_
_
_
_
_
PUNTO DE OBSERVACIÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Israel y la normalización de la barbarie

El Gobierno de Netanyahu afronta en su país una crisis interna que intenta ocultar, pero que aterroriza a muchos de sus propios habitantes

Sol Gallego
Patricia Bolinches
Soledad Gallego-Díaz

El Comité de Seguridad de Naciones Unidas, con la inesperada abstención de Estados Unidos, aprobó esta semana requerir a Israel la inmediata apertura en Gaza de corredores humanitarios por donde entre ayuda para los bebés sacados de las incubadoras, las decenas de miles de heridos desprovistos hasta de calmantes y los niños sin agua limpia ni alimentos. ¿Por qué el gobierno de Israel se niega a la menor muestra de humanidad, cuando hasta su mejor aliado comprende que es insostenible mantener la operación de castigo sobre la organización terrorista Hamás, extendida a toda la población civil palestina, sin el menor alivio? Quizás porque Israel no tiene estrategia política, solo fuerza militar, una circunstancia que la hace caminar ciega.

Israel, con un gobierno de extrema derecha al frente, afronta una crisis interna que intenta ocultar, pero que aterroriza a muchos de sus propios habitantes. La única alternativa que propone es integrar todos los territorios ocupados por la fuerza, lo que le llevaría, o bien a expulsar a todos sus habitantes palestinos, algo inaceptable para los países limítrofes, o a imponer un régimen de estricto apartheid a las poblaciones de Gaza y Cisjordania. Un régimen insoportable para la comunidad internacional y para una parte de la propia población israelí. La otra opción, aceptar la creación del Estado palestino, le sitúa ante la realidad que han ido creando sus últimos gobiernos: 500.000 colonos-soldados armados hasta los dientes y dispuestos, quizás, a provocar una guerra civil.

Los corredores humanitarios impuestos por EE UU no son un alto el fuego, pero quizá no esté lejos. También por primera vez en la historia, 400 funcionarios de su Gobierno han dirigido una carta al presidente Biden, exigiéndole que busque la inmediata paralización de las operaciones militares. ¿Por qué esa extraordinaria acción? Quizás porque la actitud israelí está empezando a perjudicar los intereses estadunidenses. Si el conflicto se extiende, EE UU tendrá que proteger dos frentes, Ucrania e Israel, y enviar armamento a los dos, mientras mantiene su propia fortaleza militar. Y, por otro lado, el atentado terrorista de Hamás ha hecho añicos los Acuerdos de Abraham, que muñió Trump, justo cuando se producía otro hecho nuevo: Arabia Saudí y su eterno enemigo, Irán, se sentaban al lado del primer ministro chino, algo sin precedentes, como recuerda Javier Solana en su libro Testigo de un tiempo incierto.

Si quieres apoyar la elaboración de periodismo de calidad, suscríbete.
Suscríbete

Mientras, la impotencia ante tanto sufrimiento se acumula en las opiniones públicas. “Todas las mañanas me despierto, miro las redes y encuentro a alguien tratando de convencer al mundo de que matar inocentes a veces, para algunas personas, dadas algunas tragedias históricas, está bien. Y todas las mañanas me pregunto por qué es tan difícil decir simplemente NO”. La escritora y politóloga Lea Ypi expresó así hace pocos días su terrible desazón por el intento de normalizar tanto el ataque terrorista cometido por Hamás el pasado 7 de octubre como lo que ha ocurrido y está ocurriendo en Gaza (y Cisjordania) como si fuera la consecuencia lógica de aquel atentado. Pero no lo es. La respuesta del Gobierno israelí viola tantas reglas humanitarias que está dejando anonadadas a las más importantes Ongs del mundo. Lo dicen el Comité Internacional de la Cruz Roja, Unicef, Save the Children, Oxfam, Médicos Sin Fronteras y el secretario general de la ONU. Según un comunicado de la Organización Mundial de la Salud: “El reciente asalto al mayor hospital de Gaza y la destrucción que afecta a todos los hospitales de Gaza se ha vuelto insoportable y debe detenerse”.

El gobierno israelí está perdiendo, además, su guerra mediática. Imposible atribuir credibilidad a sus portavoces porque su ejército impide la presencia de periodistas internacionales en el terreno. Si la razón que esgrime es que no puede garantizar su seguridad, esa es una decisión que corresponde a los propios periodistas y a sus medios. La obligación militar no es garantizar la vida, sino ofrecer la mayor protección posible. Además, los pocos periodistas locales que continuaron informando están siendo asesinados uno a uno. Claro que también han muerto más de 100 empleados del Comité de Naciones Unidas para Refugiados, maestros, trabajadores humanitarios con expedientes inmaculados, que no podrán dar testimonio de lo que ocurre. Pero es sabido que si los periodistas no pueden ver, tampoco pueden oír y los portavoces se vuelven mudos.

Apúntate aquí a la newsletter semanal de Ideas.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_