la URSS en la práctica y legalmente”. Sin embargo, algunos medios afines al Kremlin, como Life.ru, acusan al grupo de tener supuestos vínculos con opositores y extranjeros con el objetivo de agitar la conciencia de las familias rusas, “pues cualquier persona normal sufre y tiene simpatía ante estas sagradas palabras: ‘madre de soldado”.

Sus seguidores rechazan estas acusaciones. “En nuestro país cualquier oposición es [considerada] por lo menos de gente extremista, estafadores o sectarios. Todos patrocinados por la CIA, claro”, denunciaba en un vídeo Yulia. “Estas mujeres defienden nuestro país mejor que los hombres”, añadía.

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La única prueba presentada contra ellas ha sido un supuesto extracto de una videoconferencia donde aparecía un periodista de un medio bielorruso en el exilio. La asociación ha declinado hablar con EL PAÍS después de que entrase en vigor la nueva legislación que prohíbe mencionar detalles sobre la movilización. El castigo incluye desde multas a entrar en la lista negra de los agentes extranjeros. Sin embargo, su canal ya cuenta con más de 20.000 seguidores y cada día aparecen nuevas denuncias de las madres de los militares.

Hijos desaparecidos

“No hay apoyo para las madres que buscan a sus hijos. Algunos se encuentran en cautiverio, de otros no se sabe nada. Nos dirigimos a las morgues y a las autoridades militares y nadie nos ayuda, nos echan de todos lados”, denunciaba hace días Yulia, de la cuenca minera siberiana de Kuzbáss. Irina Chistyakova, cuyo hijo estuvo desaparecido casi ocho meses antes de saber que está preso, afirmaba en otro vídeo que solo esta asociación le echó una mano.

El Comité Internacional de la Cruz Roja pudo ver esta semana a varios prisioneros de guerra rusos y ucranios. Aunque calificó esta visita como “un importante paso para preservar la humanidad en medio de la brutalidad del conflicto”, el organismo internacional denunció que “debe tener acceso sin obstáculos a todos los prisioneros para verlos repetidamente, en privado y dondequiera que se encuentren”.

El Consejo de Madres y Esposas también vela por que la movilización sea justa. A principios de octubre se dirigió al presidente Vladímir Putin y al Ministerio de Defensa con una simple pregunta: “¿Han sido movilizados los hijos de altos funcionarios, oligarcas y estrellas de televisión? En caso negativo, ¿por qué motivo?”. En aquellos días, el hijo del portavoz de Putin, Dmitri Peskov, fue objeto de una broma telefónica de un supuesto centro de reclutamiento. El hijo de Peskov respondió a la falsa llamada que no podía ser llamado a filas y añadió que resolvería su citación “a otro nivel”.

Casi tres meses después de comenzar la movilización, aún se producen irregularidades, lo que puede suponer un problema para el Kremlin. Por ejemplo, pese a haber finalizado oficialmente el reclutamiento, en Cheliábinsk han sido llamados a filas varios ciudadanos de Uzbekistán y Bielorrusia que ni siquiera tenían la ciudadanía rusa. Y otro ejemplo: Marina, mujer del movilizado Alexánder Stiopkin, solo pudo recurrir al Consejo de Madres y Esposas para implorar ayuda porque, padres de un niño inválido, su centro de reclutamiento “no tiene internet para tramitar los documentos” que le eximan de ir al frente. “El correo llegará en enero”, le dijeron.

Sin entrar en política

Menos problemas ha tenido hasta ahora el Comité de Madres de Soldados de Rusia, la organización de este tipo más prestigiosa del país. Fundada en 1989, en los estertores de la Unión Soviética, aglutina a más de medio centenar de agrupaciones locales y ha logrado mantenerse al margen de la criba que han sufrido otras asociaciones más activistas gracias a su absoluta neutralidad. Su papel en esta guerra se ha limitado a recolectar dinero, alimentos, ropa y medicamentos para los militares, además de ofrecer asistencia legal a aquellos que consideraban que no cumplían los criterios para ser reclutados.

Pese a esta exquisita neutralidad, el Kremlin no llamó a sus representantes para reunirse con Putin el pasado 25 de noviembre junto con otras madres de soldados. Toda crítica debía ser filtrada, y esta asociación recibe cientos de mensajes diarios con todo tipo de reclamaciones.

“Mi hermano se ofreció como voluntario y no ha recibido el salario de cinco meses de servicio. Escribimos a la Fiscalía militar y al Comisionado de Derechos Humanos, y el resultado es cero. Las líneas del Ministerio de Defensa están constantemente ocupadas”, decía Anna, de Briansk, en una de las miles de quejas escritas en el foro con el que esta organización atiende a los familiares.

Otra queja recurrente es que los motivos médicos son infravalorados. “Mi hijo fue a la oficina de reclutamiento para alegar motivos de salud (antes le diagnosticaron hipertensión de primer grado). En el examen médico del centro ignoraron los documentos, no le dejaron salir y el mismo día le enviaron al ejército. Solo le permitieron escribir una queja. ¿Qué hacer?”, denunciaba en el mismo grupo Serguéi Ivanov.

Las primeras semanas de movilización surgieron algunas protestas de mujeres en las provincias más afectadas por el reclutamiento, aunque pronto se diluyeron al ser reprimidas. Cientos de miles de rusos huyeron del país, pero también otros se alistaron como voluntarios. Muchos más han acudido entre el fatalismo y la resignación.

“Les da igual, no tienen nada que hacer con sus vidas. En Siberia no hay futuro y me dicen que esto es, al menos, algo diferente”, cuenta a este periódico una joven que pide no ser identificada. Al conocerse la movilización, temía que llamasen a sus primos y su hermano. Los primeros fueron reclutados.

Otras madres y mujeres rusas consideran un acto heroico los sacrificios de sus muchachos. Durante su encuentro con Putin, una mujer rememoró la muerte de su hijo Konstantín Pshenichkin: “El enemigo se acercaba a sus posiciones. Saltó de la trinchera y pidió fuego (sobre su posición). Sus últimas palabras fueron: ‘Vamos, muchachos, hagamos picadillo a los ukros [juego de palabras con la traducción en ruso para el eneldo y ucranio]”.

A otras, sin embargo, la guerra les ha cambiado la vida de otro modo. Zinaida, cuyo hijo murió en el frente poco después de ser movilizado, dio las gracias al Gobierno el pasado 27 de noviembre, Día de la Madre en Rusia, por haberle despertado. “Cruel y dolorosamente, pero me habéis despertado. Desde mi alma de madre os deseo que paséis por esta vida el infierno que nos habéis hecho pasar a nosotras”, subrayó sin apartar la vista un segundo en el mensaje que difundió el ahora peligroso Consejo de Madres y Esposas.

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