_
_
_
_
_

Michel Wieviorka, sociólogo: “Los judíos son el chivo expiatorio por excelencia”

Para el pensador francés, el antisemitismo es real: parte de su familia murió en el Holocausto. Dice que el comportamiento del Gobierno israelí en la guerra está generado odio hacia los judíos

Michel Wieviorka
Michel Wieviorka en París, este 9 de febrero de 2024.Manuel Braun
Marc Bassets

Parte de la familia de este sociólogo francés murió en el Holocausto. El antisemitismo, para él, no es una abstracción: es historia y memoria familiar. Pero Michel Wieviorka (París, 77 años) tuvo la suerte de crecer en otra época, en un ambiente laico y progresista, culto y republicano en la posguerra, y “casi nunca”, a lo largo su vida, se ha visto confrontado personalmente con el odio a los judíos. Cuando se le pregunta qué lugar ocupa, en su identidad, su judaísmo, dice: “No es lo que me viene primero a la cabeza, en general, pero no lo escondo, no lo minimizo”.

Hablamos en un despacho de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, su casa académica, un lugar cargado de historia. Historia intelectual: aquí enseñaron Fernand Braudel y su maestro Alain Touraine, entre otros. E historia a secas: el edificio se construyó donde se encontraba la cárcel de Cherche-Midi, usada por los alemanes durante la ocupación. Desde la ventana se ve el hotel Lutetia, donde regresaron los judíos que sobrevivieron a los campos nazis.

El veterano intelectual acaba de publicar en castellano El antisemitismo explicado a los jóvenes (Libros del Zorzal, traducción de Agustina Blanco) y, en francés, El último chiste judío. Edad de oro y declive del humor judío. Este 22 de febrero tiene un encuentro en el Instituto francés de Madrid y al día siguiente participa en un coloquio en el Foro de la Cultura en Valladolid.

Si quieres apoyar la elaboración de periodismo de calidad, suscríbete.
Suscríbete

Pregunta. Desde el ataque de Hamás contra Israel, el 7 de octubre, ¿se ha desatado un nuevo antisemitismo? En Francia y otros países se ha registrado un aumento de los actos antisemitas.

Respuesta. No diría que sea un nuevo antisemitismo, sino que se ha amplificado un antisemitismo que ya existía.

P. ¿Qué ha ocurrido?

R. Ha dado la ocasión a sectores de la izquierda de permitir que aparezca lo que llamaría un negacionismo soft, amortiguado. No es el negacionismo que dice que las cámaras de gas no existieron. Es un negacionismo en la medida en que hay quien dice: ‘Me callo lo que ocurrió el 7 de octubre, no es importante, no merece ser comentado, y Hamás son resistentes, combatientes por la libertad’. No es un antisemitismo explícito que diga: ‘Quiero la muerte de los judíos, destruirlos’. Es un antisemitismo en la medida en que un acto violentísimo, criminal, terrorista se cubre de silencio.

P. Es sorprendente que el antisemitismo, que se asociaba a la extrema derecha, ahora se encuentre en la izquierda.

R. En Francia, la izquierda clásica es muy débil. En cambio, la izquierda de la izquierda, mucho más radicalizada, es fuerte, y esta izquierda intenta convencer al electorado procedente de la inmigración, con frecuencia árabe, pero no necesariamente, con frecuencia musulmana, pero no necesariamente. En este universo, el conflicto israelo-palestino se ve de otro modo que en otros universos.

P. Y la extrema derecha reniega del antisemitismo.

R. Es la paradoja. La extrema derecha institucional se presenta como hostil al antisemitismo. Marine Le Pen ha adoptado decisiones claras al respecto al decir, desde el espacio político en el que existía el antisemitismo, que lo rechaza.

P. Buena noticia, ¿no?

R. Es una buena noticia, lo que no significa que sea totalmente cierto. Además, este partido se alía en Europa con otros partidos de extrema derecha en los que el antisemitismo es más activo o visible. Es un posicionamiento frágil, y podemos preguntarnos qué hay debajo. Y en segundo lugar, esto no impide que haya una ultraderecha con skinheads, neonazis, intelectuales antisemitas… Este es el paisaje político.

P. ¿Y más allá de la política?

R. Está el paisaje infrapolítico de la violencia y el odio. La violencia es anónima y hay que incriminar, en parte y con mucha prudencia, el mundo procedente de la inmigración árabo-musulmana. En este universo hay antisemitismo, bajo forma de prejuicios y de actos antisemitas. Al otro lado del tablero, pero tablero infrapolítico, hay quienes profanan sepulturas en cementerios judíos. Este es el paisaje. Al que hay que añadir una última cosa: son personas con la idea de que los judíos quieren controlar los medios de comunicación y controlar la opinión, y limitar la libertad de expresión.

P. Hay un eslogan en manifestaciones propalestinas desde el 7 de octubre y desde que empezó el ataque de Israel a Gaza: “Desde el río hasta el mar”. La idea es que debe haber un Estado palestino del río Jordán al Mediterráneo y, por tanto, desaparecer Israel. ¿Qué opina?

R. Cuando de un Estado reconocido por la ONU se dice que tiene que desaparecer, se dice algo distinto a lo que sería criticar un régimen político. Yo detesto a Netanyahu. Si solo digo que detesto a Netanyahu y que espero que Israel cambie de Gobierno y de política y tome la vía de la paz, muy bien. Yo pienso así. Pero si digo que el problema no es Netanyahu, sino la existencia del Estado de Israel, con o sin Netanyahu, entonces me meto en el antisemitismo, en la idea de que no puede haber un Estado porque es judío. Si le digo “del río al mar no debe haber un solo judío en esta parte del mundo, este Estado debe desaparecer”, esto es antisemitismo.

P. Usted, ¿cómo se define? ¿Sionista? ¿No sionista?

R. Me gusta la palabra que escuché decir una vez a [el exdiputado ecologista y líder juvenil de Mayo del 68] Daniel Cohn-Bendit: a-asionista. No me interesa debatir sobre si estoy a favor o en contra de la existencia del Estado de Israel. Existe. Está descartado pedir que se destruya. Ya está. Esto no significa que vaya a defender la política de Netanyahu. Dicho esto, le explicaré algo. Me siento un poco como Camus durante la guerra de Argelia. Un día escribió una carta a su amigo Jean Sénac. Le decía: “Me callo, ya no puedo hablar”. Se sentía desgarrado. Pues bien, yo en este conflicto me siento desgarrado. No puedo apoyar a Israel al 100% y no puedo defender a Hamás. ¿Qué puedo hacer? A mi alrededor veo sobre todo gente que está en un campo o en otro. Yo no quiero estar en un campo, quiero estar con los que quieren la paz. No es fácil. Así que no digo gran cosa.

P. ¿Fue un pogromo el 7 de octubre?

R. Tuvo las dimensiones de un pogromo, tenía una lógica de pogromo. Pero no solo. También tenía una lógica militar. Los pogromos no tenían una finalidad militar. Consistían en lanzas a la población para matar judíos en un pueblo, en general, en Europa central había un acuerdo más o menos explícito entre el poder y la población. Pero no era con fines militares. Aquí hay una mezcla.

P. ¿Cómo ha vivido lo sucedido desde ese día?

R. Formo parte de quienes encuentran chocante la manera en que Israel lleva a cabo hoy su guerra. Chocante. No puedo defender esta guerra. Aún menos porque provoca decenas de miles de víctimas del lado palestino y porque, además, es la negación por parte de Israel de un principio al que sus ciudadanos se sienten apegados: “Todo por los rehenes”.

P. El antisemitismo empezó hace unos dos milenios al menos. ¿Nunca acabará?

R. Se transforma. El antisemitismo, de hecho, es una palabra que data de finales del siglo XIX. Antes había antijudaísmo. Es verdad que el pueblo judío es el único en haber conocido 2.000 años de persecuciones, de odio, de destrucción, pero también de resiliencia, de resistencia y de capacidad para hacer humor. ¿El antisemitismo perdurará bajo una forma renovada? Creo desgraciadamente que sí, y lo que vivimos en este momento más bien lo alimenta.

P. ¿Qué quiere decir?

R. El comportamiento del Ejército y del Gobierno israelí genera odio hacia Israel y odio hacia los judíos, que muchas personas piensan que [los judíos de todo el mundo] son los aliados de este Gobierno. Pero el antisemitismo no nace de esta acción gubernamental. Encuentra en ella de qué alimentarse. Se puede detestar a un Gobierno sin tener que detestar a la población afectada, sobre todo cuando esta no depende de él, como es el caso de los judíos de la diáspora.

P. Los antisemitas no necesitan que Israel haga lo que hace para ser antisemitas.

R. No, claro que no. La propagación del antisemitismo se alimenta del contexto, pero es irracional, funciona fabricando chivos expiatorios. No hay sociedad que no busque, en un momento u otro, una explicación a sus desgracias o a sus dificultades o a sus crisis, y los judíos son formidables porque siempre se podrá decir que conspiran, que actúan en la sombra… Es el chivo expiatorio por excelencia y no hay razón, desgraciadamente, para que desaparezca.

Apúntate aquí a la newsletter semanal de Ideas.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_