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El FBI registra la mansión de Donald Trump en Florida en busca de pruebas de un posible delito

El expresidente se llevó documentos, entre los que podría haber papeles secretos, a su residencia de Mar-a-Lago

Miguel Jiménez

Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, aseguró el lunes que agentes del FBI, la Oficina Federal de Investigación, habían entrado para practicar un registro en su mansión de Mar-a-Lago, en Palm Beach (Florida). El FBI solo puede realizar ese tipo de registros con autorización judicial, y para concederla el juez tiene que valorar como probable que se haya cometido un delito.

Ni la agencia de investigación ni el Departamento de Justicia, del que depende, han dado explicaciones sobre la actuación. Fue el propio Trump el que aseguró a través de un comunicado que su casa estaba “bajo asedio, allanada y ocupada por un gran grupo de agentes del FBI”. “Nunca le había ocurrido nada parecido a un presidente de Estados Unidos”, escribió Trump. Algo así, añadió, “solo podría suceder en países rotos del Tercer Mundo”.

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El magnate está inmerso en varios casos judiciales. Se encuentra bajo escrutinio por sus intentos de alterar los resultados de las elecciones de 2020 y por su posible responsabilidad en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Sus negocios y declaraciones fiscales también están siendo investigadas. Hace unos meses surgieron sospechas de que se había llevado a Mar-a-Lago documentos oficiales clasificados como secretos.

La ley penal estadounidense castiga a quien “oculta, elimina, mutila, borra, falsifica o destruye voluntaria e ilegalmente” documentos federales bajo su custodia con penas que van de multa a tres años de prisión y que pueden inhabilitarle para desempeñar cargos públicos. Los presidentes están legalmente obligados a conservar los documentos que producen y manejan mientras están en la Casa Blanca, incluidas sus notas personales, y a entregarlos a los Archivos Nacionales al término de su mandato.

El registro, según dos fuentes conocedoras de la investigación que cita The New York Times, parece centrarse precisamente en el material que Trump se había llevado a Mar-a-Lago después de abandonar la Casa Blanca y que podría incluir cajas con papeles clasificados. Trump tardó meses en devolver 15 cajas con documentos que le habían sido reclamadas por los Archivos Nacionales.

“Después de trabajar y cooperar con las agencias gubernamentales pertinentes, esta incursión no anunciada en mi casa no era necesaria ni apropiada”, afirmó Trump, que añadió: “Se trata de una mala praxis de la Fiscalía, de la instrumentalización del sistema de justicia y de un ataque por parte de los demócratas de la izquierda radical que no quieren desesperadamente que me presente a la presidencia en 2024, sobre todo a raíz de las últimas encuestas, y que igualmente harán cualquier cosa para detener a los republicanos y a los conservadores en las próximas elecciones de mitad de mandato”.

“¿Cuál es la diferencia entre esto y el Watergate, donde los operativos irrumpieron en el Comité Nacional Demócrata? Aquí, al revés, los demócratas irrumpieron en la casa del 45º presidente de Estados Unidos”, señaló Trump. Tras conocerse la noticia, algunos de sus seguidores se desplazaron a las inmediaciones de la residencia con banderas de Estados Unidos en apoyo al presidente.

El historiador y periodista Garrett M. Graff cogió el guante ante la disparatada comparación con el Watergate para explicar que el registro de la casa de Trump implica que no solo el Departamento de Justicia, seguramente al más alto nivel, sino también un juez federal independiente firmó la orden. Eso supone que el juez valora que es probable que se haya cometido un delito y que es posible que se encuentren más pruebas en Mar-a-Lago. “En conjunto, se trata de una de las acciones más significativas, delicadas y políticamente explosivas que el Departamento de Justicia y el FBI han llevado a cabo, una de las escasas veces que han investigado a un presidente”, escribió en un tuit.

Trump asegura que ya ha tomado la decisión de si se presentará a las elecciones presidenciales de 2024, y todo apunta a que eso es lo que pretende hacer. Sin embargo, por ahora no ha pasado de las insinuaciones: “Me presenté dos veces. Gané dos veces y lo hice mucho mejor la segunda vez que la primera (...). Y ahora puede que tengamos que volver a hacerlo”, dijo el sábado, insistiendo en el bulo de que los demócratas le robaron las elecciones en 2020.

Un procesamiento de Trump es uno de los factores que podría impedir que se presentase a los comicios. En principio, ser condenado por un delito impide el acceso a cargos federales, pero es una cuestión sometida a debate jurídico y que podría acabar dirimiendo el Tribunal Supremo, con una abultada mayoría conservadora. Tres de sus jueces, de carácter vitalicio, fueron elegidos por el propio Trump.

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FBI searches Donald Trump’s Mar-a-Lago estate in Florida

Al tiempo, una actuación judicial puede acentuar aún más la polarización que divide a la sociedad estadounidense. La conservadora cadena Fox hablaba de un “doble rasero” de la justicia por haberse practicado un registro de la mansión de Trump mientras que no se ha acusado a Hunter Biden, hijo del actual presidente y uno de los blancos favoritos del medio por sus negocios.

Un comentarista decía que el país se ha convertido en un Estado policial y hablaba de la Stasi, el servicio de inteligencia de la comunista República Democrática de Alemania. Algunos de los seguidores de Trump más extremistas sostienen que en el país hay una justicia de “estilo soviético” que pretende crear “un Gulag americano”, como dijo el sábado Andy Biggs, congresista republicano por Arizona.

Dirigentes republicanos mostraron también su indignación por el registro. “Ya he visto bastante. El Departamento de Justicia ha alcanzado un intolerable grado de instrumentalización política”, escribió en Twitter el líder del partido en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, que amenazó con investigar al Departamento de Justicia desde el Congreso después de las próximas elecciones, cuando se espera que los republicanos tengan mayoría.

Mar-a-Lago es un complejo que fue construido en estilo arquitectónico español entre 1924 y 1927 por la heredera multimillonaria y filántropa Marjorie Merriweather Post, que a su muerte, en 1973, lo legó al Servicio de Parques Nacionales, con la esperanza de que pudiera utilizarse para visitas de Estado o como un lugar de descanso invernal para los presidentes de Estados Unidos. Sin embargo, como los costes de mantenimiento superaban los fondos aportados por Post y era difícil asegurar las instalaciones (al estar situadas en la trayectoria de vuelo del aeropuerto de Palm Beach), la propiedad fue devuelta a la Fundación Post por una ley del Congreso en 1981. Donald Trump compró la mansión en 1985 por unos 10 millones de dólares (9,8 millones de euros) y siguió usándola al convertirse en presidente en 2017. El complejo, de 126 habitaciones y 10.000 metros cuadrados, también contiene el exclusivo Mar-a-Lago Club. La familia Trump mantiene su vivienda privada en un área cerrada de la casa y los jardines.

Papeles en el retrete de la Casa Blanca

El registro de la mansión de Trump, aparentemente relacionado con el hecho de haberse llevado papeles secretos a la misma, llega el día en que el medio Axios ha publicado unas imágenes de notas lanzadas al retrete que asegura que son papeles de los que el entonces presidente se deshacía.Varios medios han acusado a Trump de incumplir las leyes de mantenimiento de registros presidenciales y de romper documentos, borradores e informes después de leerlos. Las fotografías en cuestión van a ser publicadas en el libro Confidence Man, de Maggie Haberman, una periodista del diario The New York Times.

Un portavoz del expresidente ha señalado a Axios como respuesta a la publicación de las fotografías que hay que estar "muy desesperado por vender libros si las fotos de un papel en una taza de inodoro son parte de tu plan de promoción".

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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