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El pollo frito de KFC es la comida tradicional navideña en Japón... y nadie sabe por qué

El plato estrella de la cadena estadounidense es la comida por excelencia a la hora de celebrar esta festividad en el país asiático

Un hombre sale de un KFC en Tokio (Japón) con su menú navideño.
Un hombre sale de un KFC en Tokio (Japón) con su menú navideño.Taro Karibe (Getty)

“Pollo frito”. Preguntado por la comida típica de Navidad, Koki Misawa no duda. “Pollo frito de KFC”, puntualiza. Cuando se acerca diciembre, la cadena de comida rápida se prepara para su agosto en Japón. En la tarde del 25, la mayoría de sus locales exhiben colas que llegan al exterior, en las que la gente espera hasta dos horas para recoger su pedido. El resultado son ventas entre cinco y diez veces superiores a las de una jornada ordinaria. KFC se embolsó el año pasado 6.900 millones de yenes (más de 56 millones de euros) en los cinco días que transcurren desde el 20 de diciembre hasta la noche de Navidad. El vínculo que une la festividad con el pollo frito es casi automático: nadie sabe con certeza por qué.

Menú de Navidad de KFC.
Menú de Navidad de KFC.

Muchas versiones contradictorias intentan explicar el origen de esta peculiar tradición. Todas se remontan a los años setenta cuando, después de un par de décadas de austeridad tras la Segunda Guerra Mundial, la economía japonesa empieza a despegar. Los ciudadanos encuentran liquidez en su bolsillo para adquirir artículos de consumo, y a la hora de hacerlo dirigen su mirada hacia la primera potencia mundial, Estados Unidos. Productos estadounidenses de todo tipo afloran en la isla: cine, música, moda... gastronomía. Gracias a la Expo de Osaka de 1970, las cadenas de comida rápida se colaron en el mercado. En los diez años siguientes, esta industria crecería un 600% en el país. KFC, que había abierto su primer local en Nagoya ese mismo año, luchaba por llevarse parte del pastel. Cuatro palabras desencadenaron el estallido. “Kurisumasu ni wa kentakki!”: ¡Kentucky en Navidad!

“No hay duda de que la costumbre se debe a una campaña de marketing muy bien ejecutada”, apunta Kathryn Tanaka, profesora de estudios culturales en la Universidad de Otemae. Una leyenda urbana cuenta que todo empezó con un extranjero y su petición de que el repartidor le entregara su pedido a domicilio ataviado con un gorro rojo y una barba blanca. Algunos dicen que Takeshi Okawara, quien pilotó la apertura de aquel primer KFC y luego se convirtió en el máximo responsable de la firma en Japón, propagó el falso rumor de que el pollo frito era una tradición navideña americana. Otros, que Okawara acudió a una fiesta disfrazado de Papá Noel y causó tanto revuelto entre los niños que intuyó una oportunidad de negocio. Los más prudentes razonan que la comunidad internacional buscaba un sustituto para el pavo —caro y muy complicado de encontrar en Japón—, y Okawara optó por posicionar el pollo como una alternativa.

Sea como fuere, el truco funcionó. El pollo frito, y por ende KFC, quedó fijado en el imaginario colectivo japonés como una manera sofisticada y cosmopolita de celebrar la Navidad a la manera estadounidense, aunque no fuera cierto. Misawa lo corrobora: “Es una fiesta occidental, así que la celebramos con comida occidental”. “La cadena de comida rápida lanzó su campaña de publicidad en los setenta y ya en los ochenta la noción de que el pollo frito era la comida típica navideña había echado raíces. A partir de los noventa, KFC ha sido tremendamente popular”, expone la profesora Tanaka.

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Desde entonces, “¡Kentucky en Navidad!” se ha mantenido gracias a una constante y firme acción publicitaria. “Creo que parte del éxito reside en que es una campaña anual”, apunta Tanaka. Lo que empezó con un anuncio televisivo que hacía pasar una canción de countryMy Old Kentucky Home— por un villancico, se ha trasladado en los últimos años a las redes sociales. La página web de la empresa luce una cuenta atrás junto a imágenes del menú típico: un cubo que contiene pollo frito, ensalada, tarta e incluso champán por 5.000 yenes (41 euros).

Japón es famoso por su tendencia a adaptar productos extranjeros a sabores e ideas locales. La Navidad no es una excepción, cuyo significado es para muchos un misterio: solo un 1% de la población se identifica con el cristianismo, considerado una “minoría religiosa” en el país. El triunfo de la táctica de KFC también se explica por sus paralelismos con la cultura nacional: el pollo del Coronel Sanders es similar al karaage, un plato que consiste en pequeños trozos de carnes o pescados rebozados y fritos. El concepto del cubo, además, encaja con la tradición asiática de colocar una fuente en el centro de la mesa, de la que todos los comensales se sirven.

“No creo que mucha gente se cuestione la relación entre pollo frito y Navidad. Tampoco creo que la mayoría sepa de dónde viene, aunque esto ha comenzado a cambiar en los últimos años”, señala la profesora Tanaka. El acceso a información que ofrece Internet permite descabezar falsos estereotipos: en el país nipón comienzan a descubrir el aspecto real de una cena de Navidad típica en Estados Unidos, y algunos comienzan a experimentar con las recetas que encuentran en la red. Otros muchos, no. Lo que adoptaron creyendo que era estadounidense ahora es suyo. Misawa, por ejemplo, no abandonaría el pollo frito por nada del mundo: “Es una costumbre japonesa”.

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