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Tribuna
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Misión cumplida, General

Tal como cabría esperar, la jornada del 8 de abril fue el día D para las huestes castristas en Panamá, con la celebración del Foro de la Sociedad Civil en el marco de la Cumbre de las Américas. La “violencia revolucionaria”, desatada con toda su exhibición pública de barbarie ante los ojos atónitos de quienes fueron testigos involuntarios de la vergüenza, demuestran cuán largo es el brazo de la dictadura insular y cuán irrespetuoso de los espacios democráticos internacionales están dispuestos a ser.

Hubiese sido ingenuo esperar otra conducta. El clan Castro, halagado en su infinita vanidad al haber sido uno de los primeros invitados a la Cumbre de las Américas tras medio siglo de su expulsión de la OEA, pronto supo que también debería tragar el sapo de tolerar la presencia de la sociedad civil independiente en la cita regional. Una humillación que la casta verde olivo antillana no estaba dispuesta a aceptar.

No fue casual que varios activistas cubanos fuésemos retenidos e interrogados a nuestra llegada al aeropuerto de Tocumen. “No queremos desórdenes ni provocaciones en la Cumbre”, era la advertencia que recibíamos. Más tarde hubo una disculpa oficial de la Cancillería panameña, pero también trascendió que las huestes de la “sociedad civil” del régimen cubano no fueron molestadas a su arribo al país.

Quizás por eso, de inmediato comenzaron a distribuir por los hoteles que acogen a los delegados de decenas de países y por las sedes de la cumbre unos panfletos con las fotografías y nombres de disidentes bajo el rótulo de “mercenarios”. Y por eso se sintieron libres de crear disturbios en el propio salón plenario, agrediendo groseramente a los escasos representantes de varias organizaciones independientes de la Isla que, a duras penas, habían logrado acreditarse en el Foro de la Sociedad Civil.

Algunos lugares públicos también fueron escenario de las turbas castristas, saboteando el espíritu democrático y civilizado de este evento hemisférico. “Si esto es así en este foro, qué no serán capaces de hacer dentro de Cuba”, comentaban un grupo de jóvenes latinoamericanos.

Quedó claro también que una dictadura que se ha sustentado sobre la confrontación y la beligerancia, dentro y fuera de su territorio, no podría superar el desafío que impone el debate abierto y argumentado de sus oponentes. Semanas atrás el General-Presidente ya había anunciado que “la verdadera sociedad civil cubana” vendría a la cumbre a derrotar a “los apátridas al servicio del Imperio”, demostrando con eso su absoluta carencia de voluntad para respetar la diversidad de ideas y proyectos de los propios cubanos de la Isla.

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Pues bien, General, sus siervos —esos mismos vocingleros a quienes les retiraron el pasaporte nada más entrar en Panamá, para evitar deserciones inoportunas— se fueron de la Cumbre en cuanto cumplieron su triste papel. De nada valió que el Estado gastara los escasos recursos de los cubanos en costearles el viaje. Nada impedirá el final de su imperio de corrupción y miedo.

Miriam Celaya es periodista y bloguera cubana y colabora con el digital 14ymedio.com.

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